Castillo Peraza está muerto
Víctor
Beltri*
El
desenlace de la elección presidencial del pasado primero de julio, en el que la
candidata del Partido Acción Nacional obtuvo el tercer lugar en las
preferencias de la ciudadanía, ha desatado una pugna al interior de dicha
institución para definir el rumbo a seguir en el futuro. No deja de llamar la
atención que el PAN enfrente una crisis de este tipo, justo cuarenta años
después de la gran crisis institucional en la que se enfrentaron dos grupos con
posturas bien definidas al interior del mismo partido.
Los
ideólogos de Acción Nacional, en un principio, no buscaban acceder de inmediato
al poder político. El poder no era un fin en sí mismo, sino la consecuencia de
una acción a largo plazo y de miras más amplias: el poder llegaría después de
la formación de una conciencia cívica, lo que implicaría una tarea ardua y
comprometida. Sin embargo, la dimensión temporal de esta labor se antojaba
demasiado pesada para algunos de los dirigentes del partido y, en 1972, José
Angel Conchello asume la presidencia con un enfoque completamente distinto,
enfocado primordialmente en la atracción de electores. Esto generó la división
del partido en dos grupos que en su momento fueron llamados doctrinarios y
pragmáticos.
Esto
constituyó un momento crucial en la definición del partido. El grupo de los
pragmáticos, encabezado por el nuevo presidente del partido, buscaría acceder
al poder con postulados de derecha capitalista, mientras que los doctrinarios,
con Efraín González Morfín al frente, tenían posturas de carácter humanista y
social que trataban el problema de la falta de equidad como algo que tenía que
ser resuelto, así como atender la justa distribución de la riqueza. Los fines
del primer grupo tenían carácter inmediato, mientras que los del segundo
tendrían que ser resueltos, necesariamente, a largo plazo.
Norberto
Bobbio, en su obra Izquierda
y Derecha, define como la principal característica para determinar
la corriente de un partido político la postura que tengan en cuanto a los
conceptos de libertad e igualdad. Así, los partidos que tengan como prioridad
la libertad de los gobernados, en relación a la actuación que el gobierno tenga
frente a ellos, antes que la igualdad de la ciudadanía, serán de derecha,
mientras que aquellos que enarbolen la bandera de la igualdad, aun a costa de
una mayor intervención gubernamental, serán de izquierda. Estas definiciones no
son absolutas, y el grado de libertad e igualdad que cada partido busque en sus
plataformas define su posición en el espectro político de cada país. Bajo esta
perspectiva, la crisis de 1972 es fundamental para entender al PAN que,
cuarenta años después, se enfrenta a otro momento de reflexión y análisis.
Es
evidente que, a cuarenta años de distancia, el enfoque que ha prevalecido en el
PAN es el pragmático, antes que el doctrinario. De hecho, la visión doctrinaria
es prácticamente inexistente en un partido que lo que hoy se plantea es cómo
regresar al poder que acaba de perder, antes que la transformación de la
sociedad en base a principios de conciencia cívica. Este alejamiento de la
ciudadanía, así como la percepción de que los últimos dos períodos
presidenciales han tenido resultados magros para el bien común pero provechosos
para grupos específicos, además de los escándalos de corrupción y el desgaste
emocional colectivo ocasionado por la guerra contra el crimen organizado, hacen
necesaria la reflexión sobre el papel que el PAN debe jugar de ahora en
adelante.
¿Qué
tipo de derecha necesita México en estos momentos? ¿La derecha que busca
acceder al poder a como dé lugar, o la que trata de transformar a la ciudadanía
a largo plazo? ¿La derecha del capital o la de la equidad y búsqueda de
justicia social? ¿La derecha de
derecha, o la derecha de
centro?
Carlos
Castillo Peraza, en su momento, trató de lidiar con este dilema desde la
profundidad de su capacidad intelectual, a través de ideas, argumentos y
definiciones ideológicas. La conjunción de acción y pensamiento, de pragmatismo
y razón, de las grandes dualidades que fueron características en un hombre que
creía en la democracia no como una ocasión electoral sino como un sistema de
vida entera, se antojan indispensables en un momento como el actual, en el que
México necesita, como nunca, de ciudadanos comprometidos y conscientes del
papel histórico que les corresponde asumir, más allá de la temporalidad del
poder o de la lucha por la siguiente elección. México necesita hombres de
Estado.
Castillo
Peraza está muerto, sin embargo. Su pensamiento, así como el de los antiguos
líderes del PAN, puede ser fuente de inspiración, pero no una guía para las
definiciones que en estos momentos son necesarias, y que deberían de ser
generadas por pensadores, antes que políticos, y quienes lamentablemente
parecen estar excluidos del debate. El PAN debe de ser capaz de entender que su
proceso de refundación debe incluir, forzosamente, a la ciudadanía, y buscar la
transformación de ésta a través de acciones cotidianas y vivenciales de valores
cívicos y actitudes democráticas.
Parece
que, actualmente, la lucha al interior del PAN no involucra a doctrinarios y
pragmáticos, sino a pragmáticos y más pragmáticos. Pero tal vez es momento de
que entiendan que, para su propia supervivencia, lo más pragmático es volver a
la doctrina.
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