La caudilla del sur y la prensa
Por Edwin Brítez
Es sumamente grave lo que está pasando
en la Argentina en la relación que mantienen los medios de comunicación
con el nuevo-viejo poder instalado a partir de la reasunción de Cristina
Kirchner y su comprobado resentimiento en contra de la prensa, que al
decir de O Estado de São Paulo es el único obstáculo que le queda para
monopolizar el poder nacional.
Desde el gobierno de Néstor Kirchner, el
kirchnerismo viene enfrentando a los más poderosos medios de la
Argentina, dando a la prensa el trato de enemigo, o en el mejor de los
casos de una competencia por el poder y no el de ejercicio del
periodismo independiente y de herramienta de formación de la opinión
pública.
Le molesta, le irrita y no les perdona a
Clarín, a La Nación y a Cablevisión que guarden distancia del poder de
turno para desarrollar un periodismo no contaminado por los intereses
sectarios y sobre todo por empeñarse en revelar los desatinos políticos y
la maraña de corrupción que se derrama desde la propia Casa Rosada.
No han podido con los periodistas ni con
los propietarios, entonces buscaron la forma de asfixiar a los medios
recurriendo al control de los insumos y materia prima de la prensa
escrita; rebuscándose entre los vericuetos legales para estrangular a
los medios audiovisuales que lideran el mercado, para finalmente
mantener a todos bajo amenaza de cometer terrorismo en el caso de que el
Ejecutivo interprete que se ha aterrorizado a la población desde la
prensa.
Todo se hace y se hará en adelante con
mayor énfasis, con la Constitución en una mano y con la ley en la otra.
¿Recuerdan esa frase de nuestro todopoderoso, varias veces reelecto
tiranosaurio?
Todo está perfectamente calculado para
eliminar al único enemigo que resta. Todos los demás están alineados al
más puro estilo del régimen que ya conocemos en esta región del
continente, y con la técnica con resabio de dictadura, que con mayor
tufo destilan quienes se hacen del poder por segunda vez.
Nuestros caudillos y caudillas
latinoamericanas creen que por el hecho de ser reelectos ya adquirieron
estatus de perdonavidas y pueden traspasar los límites, que la
democracia impone al poder público, para exterminar cualquier atisbo de
oposición, aún cuando esta fuera ejercida legítimamente desde algunos
medios de comunicación, recogiendo el sentir de un sector de la
población o simplemente haciéndose cargo de la preservación de valores y
principios.
Sinceramente creí que nunca llegaría a
esta región el modelo chavista caribeño en contra de la prensa. Pensé
que a lo sumo avanzaría hasta Ecuador, porque la prensa rioplatense
tiene una historia y una tradición de calidad periodística controlando
el equilibrio de poderes, además de devolver la sensatez a la ciudadanía
las veces que ella se desborda en su pasión incontenible detrás de
ensayos populistas.
La misma calidad se puede observar en la
prensa brasileña y la chilena, que de esa forma se ha ganado el respeto
ciudadano del continente, pero he aquí que la tilinguería chavista ha
traspasado la frontera y la tenemos en la Argentina instalada en el
Ejecutivo con la complicidad de la cofradía legislativa, esa especie de
hermandad que actúa en torno a la fe kirchnerista, tratando de complacer
a la reina hasta en lo que no piensa hacer.
Con el control del papel prensa desde la
Casa Rosada, a través de los obsecuentes e incondicionales que operan
desde unos pocos medios incompetentes, con la sanción “legal” al
liderazgo en el mercado de algunos medios audiovisuales y la amenaza de
ser acusados de terroristas a cualquiera de ellos, el kirchnerismo
cuenta ahora con más recursos para intentar ahogar, no a la prensa en
general, sino a los medios que perturben los sagrados oídos de la
caudilla reelecta y que casualmente son los de mayor penetración en la
audiencia nacional e internacional.
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