24 febrero, 2012

Economía, política y sistemas hereditarios


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Todo el mundo entiende la existencia deenfermedades hereditarias. Enfermedades ligadas, normalmente, a la herencia genética. Malformaciones que se manifiestan en los pacientes por haber heredado uno o varios genes defectuosos o, también, por haber adquirido hereditariamente alteraciones cromosómicas. Se cuentan como tales los defectos de la vista, miopía o hipermetropía, enfermedades como la diabetes o la hemofilia, e incluso el síndrome de Down o ciertos tipos de cáncer.


En tales pacientes ocurre que sus enfermedades actuales o futuras no han sido desarrolladas por causas directamente imputables a malos hábitos de vida, infecciones, etc., sino que venían incubadas genéticamente desde el pasado. Es decir, que el estado de salud de tales individuos no depende de los hechos del presente, sino de lo que portan hereditariamente.
Esta circunstancia no ocurre únicamente con la salud. Entran en este capítulo los casos que tienen que ver con el control de las epidemias, los comportamientos de los animales depredadores, y también muchos ejemplos de ingeniería mecánica, como puede ser el funcionamiento de ciertos circuitos electrónicos, o la estabilización de un Jumbo o de un gran trasatlántico. Se trata en todos ellos de lo que se denomina en ambientes académicos especializados sistemas hereditarios. Aquellos en los que su comportamiento presente y futuro depende de su historia pasada. Y su control y estabilización, de ser factible, representa uno de los problemas científicos más arduos. Siendo, a veces, imposible si no se toman a tiempo las medidas correctoras en la dirección correcta.

La marca del pasado

La macroeconomía, en su comportamiento, responde igualmente a un tipo de sistema hereditario cuyo devenir depende en gran medida del pasado. Existiendo en este campo numerosos estudios relacionados con el crecimiento económico, la dinámica de los precios o la balanza de pagos, por poner unos ejemplos.
Tomemos el caso de la economía española: en 2007, España tuvo un superávit del 1,7% en las cuentas públicas, cayendo un 3,8% en 2008, 11,1% en 2009, 9,3% en 2010 y un 8%, aproximadamente, en 2011. Es decir, a modo de aproximación, en cuatro años se produjo un déficit global que rondaría casi el 30%. Lo que, si se considera como media un PIB de un billón de euros para facilitar el cálculo, resulta, simplificando, un enorme boquete de 300.000 millones que los españoles en su conjunto tienen que asumir; es decir, pagar. A lo que hay que añadir un 22% de paro, un sistema financiero en grave crisis, la Seguridad Social en déficit, y una deuda pública del Estado y Comunidades Autónomas que se encuentra en el entorno de los 900.000 millones de euros. Cifras de susto en una situación en la que se prevé una nueva recesión económica, al menos en 2012, y una necesidad imperativa de cumplir con los objetivos de déficit marcados por Bruselas.
Esta es la herencia económica con la que se ha encontrado el nuevo Ejecutivo, el cual ha puesto en marcha con celeridad un número de medidas correctoras, cuyos efectos tardarán tiempo en demostrar su viabilidad, pues su respuesta será similar a la de un gran trasatlántico al que un giro del timón no es capaz de cambiar su trayectoria de inmediato.

Acción - reacción

La política, sin embargo, opera en ciertos casos de diferente forma. La herencia, aunque exista, no es lo relevante. El pasado pronto se olvida o, al menos, se hacen todos los esfuerzos para que desaparezca de la vista. Es un sistema de acción-reacción. O, dicho vulgarmente, se opta por desestabilizar y crear tensión para lograr el cambio de tendencia o la salida del oponente cuanto antes. No importa tanto discutir el calado de las medidas tomadas, sino desautorizarlas sin más, dando la impresión de su ineficacia. Y en ello juegan un importante papel los medios de comunicación. Por eso, su control es importante; al igual que lo es el dominio de la calle. Es lo más parecido al fútbol: hay que meter la pelota en la portería como sea.
El Gobierno actual lleva dos meses en el cargo. Poco tiempo para juzgar con responsabilidad sus errores o sus aciertos. No tendrá mucho tiempo, sin embargo, ya que sus oponentes han optado, de momento, por el método futbolístico. Y conjugar los dos aspectos -política y economía- no le resultará fácil, sobre todo si la presión arrecia.
Distinto fue lo que sucedió en Alemania hace 9 años. Un acuerdo de la mayoría para sacar al país del atasco económico en que se encontraba después de la integración de las dos Alemanias. Detallada explicación que dio hace pocos días el Secretario de Estado de Trabajo y Asuntos Sociales alemán en una cena organizada por la Fundación Konrad Adenauer ante un reducido grupo de personas. El objetivo entonces fue acometer las reformas necesarias para evitar la catástrofe de la Alemania unida. Y, entre ellas, la reforma profunda del mercado de trabajo. Una reforma, al decir de los allí presentes, muy similar a la aprobada por el Gobierno español hace pocas fechas. Algo que el propio Secretario de Estado alemán alabó en aquel ambiente. Toda una lección de responsabilidad de la que ahora disfrutan todos los alemanes.
Eduardo Olier, director de la Cátedra de Geoeconomía, Universidad CEU San Pablo.

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