26 febrero, 2012

La caída del comunismo en Virginia

Por Murray N. Rothbard.
De hecho, a la colonia de Virginia no le iba muy bien con la expulsión de los pobres que sobraban de Inglaterra. Además de enviar vagabundos y criminales a Virginia, la London Company y la ciudad de Londres acordaron trasladar niños pobres de Londres a Virginia. Sin embargo, los más pobre rechazaron la ventaja ofrecida y la empresa actuó para conseguir leyes para forzar a los niños a emigrar. De hecho, parecía que la colonia de Virginia, al no poder tampoco ofrecer beneficios a los inversores de la compañía, estaba convirtiéndose en un fracaso en todos los aspectos.

De hecho, la supervivencia de la colonia de Virginia pendió de un hilo durante años. Los colonos no estaban habituados al trabajo que requería un pionero y la malaria los diezmaba. De los 104 colonos que llegaron a Virginia en mayo de 1607, solo 30 seguían vivos en ese otoño y durante años prevaleció una tasa de mortalidad similar entre los recién llegados. Aún en 1616, solo quedaban 350 colonos de un total de más de 1.600 inmigrantes.
Una razón importante para la supervivencia de esta afligida colonia fueron los cambios que la compañía acordó hacer en su estructura social. La mayoría de los colonos habían estado bajo contratos “indentados” y estaban al servicio de la compañía durante siete años a cambio del dinero del pasaje y el mantenimiento durante el periodo y a veces de la perspectiva de un pequeño terreno en final de su servicio. Este contrato se llamaba indentado porque estaba escrito originalmente por duplicado en una hoja grande, estando las dos partes por una línea dentada llamada “indentado”. Aunque es verdad que el contrato original era por lo general voluntario, también lo es que una sociedad libre no aplica contratos de esclavitud voluntaria, ni aunque sean voluntarios, ya que debe permitirse a una persona cambiar de opinión y por la imposibilidad de enajenar el control de una persona sobre su voluntad y cuerpo. Mientras que la propiedad de un hombre puede enajenarse  y puede transferirse de una persona a otra, la voluntad de un hombre no lo es: el acreedor en una sociedad libre puede obligar a recuperar el pago del dinero que pueda haber adelantado (en este caso, el dinero del pasaje y el mantenimiento), pero no puede continuar obligando al trabajo esclavo, por muy temporal que sea. Además, muchos de los indentados eran obligatorios y no voluntarios (por ejemplo, los que afectaban a prisioneros políticos, deudores encarcelados y niños secuestrados de las clases inglesas más bajas). Los niños eran secuestrados por “profesionales” y vendidos a los colonos.
En las condiciones concretas de la colonia, la esclavitud, como siempre, roba al individuo su incentivo para trabajar y ahorrar y por tanto pone en peligro la supervivencia del asentamiento. El nuevo estatuto otorgado en 1609 por la Corona a la empresa (ahora llamada la Compañía de Virginia) añadía a los incentivos de los colonos individuales la provisión a cada uno por encima de los diez años una acción en la compañía. Al final de los siete años, a cada persona se le prometía una concesión de 100 acres de terreno y una participación en los activos de la compañía proporcional a las participaciones que tuviera. El nuevo estatuto también concedía más independencia a la compañía y más responsabilidad a sus accionistas, al proveer que todas las vacantes en el dirigente Consejo Real fueran cubiertos por la compañía, que así acabaría asumiendo el control. El estatuto de 1609 también acumulaba problemas para el futuro al añadir tierras vírgenes a la concesión de terrenos a la Compañía de Virginia. El estatuto original había limitado sensatamente la concesión al área costera (hasta 100 millas hacia el interior), el nivel de soberanía inglesa en el continente. Pero el estatuto de 1609 extendía grandiosamente la Compañía de Virginia “de mar a mar”, es decir, al oeste hasta el Pacífico. Además, su redacción era tan vaga como para no deja claro si la extensión era hacia el oeste o el noroeste (no era un asunto académico, sino una posterior fuente prolífica de conflictos). El estatuto de 1612 añadía la isla de Bermudas al enorme dominio de Virginia, pero ésta se separaría pronto a una empresa filial.
Los incentivos que proporcionaba el estatuto de 1609 eran sin embargo solo promesas futuras. La colonia seguía estando gestionada sobre principios “comunistas”: cada persona contribuía con el fruto de su trabajo de acuerdo con su capacidad a un almacén común gestionado por la compañía y de este almacén cada uno recibía de acuerdo con sus necesidades. Y esto era un comunismo no acordado voluntariamente por los propios colonos, sino impuesto por su año, la Compañía de Virginia, la receptora de la concesión arbitraria de tierras otorgadas en el territorio.
El resultado de este comunismo fue lo que podíamos esperar: cada individuo conseguía solo una cantidad mínima de bienes de su propio trabajo (ya que el fruto de éste iba al almacén común) y por tanto tenía poco incentivo para trabajar o para ejercitar iniciativa o ingenio bajo las difíciles condiciones de Virginia- Y esta falta de incentivos se veía doblemente reforzada por el hecho de que al colono se le aseguraba que, independientemente de lo mucho o bien que trabajara, una porción igual de los bienes del almacén común. Bajo esas condiciones, con la desaparición del motor de los incentivos para cada persona, ni siquiera la amenaza de muerte y hambre para el grupo en su totalidad (ni de un auténtico reino del terror por parte de los gobernadores) podía proporcionar el estímulo necesario para cada hombre concreto.
El comunismo era solo un aspecto de la dureza de las leyes y el gobierno sufridos por la colonia. El poder absoluto de vida y muerte sobre los colonos era ejercido a menudo por uno o dos consejeros de la compañía. Así, el capitán John Smith, el único miembro del Consejo Real superviviente en el invierno de 1609, leía sus poderes absolutos a los colonos cada semana. “No hay aquí más Consejos para proteger o alterar mis disposiciones”, tronaba, y todo violador de sus decretos podía “estar seguro de su debido castigo”. Sir Thomas Gates, nombrado gobernador de Virginia en 1609, recibió instrucciones de la compañía de “proceder según la ley marcial (…) como la más adecuada al tenor de este gobierno [de Virginia]”. Por consiguiente, Gates estableció un código de disciplina militar sobre la colonia en mayo de 1610. El código ordenaba una observancia religiosa estricta, entre otras cosas. Unos 20 “delitos” estaban castigados con la muerte, incluyendo prácticas como comerciar con los indios sin licencia, matar ganado y aves sin licencia, escapar de la colonia y persistir en negarse a acudir a la iglesia. Uno de los actos más abyectos era aparentemente escapar de esta prisión virtual para unirse a los supuestamente salvajes indios nativos: los colonos prófugos capturados eran ejecutados ahorcados, fusilados, quemados o en el potro. No sorprende que las instrucciones de Gates tomaran la precaución de proporcionarle un guardaespaldas para que le protegiera de la ira de sus súbditos, pues, como escribía el gobernador que le sucedió al siguiente año, la colonia estaba “llena de habitantes amotinados y traicioneros”.
Desafortunadamente, los directores de la Compañía de Virginia decidieron que la cura para los graves problemas de la colonia no era menos sino más disciplina. Por consiguiente, enviaron a Sir Thomas Dale para ser gobernador y dirigente de la colonia. Dale aumentó la severidad de las leyes en junio de 1611. Las leyes de Dale (“las leyes divinas, morales y marciales”) se hicieron justamente conocidas: Preveían, por ejemplo, que todo hombre y mujer de la colonia se viera obligado a atender al servicio divino (anglicano) dos veces al día o ser severamente castigado. Para la primera ausencia, la condena era no recibir comida, para la segunda, recibir azotes públicos, y para la tercera, verse obligado a trabajar en galeras durante seis meses. Esto no era todo. Todos tenían la obligación de convencer al ministro anglicano de su integridad religiosa y a ponerse a disposición de éste; el incumplimiento de esta obligación se castigaba mediante azotes públicos cada día que se incumpliera. No hay delito más criminal que cualquier crítica a los treinta y nueve artículos de la Iglesia de Inglaterra: la tortura y la muerte eran la pena para cualquiera que persistiera en una crítica abierta. Esta estricta represión reflejaba el creciente movimiento en Inglaterra, de los puritanos y otros disidentes, de reformar o ganar aceptación al tiempo en la establecida Iglesia de Inglaterra. Las leyes de Dale también incluían:
Que ningún hombre hable impíamente (…) contra la sagrada y bendita Trinidad (…) o contra los conocidos Artículos de la fe cristiana, bajo pena de muerte. (…)
Que ningún hombre usará ninguna palabra traidora contra la persona de Su Majestad o la autoridad real, bajo pena de muerte. (…)
Ningún hombre (…) se atreverá a denigrar, difamar, calumniar o realizar discursos similares, ya sea contra el Consejo o contra comités, asesores (…) etc. La primera sanción serán tres azotes, la segunda ser enviado a galeras, la tercera… la muerte.
Delitos como obtener comida de los indios, robar comida e intentar volver a Inglaterra estaban castigados con la muerte y la tortura. Delitos menores se castigaban con azotes o esclavitud con cadenas durante varios años. El acto más constructivo del gobernador Dale fue empezar ligeramente el proceso de disolución del comunismo en la colonia de Virginia: para estimular el interés propio de los individuos, concedió tres acres de tierra y sus frutos a cada uno de los antiguos colonos.
El sucesor de Dale, el capitán Samuel Argall, pariente de Sir Thomas Smith, llegó en 1617 y encontró tal aumento en la incuria durante la administración interina del capitán George Yeardley que no dudó en reimponer las leyes de Dale. Argall ordenó que todos fueran a la iglesia los domingos y festivos o sufrir tortura y “ser un esclavo la semana siguiente”. También impuso más severamente los trabajos forzados.
Por suerte para el éxito de la colonia de Virginia, la Compañía de Virginia cayó en manos de los puritanos de Londres. Sir Thomas Smith fue despedido en 1619 y su puesto como tesorero de la compañía fue asumido por Sir Edwin Sandys, un líder puritano en la Cámara de los Comunes que había preparado el borrador de los estatutos enmendados de 1609. Sandys, uno de los grandes líderes de la disidencia liberal en el Parlamento, había ayudado a redactar la reconvención contra la conducta de Jacobo I en relación con el primer Parlamento del rey. Sir Edwin había pedido que todos los prisioneros tuvieran el beneficio del consejo, había defendido la libertad de comercio y se había opuesto a los monopolios y el feudalismo, estaba a favor de la tolerancia religiosa y en general había asumido los agravios del pueblo frente a la Corona. Para Virginia, Sandys quería abandonar las plantaciones únicas de la colonia y estimular las plantaciones privadas, la adquisición de los terrenos y acelerar los asentamientos.
Los relativamente liberales puritanos destituyeron y trataron de arrestar a Argall y enviaron a Sir George Yeardley a Virginia como gobernador. Yeardley procedió de inmediato a reformar las leyes despóticas de la colonia. Las sustituyó por un código mucho más benigno en noviembre de 1618 (llamado por los colonos “El Gran Estatuto”): todos seguían estando obligados a atender los servicios de la Iglesia de Inglaterra, pero solo dos veces cada domingo y la sanción por ausencia se veía ahora reducida a unos inocuos tres chelines por cada falta. Yeardley aumentó también a 50 acres la asignación de tierras a cada colono, acelerando así la disolución del comunismo y asimismo empezando el proceso de transferir la tierra de la compañía al colono individual que la había ocupado y trabajado. Además, los terrenos que se habían prometido a los colonos después de un plazo de siete años se les asignaban inmediatamente.
Los propios colonos atestiguan los espléndidos efectos de las reformas de Yeardley en una declaración de 1624. Las reformas
dieron tal estímulo a cada persona aquí que todos siguieron sus trabajos con singular entusiasmo e industria, de forma que (…) dentro del espacio de tres años, nuestro país floreció con muchas plantaciones recién erigidas. (…) La abundancia de estos tiempos fue igualmente tal que todos los hombres en general se vieron suficientemente provistos de grano y muchos también tuvieron suficientes vacas, cerdos, aves y otras buenas provisiones para alimentarse.
En su Gran Estatuto, Yeardley también dio a los colonos la primera institución representativa en América. El gobernador estableció una Asamblea General, que consistía en seis concejales nombrados por la compañía y burgueses elegidos por los hombres libres de la colonia. Dos burgueses se elegirían de cada una de las 11 “plantaciones”: 4 “plantaciones generales”, que se referían a subasentamientos que se habían realizado en Virginia y 7 plantaciones privadas y “particulares”, también conocidas como “cientos”. Las 4 plantaciones generales o subasentamientos, cada una gobernada localmente por su cabeza o “ciudad”, eran las ciudades de Henrico, Charles City, James City (la capital) y el barrio de Kecoughtan, pronto rebautizado como Elizabeth City. La Asamblea iba a reunirse al menos anualmente y servir como tribunal superior de justicia. Sin embargo, el gobernador tenía poder de veto sobre la Asamblea y los edictos de la compañía continuaban obligando a la colonia.
La primera Asamblea se reunió en Jamestown el 30 de julio de 1619 y fue esta Asamblea la que ratificó la abolición de las leyes de Dale y las sustituyó por las disposiciones más benignas. La introducción de la representación fue pues de la mano con la mueva política de liberalizar las leyes: formaba parte de la relajación de la anterior tiranía de la compañía.

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