18 abril, 2011

¿Están o no presentes los islamistas en las revueltas árabes?

¿Están o no presentes los islamistas en las revueltas árabes?

por Carlos Echeverría Jesús

El empeño por parte de tantos observadores superficiales, pero también de reputados analistas, de no ver sino a defensores de la libertad y de la democracia en las revueltas que sacuden a cada vez más países árabes, desde el Magreb hasta la Península Arábiga, nos obliga a tratar de explorar si junto a estos hay otros actores cuyos objetivos pueden no ser tan loables en términos de liberalización.[1] Constataremos en este análisis el creciente protagonismo de grupos y movimientos islamistas en las revueltas, hecho que nos debe de obligar a vislumbrar que en un futuro inmediato estos habrán logrado incrementar su protagonismo en estas sociedades pudiendo con ello influir más en las decisiones de sus gobernantes presentes o futuros. Al final, no porque Al Qaida no dirija las revueltas o porque en años de activismo no hayan conseguido derrocar a Jefes de Estado que sí lo han sido por la presión de las masas hemos de considerar a los terroristas como fracasados. Al Qaida es un proyecto de presente y de futuro, y a pesar de las bravuconadas recogidas en sus comunicados o reflejadas en algunos atentados espectaculares es un proyecto de largo plazo, un veneno de efecto lento pero que en situaciones de caos o en las que se baja la guardia, como es la actual, sí pueden aprovechar la oportunidad para consolidarse.
Instrumentos islamistas y sectores religiosos van haciéndose cada vez más visibles en los escenarios de las revueltas y es importante que lo sepamos, sobre todo para cuestionar el arrollador axioma que sólo habla de democratización, de liberalización y de vientos de apertura y de modernización en nuestra vecindad árabe e islámica.
El protagonismo de algunos islamistas relevantes en Yemen
En Yemen, un depauperado país de 24 millones de habitantes que es uno de los frentes más delicados de la lucha contra el terrorismo yihadista salafista y, por ello, contra Al Qaida, el Presidente Alí Abdullah Saleh tiene cada vez más dificultades para mantenerse en el poder tras semanas de duras protestas iniciadas el 21 de febrero y que se han hecho permanentes en la Plaza de la Universidad, en Sanaá. El 19 de marzo Hussein Al Ahmar, líder de la principal confederación tribal del país, los Hashids, se reunía con un grupo de clérigos y emitía después un comunicado de apoyo a los manifestantes anti-Saleh. El día anterior más de 50 personas habían sido asesinadas en las calles de Sanaá por francotiradores cuando se manifestaban tras la celebración de la oración del mediodía. El deterioro de la situación se acelera, y a los problemas antiguos generados por la revuelta shií en el norte, en la región fronteriza con Arabia Saudí, el separatismo en el sur y el activismo terrorista de Al Qaida, se añade ahora la maduración de un bloque opositor que está liderado por un partido islamista radical, el Islah. Para tratar de mediar entre dicha oposición y el Presidente Saleh había visitado Sanaá el 16 de marzo una delegación del Consejo de Cooperación del Golfo bien nutrida de saudíes.
Arabia Saudí se preocupa, y mucho, no sólo por los problemas planteados por los shiíes houthis, levantados en armas en el norte de Yemen desde hace ahora seis años, sino también por el activismo de Al Qaida en la Península Arábiga (AQPA), dinámico grupo terrorista reforzado tras integrar a principios de 2009 la rama saudí con la rama yemení de las filiales de Osama Bin Laden en la región. Los ataques de AQPA contra los shiíes houthis, considerados heréticos por los yihadistas salafistas y 60 de cuyos miembros murieron en un ataque terrorista a principios de marzo, han incrementado en los últimos meses el prestigio de Al Qaida entre algunos sectores yemeníes. En Yemen las fuerzas especiales estadounidenses entrenan a militares en la lucha antiterrorista, la CIA realiza ataques selectivos con aviones no tripulados contra elementos de AQPA y, sabedoras de las vulnerabilidades del sistema de su aliado Saleh, las autoridades estadounidenses mantienen el centro de detención de Guantánamo abierto para seguir albergando en él a un importante número de presos yemeníes – más de la mitad de los 173 reos que hoy quedan allí son de esa nacionalidad - que si fueran devueltos a su país contribuirían a deteriorar aún más su situación interna. De especial interés para España es recordar que el pasado 5 de marzo el Tribunal de la Seguridad del Estado de Sanaá condenaba en rebeldía a quince años de prisión a Emar Ebad Al Wailli, acusado de ser miembro del grupo terrorista que asesinó a ocho turistas españoles en un atentado suicida realizado en la provincia de Mareb en julio de 2007.[2]
Islah es capaz de movilizar a las masas contra Saleh, presentando a este como sicario de los EEUU y denunciando que se “infle” la importancia como amenaza de AQPA o del predicador radical Anwar Al Awlaki,[3] y el hecho de que el jeque radical Abdul Majid Al Zindani haya declarado recientemente su apoyo a quienes protestan es una muy mala noticia para el país pues indica el peso cada vez mayor de los radicales en la revuelta.
Brote reciente en Siria
Siria, como su aliado no árabe pero sí musulmán Irán, había sido hasta ahora un país que se había logrado mantener al margen de las revueltas cada vez más generalizadas en el orbe árabe, desde el Magreb hasta el Golfo, pero las protestas comienzan a escucharse y ello a pesar del aquí sí bastante eficaz sistema de control de las masas y de la circulación de la información. Conviene recordar siempre cómo el padre del actual Presidente, Hafez El Assad, aplastó a sangre y fuego la revuelta de los Hermanos Musulmanes sirios en la ciudad de Hama en 1982: utilizando a la Fuerza Aérea, de la que él era General, provocó la muerte de entre 15.000 y 30.000 personas. Los que sobrevivieron a aquello fueron encarcelados y muchos marcharon a la diáspora, alimentando el islamismo en otras latitudes. En Siria, el estado de emergencia funciona, no como el del Egipto de Hosni Mubarak, y lo único que nos llega en el momento de terminar la redacción de este análisis es que se han sucedido ya varios días de protestas, cada vez más sangrientas, en la localidad meridional de Deraa, cerca de la frontera con Jordania. El boicot informativo que aplica el Estado no permite conocer en detalle el número de muertos pero la cifra sigue subiendo y rondaría ya el centenar, y lo que sí han llegado a filtrar las autoridades, de forma interesada, ha sido el hallazgo de armas y de dinero en la mezquita de Al Omari que aparece como el epicentro de las revueltas.[4] El sur de Siria es una zona especialmente sensible y las movilizaciones en Deraa se habrían extendido también a la cercana Nawa. Como hiciera ya el Presidente Saleh en Yemen, las autoridades sirias han recurrido a la socorrida práctica de acusar a Israel de estar detrás de las revueltas, hablando de mensajes de SMS masivos llegados desde allí cuando comenzaron las revueltas el 15 de marzo.[5] Queda por ver si el régimen de Bashar El Assad logra aplastar la revuelta como hiciera su aliado Mahmoud Ahmadineyad en Irán en 2009, y la referencia que hemos hecho a Hama evoca la práctica siria en el uso de la fuerza contra su propia población.
Egipto: de la movilización de los Hermanos Musulmanes al regreso del jeque Yusuf Al Qaradawi
Desde el momento mismo del inicio de las protestas, el 25 de enero, los Hermanos Musulmanes no han perdido ocasión de estar presentes en las protestas y de dar su opinión – que siempre ha sido tranquilizadora, bien calculada seguramente en términos tácticos para evitar despertar el alarmismo dentro y fuera del país – sobre todas las cuestiones que preocupaban y preocupan a los egipcios y a los extranjeros.
El regreso del jeque Yusuf Al Qaradawi, un egipcio tradicionalmente ligado a la Hermandad que hubo de exiliarse en 1961 y vivía en Qatar, desde donde tradicionalmente ha hecho llegar por doquier sus con frecuencia incendiarios mensajes utilizando el canal de televisión por satélite Al Jazira, ha sido comparado por algún autor con el del Ayatollah Ruhollah Jomeini a Irán en 1979. Ambos son personajes mediáticos, ambos han emitido “fatuas” asesinas – Jomeini contra Salman Rushdie, en 1989, y Qaradawi ahora contra Gadaffi y los suyos – pero la diferencia esencial entre uno y otro sería la voluntad de liderazgo de Jomeini frente a la ausencia de intenciones políticas de Qaradawi.[6] Tenga o no intenciones de liderazgo doméstico en su país, Qaradawi consigue que unos 40 millones de personas en todo el orbe islámico sigan sus homilías cada semana, y eso es digno de ser destacado.[7]
Dos acciones inmediatas a su regreso dan una idea de lo que Qaradawi puede llegar a representar en un escenario como es el egipcio, aún plagado de incógnitas en lo que a su normalización política e institucional respecta. Su homilía en la oración principal del viernes 18 de febrero, dirigida desde la emblemática Plaza Tahrir, fue seguida “in situ” por entre dos y tres millones de personas, y por otras muchas a través de las ondas. Por otro lado, tres días después Qaradawi se permitía emitir una provocadora “fatua” condenando a muerte al aún Jefe del Estado libio, el Coronel Muammar El Gadaffi, y a sus familiares, haciéndolo además en directo a través de Al Jazira. Es preciso darle a este último dato la importancia que tiene, aparte de por su sordidez, en términos de provocación de alcance global dado que, independientemente de que los acontecimientos han evolucionado como lo han hecho y hoy el líder libio está demonizado en muchos rincones del mundo, el citado texto aprobado por este incendiario líder es una provocación que debería de haber recibido una condena internacional. Es por otro lado una muestra de hasta dónde llega este combativo octogenario y de las vulnerabilidades potenciales porque podría activar a individuos de perfiles muy diversos para que traten de cumplir con su contenido alentando así, pura y simplemente, el asesinato.
Qaradawi comenzó a dar problemas hace muchos años, cuando en 1961 se instaló en Qatar huyendo del Presidente Gamal Abdel Nasser. El medio siglo que ha pasado fuera de su país ha sido tiempo bien aprovechado por quien es hoy Presidente de la Unión Internacional de Especialistas en Islam y también del Consejo Europeo para la Fatua y la Investigación. Enormemente mediático quienes le consideran un moderado deberían de saber que declara a todos los shiíes herejes – con lo que ello acarrea para muchos de ellos en siniestros escenarios como Irak o Pakistán – o que alienta los ataques suicidas en Israel y no sólo contra militares y policías sino también contra niños. Muchos autores que siguen las andanzas de Qaradawi insisten en que defiende el diálogo con los cristianos o que apoya la democracia como sistema político pero interesante es comprobar que, que sepamos, ahora cuando se ha producido una nueva matanza de cristianos coptos en su país su intervención moderadora ha brillado por su ausencia.[8] Esa hubiera sido una ocasión de oro para que demostrara que su defensa del diálogo y de la convivencia entre musulmanes y cristianos no es sólo demagogia sino una convicción profunda. De hecho más pronto que tarde tendrá que reaccionar porque la convivencia entre ambas religiones en Egipto promete verse alterada dadas las tendencias observables, en el país y en el entorno inmediato.[9]
¿Dónde están los yihadistas libios?
La “fatua” de Qaradawi es un llamamiento, recordémoslo, “a los oficiales y soldados (tropa) de Gadaffi que tengan la oportunidad de matarlo a que lo hagan”,[10] pero aparte de posibles yihadistas infiltrados en las fuerzas fieles al Coronel es de suponer que habrá en Libia otros individuos que podrían verse tentados a obedecer tan siniestra orden, desde antiguos yihadistas hasta cualquier musulmán que en un momento dado pueda encontrar convincente el texto del predicador. A ello hay que añadir además el hecho de que la propia Unión de Ulemas de Libia, formada por una cincuentena de doctores de la Sharía, emitió el 20 de febrero su propia fatua en el mismo sentido, llamando al Yihad guerrero contra Gadaffi.[11]
El régimen libio estaba precisamente a punto de culminar su programa de desintoxicación/desradicalización de yihadistas que ha puesto en libertad a 360 miembros del Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL), los últimos 110 liberados lo habían sido hace escasas semanas, cuando estallaron las revueltas en su suelo. El regocijo de algunos analistas occidentales y árabo-musulmanes por dicho proceso podría quizás ser puesto a prueba si pudiéramos comprobar qué ha sido de dichos individuos. A buen seguro no estarán entre los fieles a Gadaffi porque es más que dudoso que el programa de desradicalización les haya llevado a adorar a, y a poner sus vidas a disposición de, quien para ellos ha sido siempre un apóstata. ¿Acaso no es este un momento ideal para exigirle cuentas? Además, los yihadistas originarios de la Cirenaica, que son la mayoría, difícilmente habrán perdido la ocasión de aportar sus conocimientos y su motivación a esos esforzados rebeldes que ahora el mundo occidental – con Nicolas Sarkozy a la cabeza – pretende ayudar para quitar de en medio a Gadaffi. Esta realidad, unida a la de la apertura de no pocos arsenales tanto durante los combates con fieles a Gadaffi como en los asaltos realizados por los rebeldes a acuartelamientos, lleva a incrementar la preocupación no tanto por la posibilidad de que sean utilizados de inmediato en el campo de batalla sino más adelante y con fines terroristas.[12] Todo el mundo habla ahora del Consejo Nacional, con sede en Bengasi, pero nadie conoce al detalle quiénes lo componen: no deja de ser chocante que 18 de sus 31 miembros sigan en la clandestinidad por motivos de seguridad, y es cuando menos arriesgado reconocer como gobierno alternativo a quien no se conoce bien.[13]
En cualquier caso la utilización interesada por parte del propio Gadaffi de la referencia a la amenaza islamista, como antes hicieran Ben Alí y Mubarak, hace que muchos prefieran no ahondar en la misma, pero creemos que sí es preciso referirse a ella, quizás no tanto en términos de presente sino más bien de futuro. Más allá de las afirmaciones de Gadaffi en su colérico discurso de 22 de febrero – afirmando que “los manifestantes quieren convertir Libia en un emirato islámico con Bin Laden a la cabeza y dar una excusa a Estados Unidos para intervenir en el país”[14] – hay una presencia yihadista en su suelo que no conviene dar por solucionada y menos en un momento crítico como es el actual.
Libia no va a ser “tumba de imperios”, calificativo que sí se ha utilizado para Afganistán, pero sí vamos a tener que afrontar unas cuantas contradicciones en dicho escenario. Difícil será retomar las relaciones con el régimen de Gadaffi si este perdura, con un Ministro de Asuntos Exteriores como Mussa Kussa que en su día, a fines de los ochenta y siendo jefe de los servicios de inteligencia, fue involucrado en el deleznable atentado aéreo de Lockerbie (270 muertos), pero tampoco será fácil tratar con el susodicho Consejo Nacional radicado en Cirenaica, antiguo y presente vivero islamista, cuya composición detallada es desconocida. Entre los múltiples opositores a Gadaffi que han sido identificados por los medios de comunicación para obtener sus opiniones en las pasadas semanas me quedo con el médico Idriss Aboufaied, refugiado en Suiza que en 2000 fundó la Unión Nacional para la Reforma de Libia, pequeño partido nacionalista y moderado, para quien tras la caída de Gadaffi las elecciones darían sin ninguna duda el poder a los Hermanos Musulmanes.[15]
Aunque es bien cierto que el pulso dentro de los sectores religiosos entre la moderación de las cofradías, y en particular la de los Senussis en Libia, y el radicalismo de los yihadistas salafistas debe de ser destacado, y ello porque no todo lo que suena a religión es potencialmente pernicioso en términos políticos y de seguridad, también lo es que el riesgo de que los segundos se impongan a través de la violencia a los primeros existe, habiéndose verificado antes en escenarios como Argelia.[16]
El papel de En Nahda en Túnez
El regreso desde el exilio del veterano dirigente de En Nahda, Rachid Ghannouchi, el 30 de enero, convocó a muchos tunecinos en el Aeropuerto Internacional de Cartago y en todo el recorrido hasta la capital, con unas masas que no se habían visto ante la llegada de algunos otros exiliados. Mujeres con hiyab y hombres que comenzaban a presumir de sus barbas aportaron una imagen que la persecución de Burguiba y de Ben Alí al islamismo había casi erradicado del paisaje tunecino.[17] Tras su regreso Ghannouchi y En Nahda han adoptado un perfil bajo, pero conviene recordar que esta, la discreción y la prudencia, es una de las exitosas formas de comportamiento de los islamistas, sobre todo en momentos y en lugares potencialmente hostiles. Portavoces del grupo y el propio Ghannouchi no han dudado en tranquilizar a la población con argumentos como que el avanzado estatuto de la mujer no será derogado y que no se presentarán a las elecciones presidenciales que deberán suceder a las generales. A buen seguro ya habrán reforzado su labor asistencial y formativa, sin pedir nada a cambio salvo que no se olvide de dónde han procedido las ayudas y apoyos que aportan: la vieja práctica de los Hermanos Musulmanes, del Hamas palestino y del Hizbollah libanés Algún día, y como han hecho esos otros antes que ellos, podrán permitirse pedir que se recuerde.
Lo que sí ha pedido ya En Nahda ha sido ser legalizado como partido – obteniéndolo a principios de marzo, nada más tomar posesión Beji Caid Essebsi como nuevo Primer Ministro y ahora espera pacientemente en el marco de un proceso que se pretende avance hacia la normalización pero que está tomándose mucho más tiempo de lo que sería deseable.[18] Podemos afirmar haciendo balance de lo hasta ahora ocurrido que el islamismo radical no ha actuado en Túnez aprovechando el caos provocado por las revueltas, aunque sí es cierto que, al igual que ha ocurrido en Egipto y en Libia, armas y presos han sido liberados en medio del caos. Aunque la violencia y el vacío de poder que en algún momento estuvo a punto de darse creaba una situación propicia no se han producido ataques terroristas y el incendio de una sinagoga en la meridional Gabes, producido el 1 de febrero, no ha conducido a conclusiones claras sobre su autoría.[19]
El islamismo argelino
Aunque el régimen del Presidente Abdelaziz Buteflika parece estar mostrándose capaz de controlar el posible surgimiento de protestas organizadas y de carácter permanente lo cierto es que este país, en el que la ofensiva de los islamistas radicales constituyó una verdadera amenaza existencial, la gestión del fenómeno debe de seguir provocando inquietud y de invitar a la prudencia. El islamismo forma parte hoy del Gobierno de coalición, a través del Movimiento Social por la Paz de Soltani, está en el Legislativo, y su versión más radicalizada dinamiza Al Qaida en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI), con efectivos en la montañosa Cabilia y un importante redespliegue en el Sahel. Sumido el régimen en un acelerado proceso de cambios, dinamizado en buena medida por las violentas revueltas de enero y por el efecto de la marea que se está produciendo alrededor, las medidas que se tomen deberán de tener en cuenta dos realidades en lo que al islamismo respecta: la versión radicalizada, la yihadista salafista, no ha sido vencida y se ha reforzado de alguna manera a través de las generosas amnistías de años pasados; y la que podría considerarse moderada, aunque con todas las reservas, lleva años penetrando en el sistema y proyectándose en la población.[20]
Una oposición profundamente dividida, a pesar de que llegó a crearse un embrión de agrupación “ad hoc” en febrero para canalizar las movilizaciones, la Coordinación Nacional para el Cambio Democrático (CNCD), y la agilidad del régimen para hacer concesiones y para mantener el control, han impedido que en Argelia se hayan reproducido hasta ahora escenarios similares a los que han afectado y afectan a los vecinos, pero hubo enfrentamientos en enero, hay conatos de violencia ahora y hay todo un bagaje acumulado que nos lleva hasta la Revuelta de la Sémola de octubre de 1988.[21] El islamismo argelino es tenaz, desde el más radicalizado hasta el que se muestra más posibilista, sigue siendo el ariete para dinamizar a otros islamistas de otras latitudes, y, lo que es también muy preocupante, sigue trabajando con ahínco y con cierta discreción en el seno de la sociedad. Las fases convulsas como la actual les son propicias, porque como lo que los observadores externos buscan en ellas son manifestaciones destacadas y muy visibles lo discreto parece ser irrelevante.
Los cada vez menos discretos islamistas marroquíes
Desde que el 20 de febrero se iniciaran oficialmente las movilizaciones marroquíes, siguiendo la estela dejada ya a aquellas alturas por tunecinos, egipcios, jordanos o yemeníes, entre otros, las calles de las principales ciudades marroquíes no han dejado de estar ocupadas, entre otros, por activistas islamistas, tanto del grupo ilegal pero tolerado Justicia y Caridad, los más y particularmente de sus juventudes, como del Partido para la Justicia y el Desarrollo (PJD), legales estos últimos y que han sido los más tardíos y los que han adoptado un perfil más discreto.
En la susodicha fecha del 20 de febrero contrastó la relativa calma que caracterizó a la manifestación convocada en Rabat con la violencia que estalló en otras ciudades del Reino, particularmente del norte (Alhucemas, Larache, Sefru, Tánger y Tetuán), donde los islamistas han venido teniendo importante cantera, pero también Fez en el centro y Marrakech en el sur. En Alhucemas murieron carbonizados cinco jóvenes en una sucursal bancaria atacada y otro murió en Sefru.[22]
Importante es ahora seguir las movilizaciones que no cesan, dinamizadas además tras la concesión hecha por Mohamed VI con su discurso de 9 de marzo – aunque trató de evitarlo, quienes protestan valoraron que con su presión en las calles obtienen dividendos siendo esas promesas reales uno de ellos -, y vislumbrar en lo que a los islamistas respecta su presencia en escenarios masivos, como Casablanca, y también en otros tradicionales como las ciudades del norte del país. En la capital económica se les vio el 20 de marzo, y hasta los legales del PJD se echaron a la calle para no perder aún más terreno frente a Justicia y Caridad. Estos últimos, que antaño y de la mano de su fundador, el jeque Abdesalam Yassin, habían sido pioneros en criticar a la Monarquía y cuestionar el carácter sagrado de esta, se mueven con más comodidad ahora que otros sectores sociales han comenzado también a criticar al Rey desacralizando poco a poco su figura.[23]

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