Por David Howden.
Un lamento que se escucha hoy
a menudo (tanto ala oeste como al esta del Atlántico) es que los niveles de
inflación son peligrosamente bajos. Aunque la mayoría de los bancos centrales
pongan un objetivo de inflación en torno al 2-3%, los índices generales de
precios de la mayoría de los países occidentales están cayendo por debajo del
límite inferior de ese objetivo. Está apareciendo un miedo a la deflación
(apoplitorismofobia, como la llama
Mark Thornton).
Sin entrar en si la deflación
es buena, mala o benigna, deberíamos evaluar de dónde viene la inflación. (El
lector interesado puede consultar Less than Zero: The Case for a Falling
Price Level in a Growing Economy, de George Selgin, y “¿Quién teme a la deflación?”, de Philipp
Bagus, para ver el lado positivo de una caída en el nivel de precios).
Hablando estrictamente,
inflación y deflación solo pueden producirse por cambios en la cantidad de
dinero existente. Los aumentos en la cantidad de dólares, en igualdad de condiciones,
causan aumentos en los precios. Una disminución de los dólares causará el
efecto opuesto. Aunque puedan producirse brotes de inflación bajo cualquier
régimen monetario, la deflación se limita a un tipo concreto: el sistema de
banca de reserva fraccionaria.
Hubo un tiempo en que había un
sistema bancario basado en el concepto de un principal con reserva del 100%. Alguien llevaba su efectivo duramente ganado al
banco, lo depositaba en las arcas del banco y éste prometía protegerlo hasta
que la misma persona volviera a reclamarlo. Aunque el dinero es fungible (es
decir, no podemos distinguir un billete de dólar de otro, igual que las fanegas
de grano), el banco prometía mantener lo que se llama un tantundem, una cantidad y calidad equivalente del bien depositado.
Si depositas un dólar, el banco te promete tener un dólar en sus arcas, pero no
necesariamente el mismo.
Luego el mundo bancario cambió
a lo que hoy conocemos como banca de
reserva fraccionaria. Ya no se obligaba legalmente a un banco a tener seguro
tu depósito. Después de todo, era raro que todos vinieran y pidieran sus
depósitos al mismo tiempo. Los bancos prestaban una fracción de sus depósitos
totales, creando así una cantidad mayor de títulos de dinero del que realmente
existía.
Hoy la Reserva Federal
establece lo que se conoce como el requisito de reserva para los bancos. Es el
porcentaje mínimo de todos los depósitos que debe mantenerse en las arcas de
los bancos para los clientes. Por tanto, si un depositante entra y abre una
cuenta en un banco estadounidense para depositar 100$, el requisito de reserva
es la cantidad que el banco debe mantener legalmente en sus arcas durante todo
el tiempo. El banco puede hacer lo que quiera con el resto. Normalmente lo
presta a gente que quiere pedir prestado dinero.
Hoy la Fed aplica un requisito
de reserva de cerca del 0%. Lo que significa esto es que los bancos
domiciliados en Estados Unidos tienen poca obligación de salvaguardar o tener
ninguna cantidad que se deposite en ellos. Nuestro teórico depositante anterior
podría potencialmente ver todo su depósito prestado a algún otro en el momento
en que lo confía al banco para su salvaguarda.
Mucha gente cree que esto es
discutible. Los bancos mantienen una pequeña reserva preventiva de dinero para
tenerlo a mano cuando los depositantes vengan a reclamar sus depósitos. Y
cuando los tiempos son buenos y los mercados funcionan con mucha liquidez, no
parece haber problemas importantes con esta disposición. Aún así, pregunten a
un depositante de uno de los 92 bancos
que fueron declarados insolventes en 2011 si piensan que esta disposición de la
“reserva fraccionaria” es discutible. Cuando los mercados se encuentran en
medio una caída en la liquidez, se hace cada vez más difícil, en algunos casos
directamente imposible, atender todos estos depósitos.
Aunque este el problema que se
ve como más común con la banca de reserva fraccionaria (un problema que todos
los economistas están de acuerdo en que existe) hay un asunto adicional que no
es menos importante.
Al insistir en que solo una
fracción de los depósitos se mantenga en los bancos como reserva, a los bancos
se les permite crear más “dinero” (más exactamente, medios fiduciarios) que el que puede pagarse con el dinero base.
Este aumento en la oferta monetaria es lo que pone en marcha las fuerzas
inflacionistas que los bancos centrales tratan de limitar a través del rango de
inflación del 2-3% antes explicado.
Lo que la gente no entiende es
que ninguna deflación puede producirse sin una previa inflación. De hecho, como
escribe Murray Rothbard en su tratado El
hombre, la economía y el estado:
Está claro que la inflación es el acontecimiento
principal y el propósito esencial de la intervención monetaria. No puede haber
deflación sin que se haya producido una inflación en algún periodo previo de
tiempo. (p. 990)
El
fenómeno que atemoriza tanto a los banqueros centrales del mundo y contra el
que han acordado luchar con todo su poder (la deflación) es una creación de sus
propias manos. Sin el periodo de inflación que nos ha llevado al presente, no
podría haber habido amenaza de deflación. El sistema de banca de reserva
fraccionaria permite una expansión de la oferta monetaria que alimenta las
condiciones que permiten un periodo de deflación. Si ha de verse esta deflación
como algo malo (y me gustaría destacar la palabra “si”), entonces eliminarla
sería algo sensato. Eliminando el sistema de banca de reserva fraccionaria
eliminaríamos la raíz de la consiguiente deflación: la inflación.
Si las
acciones de la Fed y las de los demás bancos centrales en los últimos tres años
han parecido confusas, no debería sorprendernos. Están luchando contra un
enemigo (la deflación) que han creado ellos mismos. Al no admitir su
culpabilidad, tratan de borrar sus huellas aplicando políticas cada vez más
tenues e impracticables. Tal vez lo que tenga ahora sentido es un cambio de
régimen que se aleje del sistema de banca de reserva fraccionaria que creo este
problema.
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