23 abril, 2011

WikiLeaks crea cizaña entre los funcionarios de América Latina

WikiLeaks crea cizaña entre los funcionarios de América Latina

La embajadora de EU en Quito, Heather Hodges, sigue los pasos de Carlos Pascual que renunció el 19 de marzo como embajador en México

EFE

BOGOTÁ.- Las revelaciones de WikiLeaks siguen sembrando cizaña y hoy la embajadora de Estados Unidos en Quito, Heather Hodges, fue declarada persona non grata e invitada a dejar Ecuador por unos cables secretos acerca de la Policía ecuatoriana.

Hodges sigue los pasos de Carlos Pascual que renunció el 19 de marzo como embajador estadunidense en México, tras el escándalo que produjeron algunos de los cables con comentarios suyos no muy positivos sobre la lucha contra el narcotráfico en el país.

Aunque oficialmente no hay vinculación entre la renuncia y los cables filtrados por el portal WikiLeaks, es significativo que el presidente de México, Felipe Calderón, criticase la "ignorancia" de Pascual y los "graves daños" causados a la relación entre México y Estados Unidos por los pronunciamientos del diplomático.

Pascual puso en entredicho la efectividad y bravía del Ejército mexicano en la lucha antidrogas y criticó la descoordinación entre las diversas corporaciones de seguridad.

En el caso de Hodges, el motivo es haber informado a su Gobierno de que "la corrupción es generalizada en las filas de la Policía" de Ecuador y apuntar especialmente a Jaime Hurtado Vaca, máximo jefe policial hasta su renuncia en mayo de 2009, al que acusó de extorsionar, acumular dinero, facilitar el tráfico de personas y proteger a otros agentes involucrados en corrupción.

Lo más polémico del cable parece ser, sin embargo, esta mención al presidente Rafael Correa: las actividades corruptas de Hurtado Vaca eran tan conocidas que "algunos funcionarios de la embajada (de Estados Unidos creen que el presidente (Rafael) Correa debió haberlas conocido cuando le nombró".

Hodges se negó a dar explicaciones al canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, con el argumento de que los documentos de WikiLeaks son robados y el Departamento de Estado calificó de "injustificada" su expulsión de Ecuador, que dijo lamentar "profundamente".

Oficialmente el cambio de Barbara Stephenson por Phyllis Marie Powers al frente de la embajada de Estados Unidos en Panamá (a mediados de 2010) no tiene tampoco nada que ver con WikiLeaks.

Sin embargo, el presidente panameño, Ricardo Martinelli, no ocultó su malestar por los "malentendidos", según su definición, que afloraron con la divulgación de algunos cables diplomáticos.

Según lo filtrado por WikiLeaks, Stephenson informó a su gobierno de que Martinelli le pidió ayuda para "pinchar" los teléfonos de opositores y transmitió a Washington la idea de que el gobernante panameño es "autoritarista" y una "amenaza" para la democracia.

Hasta ahora el malestar producido por las revelaciones de Wikileaks en algunos Gobiernos latinoamericanos, principalmente con Estados Unidos pero no solamente, no ha tenido otras consecuencias.

El presidente de Bolivia, Evo Morales, que por otros motivos expulsó al embajador estadounidense en 2008, considera que la difusión de los cables es una estrategia estadounidense para enfrentar a los gobernantes de América Latina.

"El imperio quedó desnudo, yo no sé que va hacer Estados Unidos, bueno, a ellos no les importa mucho esto no, pero cuántas cosas están saliendo, cómo irrespetan hasta a sus aliados, ¡cuánto espionaje!", dijo el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en noviembre pasado sobre el escándalo global.

Chávez se limitó a pedir la dimisión de la jefa del Departamento de Estado, Hillary Clinton, pese a que en algunos de los cables se le tacha de "loco" y hasta se le compara con Hitler.

En cualquier caso no hubiera podido expulsar al embajador estadounidense, pues ambos países no han tenido relaciones a nivel de embajadores desde 2008, salvo durante un breve periodo.

En Brasil, los cables de Wikileaks no han tenido hasta ahora ninguna consecuencia política y su importancia e interés fueron incluso minimizados el año pasado por el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que los calificó de "insignificantes".

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, que es acusado de ser financiado por el narcotráfico y de no tener capacidad mental para dirigir los destinos de los nicaragüenses en algunos de los cables, tampoco les ha dado mayor importancia.

Los calificó en su día de "chismografía" y "trapos sucios", aunque a la vez señaló que muestran que Estados Unidos es injerencista e irrespetuoso.

El presidente de El Salvador, Mauricio Funes, tampoco se rasgó las vestiduras por el hecho de que el mundo supiera que Estados Unidos considerara "esquizofrénica" su relación con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.

"El Gobierno de Estados Unidos va a seguir dando información a través de sus sedes diplomáticas y eso es lo que hacen todas las sedes diplomáticas y eso no tiene por qué llamarse espionaje ni contraespionaje", declaró Funes en los periodistas.

En Cuba, los cables de WikiLeaks más comentados por medios oficiales han sido las consideraciones de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA) sobre la disidencia tradicional como "un grupo desconectado de la sociedad y más preocupado por conseguir dinero".

El expresidente Fidel Castro opina que el fundador de WikiLeaks, el sueco Julian Assange, ha puesto "de rodillas" a Estados Unidos, mientras su hermano Raúl, actual presidente de Cuba, cree que la masiva filtración de los documentos clasificados demuestran que ese país actúa como un "gendarme global".

A fines de 2010, un breve comunicado de la Presidencia colombiana lamentó la filtración de esos documentos diplomáticos de Estados Unidos y consideró que genera un "enorme riesgo" para la seguridad.

En Colombia ha habido cables muy polémicos, como los que indicaban "operaciones clandestinas" en Venezuela durante la presidencia de Álvaro Uribe y el poder del paramilitarismo.

En Argentina, la embajadora de Estados Unidos, Vilma Socorro Martínez, involucrada en las revelaciones, reconoció que "tomará tiempo" recuperarse de los efectos producidos por la filtración de cables.

Por ese "refrito de mentiras", según la definición de lo filtrado por WikiLeaks hecha por un ministro argentino, se supo que el Gobierno de Estados Unidos pidió información a su embajada en Buenos Aires sobre el estado mental y de ánimo de la presidenta Cristina Fernández.

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