Benjamin
Franklin dijo una vez que las únicas cosas ciertas en la vida son la
muerte y los impuestos. Los programas modernos de ayuda social han
creado una situación en la que los esfuerzos por evitar la muerte harán
insoportables las cargas fiscales.
El economista de la Universidad de Boston Laurence Kotlikoff estima
que el actual agujero fiscal del gobierno estadounidense es de 202
billones de dólares. Los capítulos más grandes en esta estimación de
obligaciones federales son las ayudas sociales: Seguridad Social,
Medicare y Medicaid. La carga fiscal de los programas de ayuda social se
dispararán cuando se jubilen 78 millones de baby boomers. La aprobación
del Obamacare solamente sumará a las cargas fiscales futuras.
¿Es real esta cifra de 202 billones? Los baby boomers así lo creen.
Los baby boomers han planificado sus jubilaciones con la expectativa de
que los programas de ayuda social cubrirán buena parte de sus gastos,
especialmente en lo que se refiere a los gastos médicos futuros. A los
estadounidenses más jóvenes una deuda federal general debe parecerles
imposible. Podemos estar seguros de que en algún momento los
contribuyentes rechazarán apoyar todo lo que ha prometido financiar el
gobierno federal a través de sus programas y ayudas.
Los contribuyentes estadounidenses simplemente no serán capaces de
pagar los impuestos necesarios para financiar el gasto federal
proyectado. En algún punto tendremos que controlar los costes.
Paul Krugman ha admitido que tendremos que tomar decisiones difíciles
en el futuro. Las soluciones de Krugman son aumentar los ingresos con
el impuesto del valor añadido al estilo europeo y reducir los futuros
costes médicos con tribunales de muerte. El apunte de Krugman ha
sorprendido a mucha gente. Después de todo, se tiene a Krugman en alta
consideración por parte de los más entusiastas defensores de los
programas federales de ayuda social. Los apuntes de Krugman sorprenden a
personas idealistas que ven a las ayudas como una herencia sagrada,
otorgada por FDR y LBJ. Los idealistas ven a la Seguridad Social como la
joya de la corona del New Deal y a Medicare como la señal de una
sociedad que se preocupa de los mayores.
Krugman simplemente está siendo realista, al menos a un nivel. No
tenemos recursos ilimitados. Los gastos médicos de los baby boomers
jubilados abrumarán a los contribuyentes estadounidenses si no se
recortan los gastos. Lo que pasa es que un porcentaje desproporcionado
de los gastos médicos se producen en los meses finales de la vida.
Controlar los gastos de la financiación pública de la atención médica
significa decidir cuándo morirá la gente.
En su libro clásico, Camino de servidumbre,
Friedrich Hayek explicaba cómo el socialismo erosiona gradualmente la
libertad individual. Aunque no tenemos abiertamente socialismo en
Estados Unidos, los programas de ayuda social han socializado una buena
parte de los costes de jubilación. Hayek predecía este tipo de escenario
que ahora afrontamos financiando los gastos de atención sanitaria de
los jubilados. Hayek describía un proceso por el que el poder se
concentra y abusa de ello. Los representantes elegidos democráticamente
son propensos a largos debates y atascos. Las economías modernas son
demasiado complejas y cambian demasiado deprisa como para que el proceso
democrático mantenga el ritmo. Los funcionarios no elegidos deben
gestionar la operación de un estado social del bienestar.
La gente competirá por puestos de gran autoridad en la burocracia
pública. ¿Qué tipo de gente tiene más oportunidades de ganar en una
lucha por el poder? Los idealistas tienen desventaja en las luchas de
poder. La gente que sólo pretende ayudar a otros probablemente no sea la
mejor en usar y retener el poder público. La gente más despiadada
tiende a tener éxito al ejercer el poder coactivo y la gente de buen
corazón se encontrará en desventaja al tomar decisiones prácticas sobre
cómo utilizar eficazmente el poder del estado.
Paul Krugman ha apuntado a las crudas realidades de nuestro propio
estado social de bienestar. Los liberales idealistas del bienestar
social simplemente quieren proveer las necesidades de todos. La realidad
de la escasez significa que debemos racionar los bienes ofrecidos por
el estado. Si vamos a evitar la quiebra nacional y ofrecer cobertura
médica financiada públicamente, algunos burócratas tendrán que asumir
posturas sobre los “tribunales de la muerte” y decidir cuándo denegar
financiación a la atención médica. La gente de buen corazón no será
capaz de hacer este trabajo. Los idealistas no serán capaces de hacer
este trabajo.
Los temores a los tribunales de la muerte están garantizados porque
la única gente realmente capaz de realizar este trabajo son los últimos
que querríamos que tomaran estas decisiones. Los tribunales de la muerte
son el final de nuestro propio camino de servidumbre. Paul Krugman
simplemente ha echado una dura mirada al abismo de nuestra burocracia
del bienestar social y ha visto su verdadera naturaleza. La única
pregunta es si encuentra este lúgubre resultado aceptable o inevitable.
Tal vez Krugman piense que la burocratización de la sanidad, con sus
tribunales de la muerte, es inevitable. Puede pensar que afrontamos
realidades duras tanto de escasez como de burocratización. Por supuesto,
hay una opción: la privatización y desregulación de la sanidad. ¿Es una
opción viable? Krugman es bien conocido por su crítica a los mercados
libres. El propio libro de texto de Krugman, (Microeconomía, coescrito
con Robin Wells) apoya un estado de bienestar con ayudas sociales.
Krugman y muchos otros como él creen en la redistribución, los
“derechos” económicos y la llamada justicia social. En el mejor de los
casos, estas declaraciones son juicios arbitrarios de valor y en el peor
son mala economía. La gente como Krugman no cree únicamente que los
mercados de la salud fracasen. Desde el primer momento, esa gente nunca
quiso creer que los mercados pudieran funcionar bien.
Afortunadamente, podemos tanto ocuparnos de la escasez como evitar la
burocratización. Los mercados libres de la sanidad pueden controlar los
costes, y sin tribunales de la muerte. Algunos podrían afirmar que las
compañías privadas de seguros tienen sus propios tribunales de la muerte
especificados en las pólizas que venden. Las compañías de seguros no
pueden denegar reclamaciones legítimas. Los problemas legales aparecerán
en cualquier tipo de contrato, pero las aseguradoras no tienen los
poderes coactivos que tienen los gobiernos modernos.
La gente puede asimismo pagar los gastos médicos de su bolsillo. Hay
quien podría objetar a esto diciendo que los gastos médicos son muy
altos. ¿Cómo puede la gente permitírselos pagar privadamente? Yo
respondería preguntando ¿cómo podemos permitirnos pagar más fácilmente
la sanidad públicamente mediante impuestos? El gobierno sólo tiene el
dinero que podemos permitirnos pagar en impuestos, nada más. Además,
nuestro sistema actual de sanidad subvencionada y regulada por el
gobierno ha hecho poco por controlar los costes sanitarios. Ya tenemos
una sanidad burocratizada: es un sistema caro y rígido.
Ni el seguro privado ni los pagos del bolsillo nos llevarán a una
situación ideal. Sin embargo, los medios privados de financiación (ya
sea decidiendo cuánto seguro contratar o cuánto gastar) hace a la
financiación de la sanidad un decisión personal y debe ser así. La
decisión de gastar en sanidad es en definitiva una decisión de
“mortalidad planificada”. ¿Qué podría ser más personal que planificar
las últimas etapas de la vida?
Ludwig von Mises explicaba los costes y rigidez de los sistemas burocratizados en su libro de 1994, Burocracia.
La experiencia con los estados del bienestar y la ayuda social del
siglo XX ha probado que Mises tenía razón respecto de la ineficiencia de
la burocracia. ¿Queremos esperar a ver cómo se hacen realidad las
predicciones de Mises acerca de la tiranía burocrática? El futuro que
afrontamos con costes más altos de Medicare y tribunales de la muerte es
el resultado directo de una generación pasada de estadounidenses
decidiendo que la financiación de la sanidad es un derecho garantizado
por el gobierno. La gente detrás de esta decisión tenía buenas
intenciones pero un plan utópico.
Se está haciendo demasiado evidente que nuestro camino no nos está
llevando hacia una democracia social ideal, sino hacia el peor tipo de
control burocrático. El capitalismo ofrece formas más eficaces y humanas
de ocuparse de la mortalidad.
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