27 septiembre, 2011

Obama (OTP) y las 'primeras primarias'

ESTADOS UNIDOS

Por Manuel Pastor

Sin ánimo de entregarme al autobombo, debo decir que muy tempranamente planteé la hipótesis-prognosis de que Obama podría ser un OTP, One Term President. Mis alumnos de la Universidad Complutense son testigos de ello, así como de este vaticinio que se acabó cumpliendo: las elecciones intermedias de 2010 iban a ser un desastre para el partido demócrata.

Entre los OTP ha habido de todo. Algunos muy ilustres, como John Adams y su hijo John Quincy Adams –por cierto, los primeros en visitar España, en fecha tan temprana como 1779–: aunque políticamente no muy efectivos, fueron sin embargo grandes intelectos que aportaron lo suyo a la fundación de la Nación y a la formulación de su política exterior. Otros se quedaron en un solo mandato porque los asesinaron: Lincoln, McKinley, Garfield y Kennedy; así que no podemos saber si, de haber seguido con vida, hubieran sido rechazados o bendecidos por el electorado. Desde la Segunda Guerra Mundial ha habido cuatro OTP, dos demócratas y dos republicanos: Johnson (récord histórico de voto popular en 1964), Ford (único presidente no elegido por voto popular), Carter y Bush senior. Podríamos añadir el caso de Nixon, que, tras hacerse con un segundo mandato –con un altísimo porcentaje de voto popular–, hubo de dimitir como consecuencia del Watergate y ante la perspectiva de ser sometido a impeachment (otro hito histórico). El caso de Jimmy Carter es probablemente el más patético, por su probada incompetencia. Obama, a la incompetencia le ha sumado arrogancia y radicalismo.

Como he escrito y publicado una docena de artículos sobre Obama, no voy a repetir aquí mis argumentos, que están, por lo demás, a la vista de quien quiera consultarlos. Ya lo catalogué como OTP en textos como "¿La audacia de la esperanza?" (noviembre de 2009), "Obama el populista" (febrero de 2010) o "Sarah Palin" (marzo de 2010). En los medios internacionales, hasta donde he podido averiguar, el primero en endilgarle la expresión fue el británico Alex Singleton, en enero de 2010 ("Barack Obama will be a One-Term President if he does’nt ditch his statism"), seguido sólo cuatro días después por la norteamericana Diana Sawyer ("Obama would rather be really good One-Term President"). Entre los políticos, los primeros que lo hicieron fueron Newt Gingrich, en el programa On the Record de Greta Van Susteren (Fox News, 26-I-2010), y Dick Cheney, en un discurso ante la CPAC (18-II-2010). Como es sabido, la expresión se ha generalizado en el último año, y en el caso de la candidata favorita del Tea Party, Michele Bachmann, se ha convertido en una especie de mantra de campaña.

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Escribo esto días después del gran debate republicano de Orlando (Florida), promovido por Fox News-Google. Junto a la mencionada Michele Bachmann –la única mujer–, participaron otros ocho aspirantes a hacerse con la candidatura del GOP: Rick Perry, Mitt Romney, Ron Paul, Newt Gingrich, Herman Cain, Rick Santorum, Gary Johnson y Jon Huntsman. Cuatro de ellos tienen experiencia ejecutiva, como gobernadores (Perry, Romney, Johnson y Huntsman); otros cuatro, experiencia legislativa, como miembros del Congreso (Gingrich, Bachmann, Paul y Santorum), y solo uno –el único afroamericano– procede de la empresa privada (Cain).

Aunque todas las encuestas coinciden en destacar a Perry y a Romney (o a Romney y a Perry, después del debate de marras) sobre el resto, conviene recordar que, a estas alturas de la partida, hace cuatro años los destacados eran Rudolph Giuliani y Fred Thompson, pero quien terminó por llevarse el gato al agua fue John McCain. Por tanto, es todavía muy pronto para hacer pronósticos (no olviden que aún no sabemos si Sarah Palin dará finalmente el paso), pero lo cierto es que todos los participantes en el debate de Orlando se mostraron convencidos de que Obama es un OTP, y de que cualquiera de ellos podría ser mejor presidente que él.

Comparto sin reservas esa opinión. También considero que todos ellos serían excelentes candidatos a la vicepresidencia. No oculto al lector mis opiniones: Gingrich es con diferencia el mejor preparado en ideas y experiencia política; Bachmann tiene el mejor perfil liberal-conservador, especialmente en el ámbito de los valores familiares; Romney y Perry, hoy por hoy, son los más elegibles...

En estos momentos estamos presenciando lo que llamaré "primeras primarias", pues las oficiales no empiezan sino en febrero, con los caucus de Iowa y las primarias de New Hampshire. En el pasado, algún politólogo llamaba "primeras primarias" al proceso, más silencioso o discreto, de recaudar fondos (en este aspecto, Obama y Romney sacan ventaja al resto, especialmente el primero, con sus amigos supermillonarios: Soros, Buffett, Gates, los magnates de Hollywood, etc.). Pero yo aludiré a la sucesión de debates (ya van seis) que tienen por protagonistas a los aspirantes republicanos a disputar la presidencia a Obama, pues, salvo sorpresa monumental, éste será el candidato demócrata. La amenaza del pesado Ralph Nader –con el asesoramiento del plúmbeo Cornell West–, de competir con Obama desde la izquierda, no parece seria, aunque sería una bendición para los republicanos.

Como observador de este singular y excepcional proceso político democrático (no existe nada parecido en Europa, pese al uso y abuso del término primarias para hacer referencia a elecciones o selecciones intrapartidarias), debo subrayar su ejemplaridad en términos de legitimidad democrática. Se trata de un proceso competitivo en el que los candidatos, individualmente y al margen de las grandes maquinarias electorales, se presentan ante la opinión pública, no solamente a los miembros o votantes de sus respectivas formaciones. Este sistema es realmente una vacuna contra la corrupción intrapartidista y la partitocracia que padecemos en Europa.

En un sentido más profundo, no solo es un ejemplo de salud y calidad democrática, sino que anticipa algo sobre lo que los politólogos deberíamos comenzar a reflexionar seriamente: la posibilidad de una democracia más espontánea y depurada, más representativa y deliberativa, más allá de los partidos políticos convencionales, en una época de corrupción generalizada de la clase política. En definitiva, una democracia más auténtica y legítima.

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