18 febrero, 2012

El memorándum arroja luz sobre el debate en torno al estímulo estadounidense

Por:  
Obama
Obama presenta a su equipo económico tras llegar a la Casa Blanca. / AP
El nuevo artículo de Ryan Lizza sobre la forma de hacer política del Gobierno de Obama se ha publicado en la última edición de The New Yorker. Uno de los documentos en los que se apoya el texto es un memorándum político de 2008 enviado por Larry Summers, el exdirector del Consejo Económico Nacional, al presidente Obama, y que trata sobre la magnitud y la composición del estímulo; Ryan lo compartió conmigo para que le diese mi opinión y parte de lo que le dije aparece reflejado en su artículo.
La conclusión clave que extraje del memorándum es que no se parece en nada a la actual historia que el Gobierno cuenta sobre el tamaño insuficiente del estímulo, según la cual ellos sabían que debía ser mayor pero tenían que enfrentarse a la realidad política. (El memorándum se puede leer en newyorker.com).
En lugar de eso, el memorándum sostiene que un estímulo mayor sería contraproducente desde el punto de vista económico, debido a la "reacción del mercado". Es decir, Summers y sus colaboradores tenían miedo de los invisibles guardianes de los bonos.


Y si hay un cálculo político aquí, es en un sentido diametralmente  opuesto: si el estímulo es demasiado grande, tendremos problemas para reducirlo, pero si es demasiado pequeño, siempre podremos volver al Congreso a por más. Eso era profundamente ingenuo (y yo lo dije en su momento). Ahora bien, pueden seguir sosteniendo que la política hizo imposible un estímulo mayor. Pero ese no era en absoluto el argumento que se blandía dentro del Gobierno en aquella época. No voy a insistir en esto; es  agua pasada y ninguno de los miembros del equipo inicial sigue siquiera ahí a estas alturas. Además, Obama se ha vuelto claramente más firme (como también documenta Ryan).
Así que consideren esto una nota a pie de página de la historia de lo que salió mal.
Lo que ha dicho Jared Bernstein sobre el memorándum
Bernstein, economista y miembro  del Centro de Prioridades Políticas y Presupuestarias, es quien mejor defiende la idea de que Summers no estaba realmente preocupado por los invisibles guardianes de los bonos. Eso sigue sin ser lo que yo leí pero, nuevamente, ya es agua pasada. Uno de los problemas que plantea la interpretación del memorándum es que parece una combinación mal mezclada de cosas de distintas personas; le dije a Lizza que me sentía como si estuviese haciendo un análisis textual de la Biblia, tratando de identificar qué pasajes correspondían al autor S, cuáles al autor O y cuáles al autor R. Aquellos con los que más de acuerdo estoy parecen de R; los que no me gustan probablemente sean de O.
Bernstein tiene razón en que el error de cálculo verdaderamente, verdaderamente esencial fue la idea de que podrían volver a por más (una incapacidad para comprender la naturaleza tremendamente partidista de la situación). Bernstein escribía en su blog On the Economy (Sobre la economía) el 23 de enero: “Larry se equivocaba, al igual que yo y muchos otros, en que sería más fácil añadir que quitar. De hecho, la evolución de esa opinión forma parte del núcleo del mordaz análisis de Lizza, el cual, en el fondo, es una anatomía de la magnitud del partidismo en el que actualmente estamos sumidos. Es justo decir que muy pocos de nosotros vimos venir esa dinámica desde el primer momento”.
Y esto me sigue pareciendo totalmente desconcertante y frustrante, porque yo pensaba que era absolutamente evidente que necesitaban un éxito tangible en la primera ronda, o no sería posible nada más. Y tengo que decir que esto nos lleva de nuevo a Obama. Llegó a la presidencia creyendo, a pesar de todas las pruebas en contra, que podría superar el partidismo. Esto fue lo único que me preocupó durante las primarias; y su reticencia a abandonar esa creencia probablemente hizo mucho daño durante esos primeros meses cruciales.

No hay comentarios.: