20 junio, 2011

Brasil y el dólar dejan de impulsar

Brasil y el dólar dejan de impulsar al modelo argentino

Por Enrique Szewach

Perfil

Después de este largo ciclo positivo de nueve años, sólo interrumpido sobre finales de 2008 y principios de 2009 por la crisis financiera internacional y la sequía local, ha quedado más que clara la dependencia que tiene nuestra economía respecto de la evolución de ciertos aspectos de la economía internacional. Estos aspectos se vinculan con el precio de las commodities, la liquidez global, la devaluación del dólar y la tasa de interés en el mercado financiero norteamericano; y la actividad económica en Brasil, por su influencia en el sector industrial –automotriz– local.

Dada, entonces, esta relación entre la economía global y la local, conviene repasar las perspectivas que asoman para los próximos meses en las cuestiones mencionadas.

Si esas perspectivas se mantienen favorables, o incluso mejoran, el gobierno de Cristina, si es reelecta, no tendrá demasiados inconvenientes en “profundizar” el modelo sin muchos costos, ni conflictos.

Tampoco tendría graves dificultades un eventual gobierno de la oposición para hacer converger gradualmente en la Argentina a la condición de “normalidad” que predomina en la mayoría de los países de la región.

En cambio, un escenario global menos favorable obligaría, en caso de una continuidad kirchnerista, a buscar nuevas “expropiaciones” y a insistir en las arbitrariedades a las que, en materia de intervención en los mercados, subsidios, controles, restricciones, etc., ha recurrido en los últimos años de gestión, tratando de paliar las consecuencias negativas de la desaparición del superávit fiscal y de la caída del tipo de cambio real por aceleración de los costos internos.

Aunque la inflación fuera la que dice el Indec, lo cierto es que los costos laborales, en base a la estadística oficial, crecen a una tasa de entre el 20 y 25% al año en dólares, si bien desde el bajo piso de 2002.

Para la oposición, por su parte, un escenario internacional menos benigno implicaría menos “gradualismo” en el intento de desactivar el campo minado del desastre de precios relativos, mala asignación de recursos públicos, presión tributaria récord y, sobre todo, pobre institucionalidad que el Gobierno está dejando como “herencia”.

Mirando, entonces, el panorama global, los precios de las commodities, en especial los agrícolas, más allá de sus muy buenas tendencias de largo plazo, parecen estar, en el corto plazo, más cerca de su techo que de su piso, en especial, si la política monetaria del Banco Central norteamericano deja de ser tan devaluacionista del dólar y se reducen los subsidios norteamericanos al uso de granos alimenticios como biocombustibles.

Precios de las commodities agrícolas en los valores actuales o inferiores dejan poco espacio para una nueva ronda de incremento del consumo local –por menor rentabilidad del sector privado vinculado al campo– y de aumento del gasto público financiado con impuestos a la exportación.

Respecto de la liquidez global y el valor del dólar, ya mencioné que mi amigo Ben Shalom Bernanke, el presidente de la junta de gobernadores de la Reserva Federal, anunció el fin de la política de expansión monetaria con compra de Bonos del Tesoro.

Esto también podría poner un piso a la devaluación del dólar respecto de “todo lo demás” e influir en los precios en dólares de las commodities.

Parece lejana, sin embargo, la posibilidad de un aumento de las tasas de interés, lo que es “buena noticia” para nosotros, dado que es esa tasa de interés la que define el costo de oportunidad del ahorro argentino. Ahorro que tiene básicamente al dólar y su rendimiento como referencia.

Por último, Brasil trata de moderar su propia “enfermedad argentina” de la suba de costos en dólares, desacelerando su economía e incorporando también restricciones varias al comercio exterior.

Por ende, por el lado del dólar o de Brasil no es esperable otro nuevo impulso externo positivo.

Todo esto suponiendo, además, que la crisis de la periferia europea no escala y finalmente se pone la plata necesaria para salvar al sistema financiero europeo antes de la reestructuración de la deuda griega.

En síntesis: el mundo no se vuelve “en contra”, pero no parece seguir demasiado “a favor”.
Pensando en el después, ello implica más intervencionismo y heterodoxia en un nuevo período kirchnerista, y menos margen de maniobra para un gradualismo suave en un gobierno opositor.

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