06 julio, 2012

EPN Y LA ECONOMIA II

Arturo Damm
Dos son los principales retos que, en materia económica, enfrentará el gobierno de Peña Nieto: consolidar la estabilidad e incentivar correctamente el crecimiento de la producción, de la generación del ingreso y de la creación de empleo.
En la primera entrega expliqué en qué consiste consolidar la estabilidad: mantener la autonomía del banco de México y eliminar la deuda como fuente de financiamiento gubernamental, es decir, eliminar el déficit presupuestario, de tal manera que todo el gasto del gobierno se financie con impuestos, algo que Peña Nieto ni remotamente consideró en las propuestas que hizo a lo largo de la campaña. A lo más a lo que llegó fue a afirmar que se debe mantener la estabilidad macroeconómica, para lo cual se requiere, así lo apuntó en su momento, “deuda pública responsable, que no ponga en riesgo las finanzas del país (que en realidad son del gobierno), ni desplace el crédito para el sector privado”, todo lo cual supone de los males -la deuda gubernamental- el menor -manejo responsable de esos pasivos-, momento de recordar que se trata del manejo de un problema, no de su solución.

Con relación al segundo reto -incentivar correctamente el crecimiento de la producción, de la generación del ingreso y de la creación de empleo- hay que caer en la cuenta que se trata del problema de la competitividad, que en México deja mucho que desear. ¿Qué se requiere para que la producción, el empleo y el ingreso crezcan más de lo que han venido creciendo? Más inversiones directas, que son las que abren empresas, producen mercancías, crean empleos y generan ingresos. ¿Qué se necesita para que en México se invierta directamente más? Elevar la competitividad de la nación, definida como la capacidad para atraer, retener y multiplicar inversiones directas, competitividad que en México deja que desear. Según el Informe Anual de Competitividad Global 2011-2012, del Foro Económico Mundial, México ocupa, en la materia, el lugar 58 entre 142 naciones, con una calificación de 6.1 sobre 10, todo lo cual se resume en una palabra: mediocridad.
Peña Nieto se refirió, en más de una ocasión, al tema de la competitividad, pero no puntualizó qué pretende hacer para elevar la de México, único camino -ojo: ¡único!- para incentivar correctamente -y en todo este asunto la palabra correctamente es importantísima- el crecimiento de la producción, de la generación del ingreso y de la creación de empleo. Un buen punto de partida es el estudio cuidadoso del mentado informe sobre competitividad, en el cual se identifican, entre 111 variables, en cuáles tenemos problemas.
El crecimiento de la economía debe incentivarse por medio de las reformas estructurales que eleven la competitividad del país y lo hagan más atractivo a las inversiones directas. Por ningún motivo debe incentivarse de manera keynesiana, es decir, por medio del gasto gubernamental, lo cual genera demanda, pero no necesariamente producción, y lo que hay que generar es producción, para lo cual se requieren inversiones, para lo cual resulta indispensable elevar la competitividad de México.
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