Economistas influyentes como Jeffrey Sachs y Paul Krugman, el presidente Barack Obama y una mayoría de la prensa internacional han hecho eco del discurso antidesigualdad de ingresos de los manifestantes en Nueva York. Pero la desigualdad de ingresos revela muy poco acerca del bienestar de las personas en una sociedad o acerca del grado de justicia de las instituciones en ese país.
Will Wilkinson, blogger de política en EE.UU. para The Economist, explicó en un estudio de 2009 que “comemos pan, no cheques”. En otras palabras, el ingreso anual nos dice cuántos dólares gana cada individuo, pero no nos dice qué valor –bienestar, placer o salud– deriva de ese gasto. Wilkinson señala que mientras que la desigualdad de ingresos puede aumentar, la desigualdad de consumo/bienestar puede reducirse o mantenerse estable. Él cita varias investigaciones que indican que durante la década de los noventa la desigualdad de consumo o no varió o de hecho se redujo.
¿Cómo puede ocurrir esto? Por ejemplo, a principios del siglo XX, solamente los superricos tenían refrigeradoras y carros, mientras que ahora prácticamente todos los hogares estadounidenses los tienen. Puede que los superricos tengan una refrigeradora de $ 11.000 y los pobres una de $ 350. No obstante, no importa si usted tiene la refrigeradora cara o la barata, ambas mantendrán igual de fría la leche. Considere también que hoy en EE.UU. más de un 70% de aquellos viviendo debajo de la línea de pobreza de ese país poseen un carro.
La desigualdad de ingresos no es un mal en sí y puede resultar tanto de un sistema justo como de un sistema injusto. A la clase con ingresos más bajos le puede ir muy bien en una sociedad con alta desigualdad de ingresos (como sucede en EE.UU.) o le puede ir muy mal en una sociedad con baja desigualdad de ingresos (como sucede en Etiopía). EE.UU. tiene un nivel de desigualdad similar al de Ghana. ¿Son naciones igual de injustas o subdesarrolladas? Parecería que no. Según el índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, Ghana ocupa la posición 135 y EE.UU. la posición 4.
Si la desigualdad de ingresos en un país es el resultado de instituciones injustas, hay que discutir cómo es que el sistema es injusto. EE.UU. no tiene un sistema perfecto. Los niños de hogares de ingresos bajos están condenados a un sistema de educación pública que no les permite desarrollar al máximo sus capacidades; el gobierno de EE.UU. encarcela a una porción más grande de su población que casi cualquier otro país en la tierra; hay un apartheid económico entre los inmigrantes indocumentados y el resto de la población, por señalar algunos problemas. Con respecto a la crisis financiera, por supuesto que es injusto que se hayan privatizado las ganancias y socializado las pérdidas de Wall Streetmediante los salvatajes.
No obstante, la obsesión con la desigualdad de ingresos nos distrae de esas y otras discusiones acerca de políticas públicas que mejorarían la calidad de vida de la gente. En el Parque Zuccotti de Nueva York piden reducir esa desigualdad mediante una mayor intervención del Estado. Cuidado con lo que desean. En países como Ecuador e incluso en EE.UU., muchas injusticias se cometen precisamente con la intervención del Estado.
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