"El AVE nos ha quitado
complejos" declara la joven ingeniera española y sonríe. Vive en medio
del peor ajuste financiero de la España moderna. Se refiere al concurso
ganado por un consorcio español -privado y público- para la construcción
de un tren rápido a La Meca. La tecnología española se impuso a la
francesa. El monto: casi 7,000 millones de euros. Eso es mirar lejos.
Para España los próximos años serán muy difíciles, pero retomará su
camino a la prosperidad. Vienen de muy atrás y llevan mucho andado. La
ingeniera pensaba y soñaba en esa España de después de la crisis. ¿Y
México?
Aquí el asunto es totalmente el inverso. Gracias a las reformas de los
años 90 y a la continuidad de las dos gestiones panistas en lo que se
refiere a las finanzas públicas, México sorteó la crisis del 2008 mucho
mejor que la del 94-95. El País crece hoy a una tasa nada despreciable,
alrededor del 4 por ciento. La fluctuación del peso ya no es traumática.
Las reservas del Banco Central crecen y crecen. En algunas áreas México
despunta, como la automotriz. Las exportaciones mexicanas rebasaron los
mil millones de dólares al día, fantástico. Pero entre la violencia,
los muertos por decenas de miles, el terror como técnica de los narcos,
los sistemáticos reclamos de los partidos entre sí y el reiterado
señalamiento de fraude que ya lleva seis años y pudiera durar otros
seis, el ánimo de los mexicanos está quebrado. Hemos perdido incluso la
capacidad de imaginar al nuevo México.
La semana pasada en el Club de Industriales, Santiago Levy presentó una
propuesta para caminar hacia un sistema universal de salud. Lleva años
trabajando el tema. Levy anuda tres flancos: empleo productivo, salud
universal, pensiones y por supuesto la fórmula hacendaria para
financiarlo. El punto de partida es claro, el actual acuerdo
institucional que vincula la fuente de trabajo con el acceso a la
seguridad social y las pensiones está rebasado. El Seguro Popular es
gran avance en el sentido correcto, pero no soluciona el dilema de
fondo: cómo financiar la universalización del servicio. IMSS, ISSSTE,
mas los sistemas estatales de salud, son una excelente plataforma.
México puede dar el paso a un sistema universal de salud sustentado en
un IVA generalizado que él calcula en 16 por ciento.
Ya oigo las resistencias: un IVA generalizado en medicamentos y
alimentos perjudica a los pobres. Es cierto, es el primer impacto. Por
ello se hacen necesarias acciones compensatorias. México ya cuenta con
la larga experiencia de Progresa-Oportunidades que sería el brazo a
fortalecer para esa compensación dirigida. Sabemos dónde están y quiénes
son. Los recursos podrían fluir por los mismos canales que ya han
mostrado sus bondades. Sólo así los más pobres serían los más
beneficiados, como debe ser. Porque está el otro lado. La exención en
alimentos y medicinas es un impuesto brutalmente regresivo. Nada más en
medicinas el IVA -tal y cómo está- le hace llegar a las clases medias y
altas alrededor de 15 mil pesos anuales. En cambio para las familias de
escasos recursos el beneficio es poco superior a dos mil. Además debemos
capturar las aportaciones de los millones de mexicanos informales en la
economía (30 por ciento de la PEA), que no aportan un peso a su
seguridad ni a sus pensiones.
Informalidad no equivale a bajos ingresos. Para la discusión los
informales son todos los que no están en una nómina. Un ejemplo: todos
los que cobramos por honorarios o derechos de autor en mi caso, no
estamos en una nómina y no aportamos ni a salud ni a pensiones. Pero hay
otro efecto relevante: dejar de gravar al sector productivo con cuotas
patronales sería un formidable impulso al crecimiento económico, es
decir más empleos productivos. Con otra, los cientos de miles de
empresas informales que no aportan al IMSS por los estímulos perversos
del actual esquema, serían "legalizadas". Trabajadores y patrones
aportarían a las pensiones y salud a través del impuesto general, de su
capacidad de consumo: el que más consume, más paga. Esa sí es una
fórmula progresiva.
Por supuesto que se miran muchos escollos. La transformación de los
sindicatos de IMSS e ISSSTE, el más visible. Ambas instituciones están
quebradas por el brutal peso de las pensiones de sus trabajadores. El
estado mexicano tendría que asumir esos pasivos. También sería necesaria
una reforma al artículo 123 que divide a los trabajadores del sector
privado y los del sector público. En el nuevo esquema todo lo mexicano,
por el simple hecho de serlo, en Chiapas o Baja California, e
independientemente de su situación laboral tendría acceso a todo tipo de
servicios de salud. Levy propone la creación de un Fondo Nacional para
la Salud que administre la recaudación etiquetada -10 por ciento del 16-
del nuevo impuesto. La propuesta es compleja y merece estudio, pero
reanima.
Los creadores del IMSS y del ISSSTE pensaron en grande, querían mayor
justicia. Hoy ocurre lo contrario. Es momento de volver a ese ánimo, de
terminar con tabúes y encarar el reto. |
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