Por Guillermo I. Martínez
Cubrir lo que ocurre en Cuba de afuera es difícil y muchas veces repetitivo.
Es difícil porque es imposible verificar la información en forma independiente. Uno tiene que depender de la información que dan en forma oficial los funcionarios del gobierno o de lo que uno oye dicen los disidentes.
Este no fue el primer viaje en que Richardson iba en busca de la liberación de un preso político. El tenía la esperanza que la invitación del gobierno cubano era para entregarle a Gross, quien cumple 15 años de cárcel por distribuir computadoras a la Comunidad hebrea de la isla.
Richardson se equivocó. Poco después de su llegada a Cuba el Ministro de Relaciones Exteriores Bruno Rodríguez le informó que Cuba no liberaría a Gross y que Richardson ni siquiera podría verlo en la cárcel.
Es difícil entender las razones por las cuales Cuba lo invitó y después le negó en forma rotunda todo lo que él quería.
Esto es lo que hace difícil cubrir Cuba. En la mayor parte de los casos lo único que se puede hacer es especular. Algunos dicen que hay una división interna en el gobierno comunista que gobierna la isla hace más de 50 años. Especulan que Cuba no quiere mejorar las relaciones con Estados Unidos. Que es difícil hacerlo en omentos en que cualquier gesto pueda ser interpretado como una señal de debilidad; algo que Cuba no puede aceptar en momentos en que cada día hay más disidentes exigiendo libertad.
Personalmente he cubierto decenas de historias sobre la liberación de presos políticos en Cuba. En 1978 dejó en libertad a 3,600 presos políticos. Pero siempre se ha quedado con algunos para “regalarle” a los amigos de la Revolución. Lo hizo con el ex presidente Jimmy Carter, con el mismo Richardson, con el hoy difunto ex senador Ted Kennedy y con el reverendo Jesse Jackson.
Los hermanos Fidel y Raúl Castro siempre tienen prisioneros, como flores, para regalarle a sus amistades internacionales.
Hasta ahora hay exiliados e importantes funcionarios de muchos países que dicen que hablando con Cuba se puede llegar al cambio. Piensan que el ahora presidente Raúl Castro iba a ser más moderado que su hermano Fidel, hoy enfermo y alejado del poder.
¡De nuevo se equivocaron! En Cuba el control de las fuerzas represivas cada día es más fuerte. Raúl y el ejército se han vuelto más represivos en los últimos meses.
Richardson, el viejo amigo de la revolución, fue testigo de esto con el trato que le dieron. El ex funcionario norteamericano debía de haberse percatado que Cuba lo utilizaba para su propaganda con anterioridad. Ahora parece que Richardson se percató de lo obvio.
El martes dijo que viajaría de regreso a Estados Unidos el miércoles y que duda mucho que en vista del trato que le dieron que pudiera en el futuro volver a la isla como amigo –palabras de Richardson.
Richardson y Carter han sido de los mejores amigos de la Revolución en Estados Unidos. Han defendido al gobierno cubano a carta cabal. Cuba siempre podía contar con la amistad y el apoyo de ellos.
Eso, por lo menos, con Richardson parece que se terminó.
La conclusión de Richardson es dura, pero obvia. El ahora está entre los que cree que el gobierno del presidente Raúl Castro no quiere mejorar las relaciones con Estados Unidos. Y en ese caso hay poco que Richardson pueda hacer.
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