Ahora la Iglesia ve la conexión entre el socialismo y la pérdida de libertades.
Los obispos, sacerdotes y otros líderes de la Iglesia Católica en Latinoamérica solían ser un aliado confiable de la izquierda, gracias a la influencia de la "teología de la liberación", la cual trata de ligar al Evangelio a la causa socialista. Hoy, la Iglesia empieza a reconocer la conexión entre el socialismo y la pérdida de la libertad, lo que está produciendo un cambio en su manera de pensar.
En una región que es más de un 90% católica, este cambio podría tener enormes implicaciones. Una Iglesia que haga hincapié en la libertad podría jugar un papel en Latinoamérica similar al que jugó en Europa del Este durante los años 80, como un contrapeso en defensa de la libertad, durante una época de auge del despotismo.
Una prueba de este cambio se encuentra en un comunicado reciente de los obispos católicos de Venezuela: atacaron la agenda política del presidente Hugo Chávez por su asalto a la libertad bajo el disfraz de ayudar a los pobres. Es moralmente inaceptable, decía el comunicado, y significa un retroceso para el país en términos del respeto a los derechos humanos.
El comunicado de los obispos desde Caracas no fue el primer desafío presentado por la Iglesia a Chávez. El fallecido Cardenal Rosalio Castillo presentó alguna vez la visión de la Iglesia sobre el socialismo bolivariano. El gobierno, explicó, aunque elegido democráticamente, se estaba transformando en una dictadura. Le preocupaban los resultados de este proceso. "Todos los poderes están en manos de una persona que los ejerce de una manera arbitraria y déspota, no con el interés de conseguir el bien común de la nación, sino por un proyecto político arcaico y retorcido: el de implantar en Venezuela un régimen desastroso como el que Fidel Castro ha impuesto en Cuba…"
En México, la Iglesia también se ha enfrentado a la izquierda radical. El mes pasado, un grupo de 150 personas asociadas con el socialista Partido de la Revolución Democrática (PRD) entraron a la catedral de la capital un domingo en la mañana cuando comenzaba la misa. La turba volteó bancos, denunció a los sacerdotes y pronunció arengas anticlericales. El PRD asegura que no fue directamente responsable. Pero el mensaje era claro: cualquiera que no esté a favor de la militancia colectivista está en contra de ella.
Estos son tan sólo dos ejemplos de la creciente tensión entre la Iglesia Católica y la extrema izquierda en Latinoamérica. En Argentina y Cuba, la Iglesia también está asumiendo el rol de la oposición.
Es importante anotar que los líderes de la Iglesia que están desafiando a gente como Chávez no están recomendando que la Iglesia se involucre en política. Su posición, que está de acuerdo con las enseñanzas del Papa Benedicto XVI, es que la relación entre la Iglesia y el Estado en Latinoamérica es compleja y que debería haber una separación clara. Pero también saben la importancia de preservar la libertad y el pluralismo.
Los casos de involucramiento político que hemos leído con más frecuencia tienen que ver con una colaboración con las llamadas "dictaduras de derecha". Pero no se sabe en qué sentido difieren del total control estatal o "dictaduras de izquierda". La teología de la liberación puede apelar al clero con conciencia social, sin embargo también politiza el rol de la Iglesia al bendecir otra forma de control totalitario.
La teología de la liberación apareció hace cerca de tres décadas. La Biblia inculca la preocupación por los pobres, dijeron los teólogos liberacionistas, y luego fueron un paso más allá al decir que Jesús fue un símbolo y defensor de la guerra de clases para expropiar a los ricos en beneficio de los pobres.
Hoy en día, la teología de la liberación aún está de moda y, debido a la confusión intelectual en Latinoamérica, muchos aún creen que el socialismo de Chávez, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, e incluso de Fidel Castro, ofrece esperanza a los pobres. Cuando Chávez anuncia que "democratizará" las propiedades para golpear a los ricos, puede contar con los vítores de muchos admiradores religiosos.
Los líderes sinceros de la Iglesia, que están justamente convencidos de su misión especial para asistir a lo pobres, a veces son atraídos por la falsa esperanza de que impuestos más altos, la redistribución de la tierra, la nacionalización de las industrias y los grandes proyectos gubernamentales ofrecen una salida. Esto es trágico debido a que amenaza con inmiscuir a la Iglesia en la política, poniendo en riesgo su reputación y el mensaje del Evangelio en una agenda política.
Al menos 100 años de evidencia contradicen la afirmación de que un Estado más poderoso (eso es todo lo que la teología de la liberación ofrece) es el medio adecuado para el avance material. Nadie gana nada al aplastar a los ricos, aparte del Estado. Lo que la sociedad necesita no es la expropiación, sino una ampliación de las oportunidades para que todas las clases mejoren sus estándares de vida.
Sólo hay un camino hacia la liberación y es una genuina liberalización de la vida económica y política, que separe al Estado, no sólo de la Iglesia, sino de la cultura y de la vida comercial de la nación.
En mis viajes por la región he detectado una reconsideración honesta. Los líderes presentes y futuros parecen estar reconociendo que, para que la clase media crezca, se necesita tener una comprensión más vibrante de cómo funciona el mercado, en donde la gente se gana la vida. También existe la necesidad de un entendimiento más profundo de los riesgos morales y las oportunidades que la economía política presenta.
La Iglesia, pese a los terribles golpes a su credibilidad en los últimos años, está en la mejor posición para proveer liderazgo y asumir un rol de enseñanza en este momento. Los textos del Papa Benedicto proveen una base sólida. El Papa advierte sobre los riesgos del poder y sus efectos moralmente corruptores, así como los efectos materialmente corrosivos de las políticas socialistas.
La Iglesia puede proveer un liderazgo independiente en la sociedad. Sobre todo, debe haber una independencia de la política. Expandamos ese modelo de independencia a todos los sectores de la sociedad. Así, Latinoamérica se volvería menos vulnerable a los déspotas, desarrollaría una pujante clase media y aseguraría un futuro de libertad y prosperidad. En el rol de la oposición, la Iglesia Católica puede encontrar su verdadera voz como defensora de los derechos humanos y la libertad.
El Padre Sirico es presidente del Instituto Acton, en Grand Rapids, Michigan.
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