15 abril, 2011

La educación convencional seguirá el camino de la agricultura

La educación convencional seguirá el camino de la agricultura

Por Doug French.

El alimento es vital para la supervivencia, y aún así menos del 2% de la población de Estados Unidos trabaja en la agricultura. Es un gran cambio respecto de hace 100 años, cuando más del 40% de la mano de obra se ganaba la vida duramente en las granjas. Si yo hubiera nacido al principio del siglo XX en Kansas, en lugar de a finales de la década de 1950, sin duda mi vida se hubiera desarrollado en la granja.

Entonces l agricultura era intensiva, requiriendo muchas espaldas fuertes, tanto humanas como animales. Además de casi la mitad de la mano de obra, 22 millones de animales trabajaban en el campo. Ahora 5 millones de tractores y una deslumbrante panoplia de aperos agrícolas hacen el trabajo de miles. Las granjas se han hecho más productivas y especializadas. Y el número de granjas ha disminuido radicalmente, mientras que el tamaño de la granja media se ha cuadruplicado.

De acuerdo con el sitio web de USDA, en 1945 hacían falta 14 horas de trabajo para producir 100 búshels de maíz en dos acres. En 1987, solo hacían falta 3 horas de trabajo y un acre para producir la misma cantidad. Ahora cuesta menos que un acre.

Tenemos más variedad de comida a nuestra disposición que nunca. Creada por menos gente. La división del trabajo continúa haciendo maravillas. Gracias a Dios no todos estamos atrapados en la granja. De acuerdo con las cifras de empleo ocupacional de la Oficina de Estadísticas Laborales, 419.200 personas estaban trabajando en granjas, pesca y actividades forestales en mayo de 2009.

El mismo mes de mayo el informe registraba 8.488.740 personas empleadas en actividades de educación, formación y biblioteca. Así que se necesita 20 veces más gente para educar a una pequeña parte de la población que para cultivar comida para todos. ¿Qué pasa con la preparación de la comida? Sí, los empleos de preparación y servicio de comidas totalizaban 11.218.260 empleos, sirviendo a una población de más de 308 millones.

Entretanto hacen falta más de 8 millones para educar a los 81,5 millones que están matriculados en escuelas. La historia y la tecnología dirían que esto indudablemente no puede durar. Un padre orgulloso me dijo recientemente que preguntó a sus hijos sobre el escorbuto. Y mientras que su hija trató de adivinarlo como si fuera un juego, su hábil hijo adolescente se fue a otra habitación y lo buscó en Google, apareciendo rápidamente para dar la respuesta correcta de que la enfermedad que mató a tantos durante muchos siglos se causa por una deficiencia de vitamina C.

Lo que para muchos es la escuela es una sentencia de 12 a 16 años a la que la juventud está confinada, embaucada, preguntada y examinada, en su mayor parte sobre hechos y cifras que ahora pueden obtenerse en segundo con un dispositivo de mano.

El presupuesto para educación en Estados Unidos fue de 972.000 millones de dólares en 2007, de acuerdo con el Statistical Abstract of the United States de 2009 – todo este dinero y toda esta gente por la promesa de que le seguirá una vida de éxito en el empleo. Igual que comprar una casa era la inversión más segura, invertir en educación se piensa que es una apuesta segura. Pero la burbuja inmobiliaria ha estallado y la burbuja educativa sigue a flote, buscando una aguja, de acuerdo con el fundador de PayPal e inversor en Facebook, Peter Thiel.

“Una verdadera burbuja es cuando algo está sobrevalorado y se cree intensamente en ello”, dice Thiel. “La educación puede ser la única cosa en que sigue creyendo la gente en Estados Unidos. Cuestionar la educación es realmente peligroso. Es el tabú absoluto. Es como decir al mundo que Santa Klaus no existe”.

En un artículo para TechCrunch, Sarah Lacy acentúa lo indicado por Thiel escribiendo: “Igual que la burbuja inmobiliaria, la burbuja educativa trata de la seguridad y garantía frente al futuro. Ambas susurran una seductora promesa en los oídos de los preocupados estadounidenses: Haz esto y estarás a salvo”.

Igual que los compradores se endeudaban para comprar McMansiones en el auge inmobiliario, padres y estudiantes están pidiendo prestados miles, y a veces cientos de miles, para títulos en universidades de renombre (y de no tanto renombre), con la idea de que cuando lleguen al otro lado, con el diploma en la mano, el mundo del empleo sea su ostra.

Aparte de los contactos que uno hace en las universidades de la Ivy League, o en Stanford o en cualquier State U, ¿qué sentido tiene? Años de productividad perdida, montañas de deudas y un pedazo de papel que probablemente no tenga nada que ver con las habilidades laborales necesarias en este siglo.

El profesor X, instructor de inglés en una universidad comunitaria se ve asaltado por las similitudes entre las burbujas inmobiliaria y educativa. En su libro, titulado In the Basement of the Ivory Tower: Confessions of an Accidental Academic, X escribe: “Yo, que me siento víctima del esquema piramidal original de la propiedad inmobiliaria (…) he usado el esquema piramidal educativo, el redefinición de quiénes son los estudiantes universitarios, para mi propia salvación”.

Thiel y su socio director del Founders Fund, Luke Nosek, han decidido salvar de las arenas movedizas de la universidad a 20 adolescentes con talento y pagarles 100.000$ a cada uno durante dos años para que creen empresas en lugar de asistir a las clases, ir a los partidos fútbol y acumular deuda en préstamos para estudios. Thiel lo llama “quedarse fuera de la escuela”.

Vendrán buenas cosas de estos “20 con menos de 20”. Pero del resto de los millones que quedan en los campus (y en las escuelas universitarias e institutos), pocos están aprendiendo a pensar y escribir, mientras que todos están ganando la máxima autoestima del mundo.

Ésta es la era de la información, y aún así la capacidad de comunicar no se está enseñando o no se está profundizando en ella. La profesora universitaria de inglés Kara Miller escribía en Boston.com que pocos de sus estudiantes han recibido formación sobre escritura en el instituto y que corregir los trabajos de los estudiantes requiere tanto tiempo que la tarea era virtualmente abrumadora. Cita a Vartan Gregorian, antiguo presidente de la Universidad de Brown, que comprende correctamente que “la capacidad de leer, entender y escribir (en otras palabras, de organizar información como conocimiento) debe verse como equivalente a una capacidad de sobrevivir”.

En un artículo que cuestiona la necesidad de que las universidades ofrezcan posgrados en economía, David Glenn escribe que los empresarios están buscando “gente de 22 años que puedan escribir coherentemente, pensar creativamente y analizar datos cuantitativos y se contentan perfectamente con contratar a posgrados en inglés o biología”.

Sí, los hechos y las cifras están a un clic. La capacidad de usar, entender y comunicar esos hechos es lo que debe enseñarse y no se está haciendo actualmente. Y no hace falta un ejército de 8 millones y un presupuesto de 1 billón de dólares y subiendo para hacerlo.

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