Calderón: un paso suicida
Héctor Aguilar Camín
El presidente Calderón ha dado un
gran paso para entregar al ganador de las elecciones presidenciales de 2012 algo
parecido a la fruta podrida que le entregaron a él en 2006: una Presidencia
deslegitimada.
Sin que medie más que una acusación genérica cuyas pruebas están lejos de haberse presentado, el Presidente se ha hecho eco de la posibilidad de que esta elección haya estado marcada por la compra de votos.
Sin que medie más que una acusación genérica cuyas pruebas están lejos de haberse presentado, el Presidente se ha hecho eco de la posibilidad de que esta elección haya estado marcada por la compra de votos.
Con sus declaraciones, Calderón deslegitima también al IFE, que organiza las elecciones, y a los millones de ciudadanos que trabajaron en ellas. Fueron elecciones impecables, reconoció Calderón el primero de julio en la noche, pero pueden haber fallado, insinúa ahora, porque el fraude, como dice su nuevo asesor político López Obrador, estuvo en otra parte: en la compra de votos y en la complicidad de las televisoras con el candidato del PRI.
Hasta este último punto no ha llegado Calderón. Le queda el rubor de saber que nadie ha contratado tanta propaganda política en la televisión como su gobierno.
Al tema del cinismo de políticos y televisoras dedicaré un comentario mañana. Me concentro ahora en el daño a la legitimidad de las instituciones electorales hechas por las declaraciones del Presidente y por el asalto que sostiene sobre ellas, desde el 2006, López Obrador.
Quienes defendimos entonces a esas instituciones y, con esto, la validez de la Presidencia de Calderón, y quienes antes de eso defendimos a López Obrador contra el desafuero, que, violentando esas mismas instituciones, intentó el presidente Fox en el año 2005, no podemos hoy sino censurar otra vez a los deslegitimadores.
Estuve entonces y estoy ahora del lado de respetar las reglas y los veredictos que dan las instituciones democráticas que hemos construido, todo lo perfectibles que se quiera, pero aún así ejemplo de rigor en lo que se les ha encargado, que es contar los votos y cumplir con las infinitas reglas impuestas por la desconfianza que nos rige.
Esas instituciones cuya precisión ha sido validada esta semana por el recuento de hasta la mitad de los votos emitidos, más de 50 mil paquetes electorales, vuelven a estar bajo sospecha por el capricho de los dos perdedores: el presidente Calderón y el doblemente derrotado candidato López Obrador.
Los hermana en esto el malestar de la derrota. Solo que uno es nada más un predecible, renovado, mal perdedor, y el otro ha dado un paso suicida contra las instituciones que lo pusieron donde está y que pareciera dispuesto a arrastrar en su caída.
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