17 abril, 2011

Chamaqueados

Chamaqueados

• En el Estado de México ganó la alianza Peña-AMLO.

• Olvidan que las elecciones no se ganan con saliva.

Ricardo Alemán

Al final de cuentas, en el Estado de México se confirmó el escenario menos esperado; tres bloques partidistas perfectamente identificados avalarán el triunfo del PRI.

Es decir, que en el proceso de renovación del gobierno estatal competirán por suceder a Enrique Peña Nieto el tricolor Eruviel Ávila, apoyado por la alianza PRI, PVEM y Nueva Alianza; el amarillo Alejandro Encinas, respaldado por las empresas familiares PT, Convergencia y no de muy buena gana por el PRD, y el tercero en discordia será “el hombre del Presidente”, Luis Felipe Bravo Mena, que va solo, solo, solo.

Lo curioso del caso es que, al final de un periplo de por lo menos seis meses de jaloneos, especulaciones y machincuepas políticas, no sólo fracasó la cacareada alianza PAN-PRD, sino que en los hechos se fraguó una alianza PRI-AMLO para empujar como apuesta ganadora la carta del priista Eruviel Ávila —quien, por cierto, agradece el favor al anunciar que no impugnará la ilegal candidatura de Alejandro Encinas—, lo que dio como resultado que el PAN quedara en medio del camino, con todo el riesgo de ser atropellado de manera impune por dos búfalos que correrán en tierras mexiquenses.

ENGAÑADOS Y...

Pero lo verdaderamente vergonzoso es que el engañador, el PAN, al final de cuentas resultó engañado. ¿Qué quiere decir eso? Casi nada; todos saben que desde el gobierno de Felipe Calderón se empujaron los empeños para establecer una alianza PAN-PRD en las elecciones de 2010 y 2011, luego del fracaso azul de 2009. ¿Por qué se insistió en sumar las fuerzas de los azules y los amarillos? Porque Felipe Calderón tiene, como uno de sus objetivos centrales, evitar a toda costa el regreso del PRI al poder.

Y se podrá estar o no de acuerdo, pero por lo menos esa es la tarea de un líder político —Calderón lo es del PAN, guste o no—: hacer todo lo posible por mantener la hegemonía de su partido. Pero también es cierto que en buena parte de las alianzas, no sólo los amarillos de la llamada izquierda, sino sobre todo los azules del PAN, resultaron engañados por esa maquina de poder que es el PRI. Y si existen dudas, van las evidencias.

¿Qué fue lo que ocurrió en los estados de Oaxaca, Puebla y Sinaloa, si se analizan las elecciones a la distancia? En los tres estados los únicos ganadores fueron los grupos locales del PRI. En Oaxaca, por ejemplo, ganó el bando priista de Gabino Cué, que pertenece al establo político del ex número dos del gobierno de Zedillo —hoy senador del PAN—, Diódoro Carrasco. En Puebla ganó el grupo priista afín al hoy gobernador —quien se formó y construyó en las filas del tricolor, sobre todo en las faldas de la profesora GordilloRafael Moreno Valle.

Y en Sinaloa el ganancioso fue el poderoso grupo de Manlio Fabio Beltrones, que desde antes de la contienda por la sucesión en el rico estado del noroeste, empujó como delfín nada menos que a Mario López Valdez, conocido por su acrónimo de Malova. ¿Qué ganaron PAN y PRD en Oaxaca, Puebla y Sinaloa? En realidad no ganaron nada, salvo —claro— pequeñas migajas de poder. En el fondo, la utilidad fue política, ya que al derrotar al PRI aun con candidatos y grupos estatales del PRI, consiguieron que en el imaginario colectivo —en la llamada percepción ciudadana— le dejaran a la gente la idea de que el PRI no es invencible. O si se quiere, que sí es posible derrotarlo.

El caso de Guerrero, por si alguien quiere regresar al tema, es aún más ilustrativo. ¿Por qué? Porque resultó de vergüenza que el PAN y el PRD hayan prestado sus franquicias para dirimir una pelea local entre dos grupos del viejo PRI; ese PRI que mató a cientos de perredistas y robó al PAN cientos de elecciones en décadas. En realidad en Guerrero se vivió el mejor ejemplo —retrato de cuerpo completo— de la degradación que viven lo mismo la derecha que la izquierda mexicanas; es decir, que el PAN y el PRD terminaron en paleros del PRI.

CHAMAQUEADOS

Pero la joya de la corona aparece en el Estado de México, en donde la degradación llegó a niveles de escándalo. Y es que resulta que en el Estado de México el PRI y el PRD no sólo chamaquearon al PAN, sino que pudieron haberle dado la puntilla para 2012. ¿De qué se trata? En realidad de lo que todos conocemos. No es novedad que Felipe Calderón y Marcelo Ebrard hicieron todo lo posible por pactar una alianza PAN-PRD en esa entidad para intentar ganarle a Enrique Peña Nieto.

Pero otro sector de la llamada izquierda —que, por cierto, nada tiene de izquierda—, el de Andrés Manuel López Obrador, alegremente cometió otra de sus infidelidades políticas clásicas y, en un lance insólito, prefirió aliarse al PRI de Enrique Peña Nieto para impedir que —a su vez— se aliaran el PAN de Felipe Calderón y el PRD de Marcelo Ebrard y Los Chuchos.

El resultado, como quedó claro y a la vista de todos, no fue otro que el fracaso de la contra natura alianza PAN-PRD. ¿Por qué falló esa alianza? Por eso, porque triunfó el otro extremo: la alianza electoral Peña-AMLO. Y ya le adelantábamos que la confirmación de la alianza entre el gobernador Peña y el infiel AMLO la hizo pública el propio Eruviel Ávila, candidato del PRI al gobierno mexiquense, quien en un adelanto de lo que será un triunfo contundente, dijo que no impugnaría a candidato alguno, en alusión clara a Alejandro Encinas.

Y para la fanaticada que ya prepara sus misiles porque hablamos de “las infidelidades” de AMLO, sólo basta recordar que en los tres años recientes el mesías tropical cohabitó en la casa, en la cama y bajo el techo de esa empresa familiar que se llama Partido del Trabajo, del que obtuvo presupuesto, tiempo en medios, posiciones político-electorales y desde donde se dio el lujo de llamar a votar contra el PRD, al tiempo que mantenía amoríos político-electorales con sectores de lo más censurable del PRD: el clan Bejarano. ¿En castellano cómo se le llama a eso? Todos lo saben... infidelidades.

LUCHA DE TITANES

Pero ahora viene lo importante. ¿Qué va a pasar en el Estado de México? Sin duda que se avecina una guerra de titanes. De titanes económicos, claro. Por un lado, el poderoso candidato tricolor, Eruviel Ávila, tiene el respaldo político electoral y económico del PRI y del gobierno mexiquense, además de los apoyos políticos y económicos de dos soportes fundamentales: el magisterio y el PVEM. El panista Luis Felipe Bravo tendrá todo el apoyo del gobierno federal y Alejandro Encinas sólo el apoyo de “saliva” de AMLO, y acaso un diezmo de Marcelo. ¿Qué tal? Sólo que las elecciones no se ganan con saliva. Al tiempo.

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