25 febrero, 2012

Regreso a Apodaca: misterio sin sorpresa

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Presos
Funcionarios y custodios del Centro de Readaptación Social de Apodaca antes de ser presentados el  miércoles, tras su detención por los hechos ocurridos en esa cárcel el domingo. Foto EFE/Miguel Sierra
El relato es tan simple que si no implicara una tragedia de varios filos podría ser descrito como aburrido. Quien se sienta intrigado sobre cómo pudo ser que el domingo pasado en una cárcel mexicana murieran 44 reos y 30 más se fugaran, es que es adicto a teorías rebuscadas cuando en este caso la verdad es tan llana y previsible, que hasta había sido publicada varias veces en la prensa local.


La cárcel de Apodaca no es tal. Si la sala de abogados era usada para orgías, si alcohol y prostitutas entraban y salían de ese local como si fuera un burdel, si el año pasado ya había habido ahí al menos 26 muertes, si los reos son los que ponen la tarifa de lo que cuesta amanecer vivo en ese reclusorio, si en los patios no hay custodios, y si los que hay son comprados por 10 mil pesos (menos de 600 euros) al mes. Si todo eso es la vida cotidiana en ese presidio, entonces lo que realmente extraña es que haya sido hasta este miércoles cuando la autoridad presentó con chalecos y la leyenda de “Detenido” a quienes hasta el domingo eran director, subdirector y jefe de seguridad de ese penal. El primero de ellos, ahora se sabe, recibía 40 mil pesos (2300 euros) al mes a cambio de ceder el control.
El escape de los 30 presos ligados al grupo criminal de Los Zetas comenzó a la una de la mañana con trece minutos. 37 minutos después todos esos internos –entre los que hay cuatro señalados como de alta peligrosidad-- ya gozaban de libertad. Y fue a partir de las dos de la mañana con 6 minutos cuando comenzó la matanza de los internos que habitaban el dormitorio D, reservado para integrantes del Cartel del Golfo. Nadie molestó a los asesinos: la alerta a las autoridades externas se dio después de las tres de la mañana, cuando fuga y masacre eran materia consumada.
Al desastre de Apodaca ha seguido la hora de los reproches entre autoridades estatales y federales. El gobierno del estado de Nuevo León se escuda diciendo que el hacinamiento de sus cárceles –la de Apodaca está 80% arriba de su capacidad— se debe a que albergan a presos acusados de delitos federales. Hablan incluso de que 60% de su población carcelaria no debería estar ahí, sino en prisiones administradas por el gobierno federal. La secretaría de Gobernación y la de Seguridad Pública reviran que lo vivido el domingo es un caso de corrupción, no de sobrepoblación. Para probar su tesis, el secretario de seguridad pública federal Genaro García Luna recuerda que en cinco penales está la mitad de los reos federales, que en esos centros penitenciarios también hay hacinamiento, y que sin embargo no ha habido nada parecido a lo que ocurrido en el de Apodaca.
El propio presidente Felipe Calderón señala el fracaso de las cárceles de Nuevo León y Tamaulipas –donde matanzas y fugas son regulares--, y presume que este año “casi una decena” de prisiones federales serán puestas en operación. El mandatario no dice, sin embargo, que ya va con atraso, pues se había prometido inaugurar esos reclusorios en marzo próximo, lo que no ocurrirá como destacó el diario El Economista, y tampoco dice que incluso si son inaugurados, estos no podrán operar pues no hay presupuesto para ello, así que casi 30 mil reos federales, de los 47,816 que hay en total, seguirán diseminados en cárceles estatales.
Cuando hace años una activista tocó las puertas del Senado mexicano para impulsar un debate sobre el deplorable estado de las cárceles mexicanas, lo más que consiguió fue la sinceridad de un influyente senador. “Mira, olvídate, ese tema a nadie le importa: a los ciudadanos les da igual, y los políticos no le vamos a entrar porque arreglar eso costaría mucho dinero y no da un solo voto”, recuerda María Elena Morera, de Causa en Común, que fue lo que le dijeron.
Entonces, el verdadero misterio no es cómo pudo ser que ocurriera lo de la madrugada del domingo en Apodaca, sino cuándo y en qué cárcel se vivirá la siguiente tragedia.
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