En la codicia confío
Ideas - Libertad Digital, Madrid
Recientemente publiqué una columna en la
que abría el fuego preguntando: "¿Qué motivación humana subyace a los
logros más extraordinarios?". Acto seguido respondía: "La codicia".
En el artículo de marras no celebraba el
fraude, el robo, la deshonestidad, las prebendas otorgadas por el
Estado y demás cosas despreciables, sino a quien hace todo lo posible
pensando en su propio beneficio.
Pensemos la discriminación racial, que
empezó a ser una cuestión candente en el mundo del béisbol en 1947,
cuando los Brooklyn Dodgers ficharon a Jackie Robinson.
¿Por qué lo hicieron? ¿Por complejo de culpa de los propietarios
blancos, o forzados por la ley? Para nada. Lo hicieron porque era un
gran jugador.
Las ligas negras de béisbol eran una
gran reserva de talento, y a los rivales de los Dodgers cada vez les
perjudicaba más el dejar al conjunto neoyorquino monopolizar ese
mercado. El premio al jugador más valioso fue a parar durante siete
temporadas consecutivas a beisbolistas negros. Si los demás equipos no
hubieran decidido finalmente imitarlos, los Dodgers hubieran
monopolizado igualmente el título de campeones.
En tiempos del apartheid, los
blancos detentaban el control político y económico en Sudáfrica. La
legislación laboral también era racista, al punto de que reservaba a los
blancos el desempeño de ciertos cargos o profesiones. Pues bien, fueron
muchos los empresarios que quebrantaron la ley, y los sindicatos
blancos de la construcción llegaron a poner el grito en el cielo...
porque la legislación, entendían, les perjudicaba.
Sucedió que los contratistas blancos
comprobaron que les salía a cuenta contratar mano de obra negra por
mucho menos de lo que costaba la blanca, y los racistas trabajadores
blancos reaccionaron como reaccionaría cualquier progre o sindicalista
que se precie: exigiendo leyes de salario mínimo y de igualdad salarial.
La Junta Salarial afirmó: "Se trataría de fijar un salario mínimo (...)
tan elevado que ningún nativo [sic] tenga probabilidades de ser
contratado". "Igual salario por igual trabajo" se convirtió, así, en el
grito de guerra del movimiento sindical blanco.
Los sindicalistas de Estados Unidos
también lucharon contra iniciativas empresariales que, buscando mejoras
en materia de rentabilidad, resultaban beneficiosas para los negros.
Tras la infausta huelga convocada en 1909 por la Hermandad de Bomberos
del Ferrocarril, una junta arbitral decretó que blancos y negros
recibieran idéntico salario, ante lo cual los sindicalistas reaccionaron
declarando: "Si la compañía sigue esta senda y desaparecen los
incentivos para la contratación de negros, la huelga no habrá sido en
vano".
La Ley Davis-Bacon fijó un salario
mínimo para aquellos proyectos de construcción financiados o
subvencionados por el Erario. Durante el debate legislativo previo a su
aprobación, el congresista por Missouri John Cochran dijo haber recibido
"numerosas denuncias" contra contratistas sureños que daban trabajo a
trabajadores negros procedentes igualmente del Sur, y su colega Miles
Allgood, de Alabama, se lamentaba de la competencia que por situaciones
así había de soportar la clase trabajadora blanca. En cuanto al
secretario de la Federación Americana del Trabajo, William Green,
afirmaba que la búsqueda de trabajadores negros tenía por objetivo
rebajar los salarios.
Los ejemplos de las trabas que ha de
sortear la gente que busca lo mejor para sí misma son muy abundantes y
se dan en todo el mundo. El combate contra la codicia siempre ha acabado
resultando perjudicial para quienes son objeto de discriminación.
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