18 febrero, 2012

El origen inflacionista de la deflación

Por David Howden.
Un lamento que se escucha hoy a menudo (tanto ala oeste como al esta del Atlántico) es que los niveles de inflación son peligrosamente bajos. Aunque la mayoría de los bancos centrales pongan un objetivo de inflación en torno al 2-3%, los índices generales de precios de la mayoría de los países occidentales están cayendo por debajo del límite inferior de ese objetivo. Está apareciendo un miedo a la deflación (apoplitorismofobia, como la llama Mark Thornton).
Sin entrar en si la deflación es buena, mala o benigna, deberíamos evaluar de dónde viene la inflación. (El lector interesado puede consultar Less than Zero: The Case for a Falling Price Level in a Growing Economy, de George Selgin, y “¿Quién teme a la deflación?”, de Philipp Bagus, para ver el lado positivo de una caída en el nivel de precios).

Hablando estrictamente, inflación y deflación solo pueden producirse por cambios en la cantidad de dinero existente. Los aumentos en la cantidad de dólares, en igualdad de condiciones, causan aumentos en los precios. Una disminución de los dólares causará el efecto opuesto. Aunque puedan producirse brotes de inflación bajo cualquier régimen monetario, la deflación se limita a un tipo concreto: el sistema de banca de reserva fraccionaria.
Hubo un tiempo en que había un sistema bancario basado en el concepto de un principal con reserva del 100%. Alguien llevaba su efectivo duramente ganado al banco, lo depositaba en las arcas del banco y éste prometía protegerlo hasta que la misma persona volviera a reclamarlo. Aunque el dinero es fungible (es decir, no podemos distinguir un billete de dólar de otro, igual que las fanegas de grano), el banco prometía mantener lo que se llama un tantundem, una cantidad y calidad equivalente del bien depositado. Si depositas un dólar, el banco te promete tener un dólar en sus arcas, pero no necesariamente el mismo.
Luego el mundo bancario cambió a lo que hoy conocemos como banca de reserva fraccionaria. Ya no se obligaba legalmente a un banco a tener seguro tu depósito. Después de todo, era raro que todos vinieran y pidieran sus depósitos al mismo tiempo. Los bancos prestaban una fracción de sus depósitos totales, creando así una cantidad mayor de títulos de dinero del que realmente existía.
Hoy la Reserva Federal establece lo que se conoce como el requisito de reserva para los bancos. Es el porcentaje mínimo de todos los depósitos que debe mantenerse en las arcas de los bancos para los clientes. Por tanto, si un depositante entra y abre una cuenta en un banco estadounidense para depositar 100$, el requisito de reserva es la cantidad que el banco debe mantener legalmente en sus arcas durante todo el tiempo. El banco puede hacer lo que quiera con el resto. Normalmente lo presta a gente que quiere pedir prestado dinero.
Hoy la Fed aplica un requisito de reserva de cerca del 0%. Lo que significa esto es que los bancos domiciliados en Estados Unidos tienen poca obligación de salvaguardar o tener ninguna cantidad que se deposite en ellos. Nuestro teórico depositante anterior podría potencialmente ver todo su depósito prestado a algún otro en el momento en que lo confía al banco para su salvaguarda.
Mucha gente cree que esto es discutible. Los bancos mantienen una pequeña reserva preventiva de dinero para tenerlo a mano cuando los depositantes vengan a reclamar sus depósitos. Y cuando los tiempos son buenos y los mercados funcionan con mucha liquidez, no parece haber problemas importantes con esta disposición. Aún así, pregunten a un depositante de uno de los 92 bancos que fueron declarados insolventes en 2011 si piensan que esta disposición de la “reserva fraccionaria” es discutible. Cuando los mercados se encuentran en medio una caída en la liquidez, se hace cada vez más difícil, en algunos casos directamente imposible, atender todos estos depósitos.
Aunque este el problema que se ve como más común con la banca de reserva fraccionaria (un problema que todos los economistas están de acuerdo en que existe) hay un asunto adicional que no es menos importante.
Al insistir en que solo una fracción de los depósitos se mantenga en los bancos como reserva, a los bancos se les permite crear más “dinero” (más exactamente, medios fiduciarios) que el que puede pagarse con el dinero base. Este aumento en la oferta monetaria es lo que pone en marcha las fuerzas inflacionistas que los bancos centrales tratan de limitar a través del rango de inflación del 2-3% antes explicado.
Lo que la gente no entiende es que ninguna deflación puede producirse sin una previa inflación. De hecho, como escribe Murray Rothbard en su tratado El hombre, la economía y el estado:
Está claro que la inflación es el acontecimiento principal y el propósito esencial de la intervención monetaria. No puede haber deflación sin que se haya producido una inflación en algún periodo previo de tiempo. (p. 990)
El fenómeno que atemoriza tanto a los banqueros centrales del mundo y contra el que han acordado luchar con todo su poder (la deflación) es una creación de sus propias manos. Sin el periodo de inflación que nos ha llevado al presente, no podría haber habido amenaza de deflación. El sistema de banca de reserva fraccionaria permite una expansión de la oferta monetaria que alimenta las condiciones que permiten un periodo de deflación. Si ha de verse esta deflación como algo malo (y me gustaría destacar la palabra “si”), entonces eliminarla sería algo sensato. Eliminando el sistema de banca de reserva fraccionaria eliminaríamos la raíz de la consiguiente deflación: la inflación.
Si las acciones de la Fed y las de los demás bancos centrales en los últimos tres años han parecido confusas, no debería sorprendernos. Están luchando contra un enemigo (la deflación) que han creado ellos mismos. Al no admitir su culpabilidad, tratan de borrar sus huellas aplicando políticas cada vez más tenues e impracticables. Tal vez lo que tenga ahora sentido es un cambio de régimen que se aleje del sistema de banca de reserva fraccionaria que creo este problema.

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