Trípoli, 2 sep (dpa) – Los millones de Gadafi volverán pronto a Libia y el país los necesita con urgencia, pero ¿lo gestionará adecuadamente la nueva cúpula del país?. Esa es la pregunta que se hacen ahora muchos libios y la comunidad internacional.
El centro comercial de la calle Rashid en el centro de Trípoli está cerrado desde hace semanas. En las calles laterales traseras un par de comerciantes establecieron sus puestos en los que venden pan, patatas, cebolla, tomates, uvas y plátanos.
Los precios se dispararon en las últimas semanas del dominio de Muamar al Gadafi y una delgada torta de pan cuesta ahora 75 dirhams, unos 4 céntimos de euro, casi el doble que antes. “No tenemos elección si queremos comer”, se queja un cliente de mediana edad, con indignación.
Pero Libia tiene mucho dinero. En todo el mundo se identificaron bienes por unos 120.000 millones de euros en posesión del clan Gadafi y del Estado libio, de los que alrededor de 10.000 fueron desbloqueados hasta ahora, según informó el presidente francés, Nicolsas Sarkozy, en una conferencia para Libia celebrada el jueves en París.
Aviones de las fuerzas aéreas británicas lanzaron en la noche anterior sobre Bengasi, en el este del país, billetes de banco libios depositados en Reino Unido por unos 163 millones de euros.
Y sobran cosas en las que emplear el dinero: decenas de miles de funcionarios en Trípoli y otras zonas liberadas del dominio de Gadafi llevan meses sin cobrar sus sueldos, en los hospitales faltan medicamentos y en Trípoli escasea el suministro de agua. También hay que gestionar el desarme de miles de insurgentes y en otras zonas de conflicto pacificadas la entrega de armas se logró con frecuencia mediante estímulos financieros.
¿Pero a quién irá primero el dinero? El interlocutor de la comunidad internacional es el Consejo Nacional de Transición presidido por Mustafa Abdul Yalil. El gremio tiene sede en Bengasi, donde se estableció tras el brote de la revuelta contra Muamar al Gadafi en febrero. Sólo unos pocos ministros se han dejado ver hasta ahora en Trípoli, aunque todo parece indicar que el nuevo gobierno se asentará también en la capital.
Hoy se notaron los primero signos de una administración urbana: efectivos de limpieza municipales, principalmente inmigrantes africanos, limpiaron la plaza de los Mártires (la antigua plaza Verde) para el rezo del viernes. Y en la cercana calle de Omar Muchtar el chatarrero Lofti Amal instaló su contenedor junto a la acera. “Una vez al día llegan y se lo llevan”, cuenta. “Y el agua también volverá uno de estos días”.
Pero aún no está tan claro que la lluvia de dinero inminente sea una bendición sin peros para el país: “El dinero debe gastarse de forma muy razonable”, afirma Robert Malley, director para Cercano Oriente del think tank International Crisis Group (ICG). “Debe emplearse tanto para mejoras inmediatas como para proyectos a largo plazo de forma que los libios sepan a dónde va y que se hace para su bien”.
Algo que no es evidente, ni mucho menos, pues el Estado de Gadafi no se fundó en base a instituciones transparentes, sino a estructuras secretas despóticas y oscuros comités populares. Y la caída del régimen dejó tras de sí un fuerte vacío:la nueva Libia debe volver a inventarse desde la base.
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