22 abril, 2011

Crónica de una Libia en guerra.-

Crónica de una Libia en guerra.- Inicia la travesía

“Habibi, sajafi, forty dólar room (querido, periodista, 40 dólares el cuarto), me dijo el gerente de un pequeño hotel para mostrarme una habitación tan sucia que me demostraba rápidamente que había entrado a una zona con precios de guerra.

Sadoum, Egipto.- El avión despegó de México un domingo y el martes llegué al Cairo. Luego fueron diez horas y mil kilómetros de carretera para llegar hasta el paso fronterizo de Sadoum, un pequeño poblado pesquero egipcio que también tiene el tránsito exclusivo a tierras libias por el sector noroeste del país.

“Habibi, sajafi, forty dólar room (querido, periodista, 40 dólares el cuarto), me dijo el gerente de un pequeño hotel para mostrarme una habitación tan sucia que me demostraba rápidamente que había entrado a una zona con precios de guerra. “Entiéndame, mucha gente está viniendo de la frontera”, se disculpó ante mi cara de desagrado. Pero como sea, la tuve que pagar y dormir apenas dos horas para intentar cruzar hacia el otro lado.

Ya en el puesto la adrenalina empezaba a jugar su rol. Abriendo y cerrando los dedos de la mano mientras checaba que todo mi equipo estuviese listo. Foto y video cada uno identificado y sabiendo cómo utilizarlo rápido si la situación lo pedía. El objetivo estaba claro: lograr ingresar a Libia como sea y en cualquier circunstancia.

En mi cabeza recordaba la situación que vivía el país, con sus aeropuertos cerrados para periodistas extranjeros y todas las provincias del este controladas por las tropas leales del presidente Gadafi. “Llegas a sadoum y cruzas rápido sin preguntar a nadie. Allí el desorden es total porque los rebeldes dominan la zona”, me habían aconsejado dos días antes.

Por suerte todo eso se cumplió. Sin preguntar mucho, me sellan el pasaporte en la salida egipcia y con cada metro avanzado el panorama se vuelve más brutal. Gente durmiendo en el suelo con colchones improvisados de cartón se mezcla con desechos de comida y excremento humano.

Los que no están acostados caminan como zombis esperando que alguien les resuelva su situación. ¿Cuál? Salir de Libia y ser recibidos como refugiados en Egipto. A simple vista se ven quinientas personas, pero los números oficiales superan varios millares desde que comenzaron los bombardeos sobre la población civil.

Acomodo el tripié de la cámara y el caos es total. “Somos de Senegal, Mali, Sudan. Por favor, sólo queremos volver a nuestro país porque aquí nos están matando a todos”, grita un joven que me arrebata el micrófono. Su pedido tiene un tono de sinceridad difícil de describir y mastica un inglés casi incomprensible.

De orígenes extranjeros, la mayoría que se encuentra en esta frontera demuestra ser de piel negra y de idiomas tan variados que asombran. Puede ser inglés o francés. Muchos dominan el árabe pero otros prefieren dialectos locales. Eso sí, todos son de piel negra. Cuestión obvia para África pero que en estas tierras magrebies no se cumple a la perfección y demuestra ser una señal muy interesante para un primer análisis de la situación actual.

“Todos los que ve aquí son trabajadores extranjeros. La mayoría es ilegal y se ocupa en la construcción de edificios y condominios en muchas zonas del país”, describe un funcionario fronterizo. “Fueron los primeros en perder sus trabajos cuando comenzaron los bombardeos y además no tienen protección alguna al quedar en el fuego cruzado con los milicianos”.

-Y los libios, no se escapan también - le pregunto

-Mire, aquí no hay dinero para nada. Ni siquiera para salir del país y por eso la mayoría se quedará a defender lo poquito que tiene. Con tanto petróleo que tenemos, es ridículo que seamos apenas 4 millones de habitantes y tengamos tanta hambre.

Las palabras de Mahmod empiezan a describir una realidad Libia que se aleja mucho de la desinformación que reina en los medios; donde todos los refugiados son iguales y la voz del ciudadano suele quedar en el olvido. Sea por propagandistas o mercantilistas el resultado es el mismo, pantallas que cuentan u omiten muertos.

Son las once de la mañana y las enormes distancias me obligan a seguir el viaje. Bengasi, a ochocientos kilómetros y siendo la segunda ciudad en importancia del país es mi destino obligado. Lugar que simboliza el poder rebelde y que las tropas leales a Gadafi planean recuperar con sangre y balas en las próximas horas.

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