18 abril, 2011

Buenas y malas noticias

Buenas y malas noticias

Es una mala noticia que el señor Ollanta Humala (que no renunció al Ejército golpista cuando el señor Fujimori perpetró el golpe del 92, que apoyó desde Seúl el golpe fallido de su hermano Antauro contra el entonces presidente Toledo) haya obtenido más del 30 por ciento en las elecciones presidenciales peruanas.

Es una buena noticia que la señora Keiko Fujimori (que tenía 16 años cuando su padre dio el golpe del 92, que por consiguiente no puede ser responsable de los desmanes autoritarios del gobierno de su padre, que en el segundo gobierno de su padre hizo todo cuanto pudo para que despidieran al bribón de Montesinos, que se opuso a la reelección ilegal de su padre el año 2000, que se quedó valientemente en el Perú cuando su padre renunció y fugó de un modo deshonroso) haya conseguido un porcentaje que sobrepasa el 23 por ciento de los votos.

Es una alentadora noticia que un candidato inteligente, moderno, de probado éxito personal como el señor Pedro Pablo Kuczynski haya recibido la adhesión de casi el 20 por ciento de los votantes.

No es para nada seguro que la señora Fujimori será capaz de prevalecer sobre el señor Humala en la segunda vuelta.

Pero, en mi opinión, era bastante seguro que el señor Kuczynski, renuente a renunciar a su nacionalidad estadounidense, con una escuálida votación en las provincias, que ha quedado tercero gracias al voto educado y moderno de Lima, hubiera sido incapaz de derrotar al señor Humala en la segunda vuelta del próximo 5 de junio.

Por eso apoyé a Keiko Fujimori y fui a votar por ella.

Creo que la segunda vuelta será muy reñida y quien resulte ganador lo será por un margen muy estrecho.

Mi pronóstico es que al final ganará la señora Fujimori.

Baso mi pronóstico en los siguientes cálculos: 1) Creo que 7 u 8 de cada 10 votantes de Kuczynski (sobre todo los de Lima) votarán sin dudarlo por la señora Fujimori y muy pocos de quienes han votado por el señor Kuczynski lo harán por el señor Humala; 2) Creo que los votos de Toledo se dividirán a partes iguales entre Humala y Keiko; 3) Creo que los votos de Castañeda se dividirán a partes iguales entre Keiko y Humala, 4) Creo que los votos apristas, no siendo muchos, irán consistentemente hacia la señora Fujimori.

Es decir, el fiel de la balanza parecería ahora el señor Kuczynski, y dado que la mayor parte de sus votos proviene de la Lima moderna y bien informada, es razonable suponer que esas personas probablemente votarán por la señora Fujimori para evitar un triunfo del señor Humala.

Ya se sabe que en la segunda vuelta no gana el que más entusiasmo despierta, sino el que menos temor inspira.

Como es obvio, si la señora Fujimori quiere ganar, tiene que seducir cautelosamente a los votantes de Kuczynski, Toledo y Castañeda. Cuando escribo “cautelosamente”, pienso que la señora Fujimori debe evitar sellar pactos o alianzas formales con esos tres candidatos.

Pero si yo estuviera en los zapatos de la señora Fujimori, anunciaría ya mismo que, en caso de ganar, el Primer Ministro de mi gobierno será el señor Kuczynski. (Si me apuran diría: “Soy genéticamente hija de Alberto Fujimori, pero políticamente me considero hija de Pedro Pablo Kuczynski”).

En otras palabras, si la señora Fujimori dice de un modo claro y enfático “Si yo gano, no gobernará mi padre, sino gobernaremos PPK y yo”, sus probabilidades de ganar se multiplicarán, puesto que los votantes de PPK son, en esencia, alérgicos al señor Humala, y por consiguiente fácilmente migrantes del entusiasmo por PPK a las simpatías por la mera K.

Siendo francamente abusivo atribuirle a la señora Fujimori los errores del gobierno de su padre, y siendo francamente grotesco suponer que un gobierno de la señora Fujimori sería autoritario y corrupto como el de su padre, queda por ver qué harán ahora los señores Kuczynski, Toledo y Castañeda. Lo inteligente y realista es aceptar que la señora Fujimori no es responsable de los errores o los delitos que cometió su padre, que si ella llegase al gobierno tendría la obligación moral de demostrar que el suyo será un gobierno democrático y honrado a diferencia del de su padre, y que un triunfo del señor Humala pondría al Perú en el camino de Venezuela o Ecuador, mientras que una victoria de la señora Fujimori lo mantendría en la senda próspera de Chile.

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