19 febrero, 2012

Colombia: Tres explicaciones de nuestra desgracia – por Jorge Monroy

La justicia es un elemento indispensable para la estabilidad intrínseca de un país, sin duda alguna es una condición necesaria para el desarrollo y es indispensable para la generación de riqueza. Dados los recientes hechos grotescos de los usurpadores que ostentan el poder judicial, no exagero al decir que en nuestro país la rama judicial es la culpable en esencia de que esas tres condiciones que mencioné no se den para Colombia. Los casos de Arias, Luis Carlos Restrepo, Plazas Vega o Uscátegui, la prisión para Juan David Ortega y Oskar Schroeder, entre muchos otros, muestra una inestabilidad intrínseca en el equilibrio colombiano, que puede llevar a un shock social irreparable. ¿Qué debemos hacer entonces para solucionar definitivamente estos tres problemas? En este escrito, buscare las raíces de la cultura que permite que estas cosas pasen, e intentare buscar soluciones para solucionarlas definitivamente.


El origen del mal
A lo largo de mis artículos, he sostenido que la cultura de la amnistía hace que las personas en Colombia entiendan la ley como algo variable. Imagine por ejemplo el caso de un conductor de bus, que debe varios millones de pesos en multas. ¿Por qué no las paga? Por una razón muy simple: finalmente alguien va a querer arreglar con él una solución. Si el señor conductor supiera que una multa le representa seguros más caros y un embargo judicial a sus bienes y a los de su familia, y no esperara una amnistía en el mediano o largo plazo, no tendría ningún incentivo para no pagar. Esa es la misma razón por la cual las FARC no fueron derrotadas, la razón sigue siendo clara: incluso los más acérrimos uribistas siguen hablando de “voluntad de paz” o de “muestras de paz”. Son innumerables los escritos que leo día a día, con personas que asumen que las FARC son un ente de guerra que es malo por sus actos, pero bueno en esencia. El señor lector no se alcanza a imaginar cuántos, incluso autoproclamados derechistas radicales hablan de las FARC como un Robín Hood que ha dejado su ideario para dedicarse a hacerles daño a los pobres. He leído a muchos que afirman que lo malo de las FARC es solamente el hecho de que maten personas pobres, e incluso he llegado a leer el despropósito de sugerir que el problema con las FARC que no se ha dialogado con ellas de una manera eficiente.
Señor lector, si usted no entiende a las FARC como un grupo de criminales que debe ser perseguido policialmente y llevado ante los estrados a responder por sus crímenes, usted está pensando en la cultura de la amnistía. Esa cultura es la que le genera a cada uno de los colombianos un incentivo diferente para no cumplir la ley, lo cual al final nos lleva a ser una nación fallida.
¿Cuál es el origen del mal y aquello que permite tantas injusticias entonces? La cultura de la amnistía, la que nos lleva a creer que somos superiores a la ley.
Cultura de la venganza
Sin embargo, no solo la cultura de la amnistía nos lleva a tolerar una justicia corrupta y comprada. Gran parte de los colombianos, y entre ellos incluyo a muchos uribistas, no están pensando en términos de justicia sino en términos de venganza. Hace poco me sorprendió en la prensa un par de periodistas hablando de Luis Carlos Restrepo como un prófugo de la justicia, un prevaricador y un ladrón de dinero. Eso implica sin duda que los medios ya lo juzgaron y ya lo condenaron. Supongamos por un segundo (suposición falsa a todas luces pero interesante para la discusión) que los medios no están sesgados en este caso. ¿Qué se lee detrás de sus palabras? El deseo de que una persona pague con dolor y sufrimiento un delito. Piénselo: ¿cuántas veces ha deseado usted una muerte horrible o una sentencia cruel y despiadada para un criminal? Es importante que todos entendamos que la cultura de la venganza atenta también contra la estabilidad del país.
Ahora pensemos, como ocurre en efecto, que la persecución contra Luis Carlos Restrepo proviene del gobierno Santos y su ministerio de propaganda, a través de su brazo armado en el poder judicial. ¿Qué los mueve? No es un interés de revisar a fondo los hechos ocurridos en el pasado, es el infinito afán de pagar favores delictivos interesados exactamente en lo mismo: venganza.
Lo cierto es que en este momento pocos estamos exigiendo justicia, y todos están sedientos de venganza. Eso sin duda hace que la tarea de la propaganda santista sea mucho más eficiente, y que la defensa que los uribistas debemos realizar esté siendo pobre y quedándose corta. Entiéndalo, señor lector: Lo que exigimos es que se actúe en derecho y según las leyes, si esto se aplicara con estricta puntualidad, Plazas Vega nunca hubiera sido condenado, el fallo contra Uscátegui ya habría sido revocado, Arias estaría gozando de su libertad, Los cinco de AIS nunca habrían estado en la cárcel, y María del Pilar Hurtado y Luis Carlos Restrepo podrían estar explicándole al país y a los jueces lo sucedido, con total tranquilidad de que contra ellos se actuaría en derecho.
La culpa es de la vaca
Colombia se define en un ajiaco, decía un reconocido profesor de economía: una mezcla de miles de sabores y elementos, que solo les sabe rico a los colombianos. Esta definición es clave para entender el lloriqueo extremo de las personas y al mismo tiempo la inmutable pasividad frente a la desgracia. Un ejemplo: algunas personas en Colombia, pensaron por alguna razón que lanzarle acido a las mujeres era buena idea. Los que hacen las leyes en nuestro país en vez de endurecer las penas contra quienes cometen este crimen, consideran que es mejor dejar de vender ácido. Otro ejemplo, en Medellín se instalaron miles de cámaras para asegurar el cumplimiento de las leyes de tránsito, en lugar de cumplir la ley, los habitantes y sus líderes se organizan en una “desobediencia civil”. Otro ejemplo, El caso AIS, en vez de perseguir a aquellos que parcelaron sus tierras y se lucraron ilegalmente de subsidios del Estado, se persigue a aquellos que no pudieron evitarlo, ¿o es que acaso el lector ha visto a algún Lacouture, Vives o Domínguez en investigación? Sin duda alguna, en Colombia el Estado se asume derrotado, por esa razón el argumento según el cual se lucha contra la corrupción y se persiguen funcionarios de un gobierno anterior tiene tanto eco en la sociedad, mientras que la persecución a los miembros de las FARC como alias Teodora u otros simplemente no avanza.
Tres culturas distintas y un solo colombiano verdadero. O nos damos cuenta de la situación y empezamos a cambiar desde nosotros mismos, o los oscuros y macabros planes del señor Santos, se harán cada vez más fáciles ante nuestro inicuo lloriqueo y triste pasividad.

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