05 junio, 2011

Calderón contra el PRI

Calderón contra el PRI

Acentos

Jorge Medina Viedas

Con Enrique Peña Nieto muy arriba en las encuestas, el gobierno quiso acortar distancias y ordenó la ejecución de un golpe mediático de proporciones considerables.


Ilustración: Mario Fuantos

Se cumplió la amenaza anunciada. La detención de Jorge Hank Rhon es la declaración de guerra del gobierno de Felipe Calderón contra el PRI. Aunque algunos priistas se deslinden de Hank. El ex alcalde priista, hijo de Carlos Hank González, figura emblemática del grupo Atlacomulco, Estado de México, fue detenido con el propósito de demostrar que el crimen organizado, el narcotráfico, la corrupción y el PRI son uno solo.

Hank fue detenido por el Ejército mexicano y la AFI sin orden judicial de cateo ni de detención a las tres de la madrugada en su domicilio de Tijuana. La noticia ya está en la red y en los medios electrónicos y está en marcha el linchamiento en todos los medios.

Así reza el protocolo de la estrategia que entró ya en una nueva fase. Desde hace tiempo filtraron entre columnistas la inminente captura de un connotado priista y entre los nombres que circulaban, por cierto, no figuraba el de Hank.

Con Enrique Peña Nieto muy arriba en las encuestas, el gobierno quiso acortar distancias y ordenó la ejecución de un golpe mediático de proporciones considerables.

Necesitaban un escándalo basado en un hecho actual, mayor en sus efectos que el que pueden producir unos famosos videos con los que se quiere que la gente haga memoria de los saldos negativos del PRI, y piense dos veces el voto a su favor. Por algunos columnistas sabemos que días atrás ya se difundió en un medio público, el Canal 11 del IPN, uno de los cuales refiere los latrocinios del jefe de la policía capitalina durante el gobierno de José López Portillo, Arturo Durazo, encarcelado por Miguel de la Madrid. La difusión del video pasó prácticamente desapercibida, pero ojos que están en todas partes y escriben se encargan de despertar el morbo en quienes no lo vieron.

Lo cierto es que la decisión del presidente Calderón de lanzar este operativo contra el PRI, con el fin de evitar su regreso al poder, es coherente con su política. Hace tiempo que abandonó la idea de gobernar con el consenso de las diversas fuerzas políticas. No es suficiente decir que es un presidente dominado por su odio contra este partido, a lo que por cierto, por patológico que sea, tiene derecho; lo suyo ha de analizarse de acuerdo con sus políticas y los conceptos que la sostienen.

Los hechos hablan por él: transige poco con las fuerzas sociales, se relaciona con actores políticos por obligación, pero no mueve un milímetro sus opiniones y decisiones; algunas veces, sin tener a la ley de su parte, prefiere los litigios que abdicar de sus posturas. Los cuestionados nombramientos de Mony de Swaan y Alexis Milo, la conducta contra Carlos Slim en el sector de las telecomunicaciones, la liquidación del Sindicato Mexicano de Electricistas y, por supuesto, la estrategia contra el crimen son sólo unos ejemplos de una actitud reluctante.

Como presidente es un hombre de derecha y refractario, y no se le puede juzgar de otra manera. Al menos que se le quiera creer a Elba Esther Gordillo que es el “presidente de la educación”. O, fuera de bromas, ¿puede serlo quien impuso su fuerza para exonerar a los funcionarios responsables del incendio que costó la vida de 49 pequeños, en la guardería ABC de Hermosillo?

A Felipe Calderón le ha resultado imposible abstraerse de su espíritu guerrero, combustible ya no de sus cometidos estratégicos, sino de su propia personalidad política. Está siempre en esa tesitura. Los reportes diarios de los partes de guerra lo tensionan, y sus reflejos políticos atienden más a sus emociones que a la mesura.

Lo hemos visto: sus llamados a la unidad siempre vienen precedidos de una postura irreductible. La lectura de sus probables destinatarios es de “o estás conmigo o estás contra mí”. Éstos no tienen más remedio que responder: “No, gracias”.

Al mismo tiempo que su gobierno tiene muchos “fierros en la lumbre”, enfrenta contenciosos con medios de comunicación, gobiernos extranjeros, empresarios, gobernadores, partidos y hasta con miembros del PAN al que pertenece, o sea, gobierna con el ceño fruncido.

En otras palabras, pues, Calderón, que careció de la legitimidad electoral de origen, no optó por ganar una legitimidad sustantiva. Se ha empeñado en desarrollar una política que crispa y polariza a la sociedad. No gobierna para los grandes fines constitucionales como lo establece la ética política, sino para lograr metas electorales.

Éstas son las raíces de las decisiones de Felipe Calderón. Y en esa línea de actuación, es ingenuo no pensar que a la detención de Hank no van seguir otras, y que tal vez ordene que se destapen nuevos casos y se difundan otros videos en prime time y en tv abierta. Pero conociendo los antecedentes de la historia reciente, nadie, absolutamente nadie, puede garantizarle a Calderón que su estrategia va a tener el efecto deseado. No sólo eso, sino que el efecto puede ser exactamente el contrario, o menos eficaz de lo que él espera.

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