26 febrero, 2012

Una solución a la sanidad en cuatro pasos

Por Hans-Hermann Hoppe


Es verdad que el sistema de atención sanitaria de EEUU es un desastre, pero esto demuestra el fracaso del gobierno, no del mercado. Para curar este problema no hacen falta nuevas o mayores regulaciones o burocracias públicas, como los políticos autosatisfechos quieren que creamos, sino la eliminación de todos los controles públicos existentes.
Es hora de ponerse serios acerca de la reforma de la atención sanitaria. Las desgravaciones fiscales, volantes y privatizaciones avanzarían mucho en la descentralización del sistema y en eliminar cargas innecesarias a las empresas. Pero deben darse cuatro pasos adicionales:

  1. Eliminar todos los rescates de licencia para facultades de medicina, hospitales, farmacias y doctores y otro personal sanitario. Su oferta aumentaría instantáneamente, los precios bajarían y aparecería en el mercado una mayor variedad de servicios de atención sanitaria.
Agencias voluntarias de acreditación en competencia tomarían el lugar de las licencias públicas obligatorias: si los proveedores de atención sanitaria creen que esa acreditación mejoraría su propia reputación y que sus consumidores se preocupan acerca de dicha reputación y están dispuestos a pagar por ella.
Los consumidores, al no ser ya inducidos a creer que exista un “estándar nacional” de sanidad, aumentarían sus costes de investigación y tomarían más decisiones discriminatorias en la atención sanitarias.
  1. Eliminar todas las restricciones públicas en la producción y venta de productos farmacéuticos y dispositivos médicos. Esto significa eliminar la Food and Drug Administration, que actualmente dificulta la innovación y aumenta los costes.
Los costes y los precios caerían y una mayor variedad de mejores productos llegarían antes al mercado. El mercado obligaría a los consumidores a actuar de acuerdo con su propia evaluación de riesgos (en lugar de la del gobierno). Y los fabricantes y vendedores de medicinas y dispositivos en competencia, para protegerse antes reclamaciones de perjuicios, así como par atraer a clientes, proporcionarían cada vez mejores descripciones y garantías de productos.
  1. Desregular el sector del seguro sanitario. La empresa privada puede ofrecer  seguros contra acontecimientos sobre cuyo resultado no tiene control el asegurado. Uno no puede asegurarse contra el suicidio o la quiebra, por ejemplo, ya que uno tiene en sus manos la posibilidad de hacer que se produzcan.
Como la salud de una persona, o su falta de ella, reside cada vez más en su propio control, muchos, si no la mayoría de los riesgos para la salud, son realmente no asegurables. El “seguro” contra riesgos en cuya probabilidad puede influir sistemáticamente un individuo caen dentro de la propia responsabilidad de esa persona.
Además, todo seguro implica la puesta en común de los riesgos individuales. Implica que los asegurados pagan más a unos y menos a otros. Pero nadie sabe por adelantado y con seguridad quiénes serán los “ganadores” y “perdedores”. “Ganadores” y “perdedores” se distribuyen aleatoriamente y la redistribución de rentas resultante es asistemática. Si pudieran predecirse sistemáticamente los “ganadores” y “perdedores”, los “perdedores” no querrían poner en común su riesgo con los “ganadores”, sino con otros “perdedores”, debido a que esto rebajaría sus costes de aseguramiento. No quiero poner en común mis riesgos personales de accidente con los de los futbolistas profesionales, por ejemplo, sino exclusivamente con aquella gente en circunstancias similares a la mía, con costes más bajos.
A causa de las restricciones legales al derecho de rechazo de las aseguradoras sanitarias (para excluir cualquier riesgo individual como no asegurable), el actual sistema de seguros de salud solo de ve afectado parcialmente por los seguros. El sector no puede discriminar libremente entre distintos grupos de riesgo.
Como consecuencia, los seguros sanitarios cubren multitud de riesgos no asegurables, juntos y en común con riesgos genuinamente asegurables. No discriminan entre los distintos tipos de gente que supongan riesgos de seguro significativamente distintos. El sector maneja así un sistema de redistribución de rentas, beneficiando a actores irresponsables y grupos de alto riesgo a costa de los individuos responsables y los grupos de bajo riesgo. Por eso los precios del sector son altos y van aumentando.
Desregular el sector significa restaurar en él la libertad sin límites de contratar: permitir a una aseguradora sanitaria ofrecer cualquier contrato, incluir o excluir cualquier riesgo y discriminar entre cualquier grupo de individuos. Los riesgos no asegurables perderían su cobertura, aumentaría la variedad de pólizas de seguro para la cobertura restante y las diferencias en precios reflejarían verdaderos riesgos de seguro. De media, los precios caerían drásticamente. Y la reforma restauraría la responsabilidad individual en la asistencia sanitaria.
  1. Eliminar todas las subvenciones a los enfermos. Las subvenciones crean más de que se esté subvencionando. Las subvenciones a los enfermos promueven el descuido, la indigencia y la dependencia. Si eliminamos esas subvenciones, fortaleceremos la voluntad de llevar vidas sanas y de trabajar para vivir. En el primer caso, eso significa abolir Medicare y Medicaid.
Solo estos cuatro pasos, aunque sean drásticos, restaurará un mercado completamente libre en la provisión de servicios médicos. Hasta que se adopten, el sector tendrá serios problemas e igualmente los tendremos nosotros, sus consumidores.

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