28 diciembre, 2011

La caudilla del sur y la prensa

La caudilla del sur y la prensa

Por Edwin Brítez

Es sumamente grave lo que está pasando en la Argentina en la relación que mantienen los medios de comunicación con el nuevo-viejo poder instalado a partir de la reasunción de Cristina Kirchner y su comprobado resentimiento en contra de la prensa, que al decir de O Estado de São Paulo es el único obstáculo que le queda para monopolizar el poder nacional.
Desde el gobierno de Néstor Kirchner, el kirchnerismo viene enfrentando  a los más poderosos medios de la Argentina, dando  a la prensa el trato de enemigo, o en el mejor de los casos  de  una competencia por el poder y no el de  ejercicio del periodismo independiente y de herramienta de formación de la opinión pública.

Le molesta, le irrita y no les perdona a Clarín,  a La Nación y a Cablevisión que guarden distancia del poder de turno para desarrollar un periodismo no contaminado por los intereses sectarios y sobre todo por empeñarse en revelar los desatinos políticos y la maraña de corrupción que se derrama desde la propia Casa Rosada.
No han podido con los periodistas ni con los propietarios, entonces buscaron la forma de asfixiar a los medios recurriendo al control de los insumos y materia prima de la prensa escrita; rebuscándose entre los vericuetos legales para estrangular a los medios audiovisuales que lideran el mercado, para finalmente mantener a todos bajo amenaza de cometer terrorismo en el caso de que el Ejecutivo interprete que se ha aterrorizado a la población desde la prensa.
Todo se hace y se hará en adelante con mayor énfasis, con la Constitución en una mano y con la ley en la otra. ¿Recuerdan esa frase de nuestro todopoderoso, varias veces reelecto tiranosaurio?
Todo está perfectamente calculado para eliminar al único enemigo que resta. Todos los demás están alineados al más puro estilo del régimen que ya conocemos en esta región del continente, y con la técnica con resabio de dictadura, que con mayor tufo destilan quienes se hacen del poder por segunda vez.
Nuestros caudillos y caudillas latinoamericanas creen que por el hecho de ser reelectos ya adquirieron estatus de perdonavidas y pueden traspasar los límites, que la democracia impone al poder público, para exterminar cualquier atisbo de oposición, aún cuando esta fuera ejercida legítimamente desde algunos medios de comunicación, recogiendo el sentir de un sector de la población o simplemente haciéndose cargo de la preservación de valores y principios.
Sinceramente creí que nunca llegaría a esta región el modelo chavista caribeño en contra de la prensa. Pensé que a lo sumo avanzaría hasta Ecuador, porque la prensa rioplatense tiene una historia y una tradición de calidad periodística controlando el equilibrio de poderes, además de devolver la sensatez a la ciudadanía las veces que ella se desborda en su pasión incontenible detrás de ensayos populistas.
La misma calidad se puede observar en la prensa brasileña y la chilena, que de esa forma se ha ganado el respeto ciudadano del continente, pero he aquí que la tilinguería chavista ha traspasado la frontera y la tenemos en la Argentina instalada en el Ejecutivo con la complicidad de la cofradía legislativa, esa especie de hermandad que actúa en torno a la fe kirchnerista, tratando de complacer a la reina hasta en lo que no piensa hacer.
Con el control del papel prensa desde la Casa Rosada, a través de los obsecuentes e incondicionales que operan desde unos pocos medios incompetentes, con la sanción “legal” al liderazgo en el mercado de algunos medios audiovisuales y la amenaza de ser acusados de terroristas a cualquiera de ellos, el kirchnerismo cuenta ahora con más recursos para intentar ahogar, no a la prensa en general, sino a los medios que perturben los sagrados oídos de la caudilla reelecta y que casualmente son los de mayor penetración en la audiencia nacional e internacional.

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