18 junio, 2011

El regreso del “pato cojo”

El regreso del “pato cojo”

No nos equivoquemos con Jorge Hank Rhon: es corrupto, asesino intelectual de periodistas y representa lo más dañino del PRI.

Martín Moreno
Un signo podría sellar lo que resta del sexenio de Felipe Calderón: la parálisis. El síndrome del lame duck (pato cojo) —endilgado por el Financial Times al gobierno de Vicente Fox— podría repetirse en la impartición de justicia, en las reformas pendientes, en el Congreso y, sobre todo, en el margen de maniobra de un Presidente acotado por errores propios y de su equipo.
Sí, el “pato cojo” estaría de vuelta, doblado y herido por los yerros en el caso Hank; por la falta de coordinación entre un Ejército que confunde firmeza con ilegalidad y una PGR incapaz y ausente; por jueces que ven claras omisiones en averiguaciones previas, pero que muestran ceguera a la hora de observar 78 armas sin permiso; con un vocero —Alejandro Poiré— al que muy pocos le creerán por las invenciones que manifestó horas después de la detención del ex alcalde de Tijuana.
Un “pato cojo”, cuya única pata de apoyo podría ser quebrada por la revancha y la estrategia del PRI desde el Congreso: tomen su periodo extraordinario y sus reformas. La orden llegada desde Toluca es no hacer ruido en los próximos trece meses, para no arriesgar a Peña Nieto.
¿Para qué reformas —como la política, la laboral y la de seguridad—, que innegablemente beneficiarían al país, si en la agenda priista la prioridad es parálisis política a cambio de Los Pinos?
Desde el Congreso, el priato le cobrará facturas a Calderón debido al caso Hank Rhon, a pesar de haber sido liberado por la jueza Blanca Evelia Parra Meza. De la mazmorra al estadio de futbol. De la desgracia política a la resurrección milagrosa por los errores calderonistas que —vaya paradoja— podrían llevar a Hank a la gubernatura de BC. Así es la política.
No nos equivoquemos con Hank: es corrupto, asesino intelectual de periodistas y representa lo más dañino del PRI. Dejémonos de hipocresías y eliminemos el “presunto” que podrá no ser borrado por la autoridad incapaz, pero que es bien sabido por todos: Hank Rhon ordenó la muerte de Héctor El Gato Félix Miranda y de Francisco Ortiz Franco.
La parálisis en el entorno de Calderón es evidente.
¿Dónde está la procuradora general de la República, Marisela Morales? Ausente —al menos públicamente— en el caso Hank Rhon. Invisible. Inoperante. ¿Alguien la ha visto? Como colaboradora del Presidente, tenía la obligación profesional y moral de salir a dar la cara y defender la postura oficial. No lo hizo. Dejó a la titular de la SIEDO, Patricia Bugarín, enfrentar un caso de pesos completos.
Bugarín criticó la actuación de la jueza Parra Meza y advirtió que la liberación de Hank podría generar mayor impunidad. En algo tiene razón Bugarín: la jueza encontró “inconsistencias” en la actuación del Ejército —evidentes—, pero nada dijo sobre las 78 armas ilegales, dos de ellas relacionadas con homicidios, y 49 de uso exclusivo del Ejército. ¿Por qué esta omisión de Parra Meza?
Son las consecuencias de proceder con ilegalidad, cuando soldados entran a una casa sin orden de cateo o de aprehensión. Grave error. Sale raspado el Ejército y su comandante supremo: el Presidente de la República. Si Calderón sabía del operativo, avaló una ilegalidad que derivó en fracaso jurídico y de imagen. Y si no lo sabía, peor: actuaron a su espalda y se limitaron a avisarle.
¿Dónde está el secretario de Gobernación, Francisco Blake, mientras en su tierra —Baja California— se hacía un batidillo con la ley? Mal parado queda por su actitud tibia e indolente.
Ahora, Calderón envía la solicitud formal a la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, para sacar adelante, en periodo extraordinario, reformas pendientes, así como el urgente nombramiento de tres consejeros electorales del IFE. Calderón tiene razón: es inaplazable legislar ese paquete.
Pero una cosa es lo ideal y otra, muy diferente, la real politik.
¿Acaso espera Calderón que luego de su fuerte, aunque justa y puntual crítica a la dictadura priista pronunciada en la Universidad de Stanford, y el trago amargo que el PRI pasó con la aprehensión de Hank Rhon, le abrirán la puerta a sus reformas, aun sabiendo que son imprescindibles e inaplazables?
La respuesta parece ser no.
Será la revancha del PRI, aun a costa del deterioro económico por la falta de una reforma laboral; del primitivismo político a causa de la ausencia de cambios políticos refrescantes, como candidaturas independientes; o bien, la necesidad de una Ley de Seguridad Nacional.
Todo eso no le importará al PRI, con tal de cobrar facturas.
Al PRI solamente le interesa un plazo: las elecciones presidenciales de julio de 2012. Después de eso, lo que quieran.
¿Y las reformas? Esas podrán esperar más tiempo. Por estrategia. Por revancha.
Mientras, el “pato cojo” deberá aprender a andar con una pata en lo que resta del sexenio.
A menos que Calderón haga algo efectivo, de fondo y, sobre todo, bien hecho. Y pronto.

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