El economista sueco describe cómo salió su país de la crisis de los 90, con reformas que podrían ser útiles para la economía española.
La crisis financiera y económica ha puesto de manifiesto diferencias importantes entre las distintas economías europeas. El comportamiento de Grecia, Portugal o España poco se parece al de, por ejemplo, Alemania o Suecia. Sin embargo, en los medios poco se habla de qué está pasando en estos últimos países. De hecho, parecen existir ciertas ideas preconcebidas muy difundidas que merecen analizarse, como la que considera a Suecia como el modelo del Estado del Bienestar preferido por los socialdemócratas.
Para comprender mejor el pasado, presente y perspectivas de la economía sueca Libre Mercado entrevista a Mattias Lundbäck, economista del prestigioso think-tank sueco Ratio Institute. Recientemente participó en un panel sobre el futuro del Estado del Bienestar en la XIX Reunión Internacional en Estudios Políticos celebrada en Estoril (Portugal) y organizada por la Universidad Católica Portuguesa. Allí habló, precisamente, de la experiencia sueca.
Pregunta (P): En los últimos años, algunos analistas han hablado de la crisis bancaria sueca de principios de los 90. ¿Podría darnos una panorámica de esta crisis, por qué ocurrió y cómo se salió de ella?
Respuesta (R): La crisis bancaria de Suecia de principios de los 90 fue un ejemplo clásico de una economía sobrecalentada y con alta inflación que sufre una desaceleración abrupta. En 1985 el sector bancario fue desregulado en un ambiente económico donde las tasas de impuestos marginales podían alcanzar más del 80% para rentas moderadas, o incluso más del 100%. Dado que los pagos de intereses de la deuda eran fiscalmente deducibles, había un incentivo grande a incurrir en deuda para rebajarse la carga fiscal.
Así, había una demanda de préstamos enorme y cuando el mercado fue desregulado la oferta pudo satisfacer a la demanda. El resultado fue una rápida expansión del crédito en la economía que comenzó con un fuerte endeudamiento de las familias. Sin embargo, durante los años anteriores al crash, la mayor expansión tuvo lugar en el sector empresarial.
Tras varias devaluaciones, la credibilidad del tipo de cambio fijo era baja y el mercado esperaba que Suecia devaluara la corona. Debido a la rápida expansión crediticia y a la política fiscal expansiva, la inflación excedía continuamente el nivel que era compatible con un tipo de cambio estable.
A comienzos de los 90 el ministro de finanzas dimitió debido a la falta de apoyo político y el banco central sueco (Riksbank) empezó a subir los tipos de interés con mayor agresividad. Esto era una señal al mercado de que "esta vez era diferente". Casi al mismo tiempo, la tasa impositiva sobre las rentas del capital se redujo del 50% al 30%.
Los tipos de interés reales después de impuestos escalaron del -1% en 1989 al +5% en 1991. Las empresas más endeudadas comenzaron a quebrar y la crisis de difundió rápidamente al sistema bancario. Durante el periodo 1990-93 las pérdidas totales crediticias alcanzaron alrededor del 17% del volumen de préstamos totales, un nivel comparable a la cercana crisis en los países bálticos.
El Gobierno creó un banco malo y garantizó todo el crédito, excepto el capital. Así, el gobierno rescató a los acreedores, pero no a los propietarios de los bancos (en contraste con la solución reciente de EEUU). El coste de corto plazo de esta garantía bancaria fue de 6.500 millones de euros, pero al final prácticamente todo el monto fue recuperado por el estado.
La defensa de la fijación de la corona sueca en 1992 probablemente agravó la crisis económica. No obstante, a finales de 1992 la corona pasó a flotar libremente, y así permanece, sin haber entrado nunca en la Unión Monetaria Europea.
P: ¿Qué es lo que debería enseñarnos este episodio para lidiar con la crisis de la Eurozona?
R: Una lección clara de la crisis de Suecia es la de abstenerse de proteger a los bancos. Esto podría ser más fácil en la teoría que en la práctica, debido a los riesgos sistémicos, pero lo que es cierto es que el efecto de dejar a los propietarios asumir su propia responsabilidad ha disciplinado a los bancos suecos. Éstos han sido bastante restrictivos en general, a pesar de haber tenido cierta influencia en la burbuja crediticia de los bálticos. El recuerdo del crash de 1992 todavía está vivo para los banqueros suecos y ha evitado satisfactoriamente sucesos como los vistos en Irlanda o Islandia.
La actual crisis del euro es bastante similar a la crisis sueca de los 90, dado que ambas fueron causadas por varios años de tipos de interés reales bajos. Pero también hay diferencias.
En Suecia el motor del boom estuvo en el sistema impositivo. En la Eurozona el motor de la expansión estuvo en la credibilidad económica generada por la entrada en la Unión Monetaria. La percepción era que conseguías algo por nada al entrar en el euro. Pero el mercado se focalizó demasiado en la inflación y no percibió que ser miembro de una unión monetaria también elimina a los bancos centrales nacionales de su papel como prestamista de última instancia. El mercado se dio cuenta demasiado tarde que el riesgo de inflación se había transformado en un riesgo de crédito mucho más traicionero.
La solución sueca a la crisis, un tipo de cambio flotante y un banco central independiente, puede no ser la solución preferible, salvo que la crisis se agrave todavía más. Pero tener un proceso más estructurado para tomar decisiones políticas y un sistema de pensiones autónomo, como existe en Suecia, es bueno aunque un país permanezca en la eurozona.
P: Los socialdemócratas de todo el mundo miran a Suecia con envidia. ¿Cuáles son los rasgos principales del modelo sueco y cómo surgió?
R: El modelo sueco es básicamente el de una economía de mercado con un sistema legal que funciona muy bien. Hasta los años setenta, Suecia no se desviaba mucho de otros países desarrollados en términos de niveles impositivos y de transferencias. Sin embargo, el sector público se expandió y se introdujeron nuevas regulaciones. Incluso se intentó transferir la propiedad de compañías privadas a fondos colectivos controlados por los trabajadores. Aunque esta década puede verse como un paréntesis, Suecia todavía tiene prestaciones e impuestos muy altos.
P: ¿Cómo ha cambiado este sistema desde la década de 1990?
R: Ha habido muchos cambios desde 1990. Ha habido una importante reforma fiscal que limitó las tasas impositivas marginales y una reforma de las pensiones para convertir el sistema en autónomo. Además, varios sectores económicos importantes se han desregulado e introducido sistemas de cheque escolar en el sistema educativo.
Tuvimos diversas reformas para mejorar la estabilidad económica y el proceso de toma de decisiones políticas. El banco central se convirtió en independiente después de que la corona entrara en flotación en 1992. Y tenemos un objetivo de un 1% de superávit para las cuentas públicas.
Desde 2006 el gobierno conservador ha introducido desgravaciones fiscales a quienes trabajan un número de horas mínimo, y el sistema de prestaciones, especialmente las de enfermedad, es ahora mucho más estricto que antes.
Creo que los socialdemócratas de todo el mundo tienen mucho que aprender del pragmatismo de los socialdemócratas suecos. Hay un tipo de racionalidad que produce buenos resultados, independientemente de cuál sea la corriente política dominante. Los 70 fue la excepción, una década de soluciones de ideología marcadamente de izquierdas. En los 80 se produjo una reacción política, con una vuelta a soluciones más basadas en el mercado.
Pero desde los 90 en adelante, hemos tenido un uso más pragmático que ideológico de los mecanismos del mercado. El ritmo de reforma puede diferir, pero la dirección parece clara, independientemente de la mayoría política.
P: ¿Cuál ha sido el impacto de la Gran Recesión sobre la economía sueca?
R: Como un país altamente dependiente de las exportaciones (alrededor del 50% del PIB), Suecia se vio muy afectada por la caída de la demanda externa. El desempleo aumentó un poco, pero la economía se recuperó muy rápidamente cuando se depreció la moneda y la crisis en el extranjero se suavizó.
Ahora mismo, Suecia tiene la tasa de crecimiento más alta de los países desarrollados y un superávit presupuestario creciente. La deuda pública se estima que será menor del 20% en unos pocos años.
La razón por la que Suecia no ha sufrido tanto por la crisis se debe a unas finanzas públicas sólidas, una moneda flotante, y al hecho de que los bancos e instituciones financieras suecas aprendieron la lección de la crisis de 1990, lo que les hizo ser más conservadores que en otros muchos países.
El Gobierno no tuvo mucho que hacer para suavizar la crisis. Los estabilizadores automáticos tienden a ser mucho más importantes que las políticas de gasto discrecional. No obstante, el banco central sí que actuó agresivamente durante la crisis.
P: A la luz de la experiencia de las economías de su entorno, ¿qué lecciones deberían aprender los políticos españoles?
R: Nuestra experiencia es que el estado debería ser duro con los propietarios de las instituciones financieras. Si un banco no puede sobrevivir por sus medios, no tiene cabida en una economía de mercado. Deberían reorganizarse y vender, lo que implica que los propietarios de bancos e instituciones financieras pierdan dinero.
El ejemplo de Suecia muestra la importancia de la consolidación presupuestaria. Si la crisis es realmente severa, recortes fiscales pueden tener incluso efectos expansivos en la economía.
En relación al mercado laboral, podemos mirar a los países Bálticos –Estonia, Lituania y Letonia- y su rápida recuperación tras su crisis, que fue mucho más profunda que en España. Estos países van bien encaminados, las exportaciones mejoran y los déficits están controlados. La diferencia, comparada con España y la mayoría de otros países, es que estos países tienen un mercado laboral muy flexible, y además han hecho recortes en el gasto.
Para permanecer dentro del euro creo que España y otros países tienen que hacer reformas profundas del mercado laboral. El sistema actual no es compatible con la pertenencia en el euro incluso bajo circunstancias normales, mucho menos en las actuales.
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