La izquierda juega con fuego, otra vez
Tiro libre
José Antonio Ortega
En 2006 la izquierda metió al país en una grave crisis política
al no acatar la elemental regla del juego democrático: gana la elección
quien obtenga más votos, aunque sea por poca diferencia.
Después de que en 2006 pretendió obtener mediante el chantaje el poder que los ciudadanos le negaron en las urnas, la izquierda siguió atentando contra el sistema democrático, cuando en abril de 2008 por la fuerza impidió que el congreso aprobara una tímida reforma al sector energético.
Ahora, de nuevo, como hace seis años, la izquierda vuelve a jugar con fuego: quiere que se le entregue el poder o de lo contrario -insinúa- incendiará el país. No es el candidato presidencial de la izquierda ni los líderes partidistas quienes lo dicen directamente, sino quienes, por ejemplo, marcharon contra el candidato presidencial priista el 19 de mayo en distintas ciudades bajo la consigna: “Si hay imposición habrá revolución”.
En México no hay forma de imponer un presidente. De modo que por “imposición” debe entenderse el que el 1 de julio – como indican las encuestas- la mayoría de los electores en el país desaire otra vez a Andrés Manuel López Obrador y opte por Enrique Peña Nieto.
Entonces, para echar abajo la decisión democrática del pueblo mexicano, las acciones de fuerza como el bloqueo de Paseo de la Reforma en 2006, podrían ser -en comparación- un juego de niños. O como lo ha dicho López Obrador: a diferencia de 2006, ahora sí estamos organizados ¡Ahora sí ya le entendimos!
Pero si alguien duda del alcance de este peligroso juego, pues que considere como de una fiesta democrática se pretende hacer una campal con barricadas y hasta con políticos extranjeros invitados. El 15 de junio se celebrará en la capital del país un mitin, en el que la comunista chilena Camila Vallejo arengará a los “indignados” de López para que hagan en México “una primavera árabe”.
Vallejo es una experta en el tema. Ella encabezó el movimiento estudiantil del año pasado en Chile, artificialmente creado para desestabilizar al gobierno de Sebastián Piñera, según los designios de Hugo Chávez y Fidel Castro.
Quizás los nuevos partidarios de López no sepan que cuando se juega con fuego se puede provocar un incendio. Pero él, definitivamente, sí lo sabe.
Después de que en 2006 pretendió obtener mediante el chantaje el poder que los ciudadanos le negaron en las urnas, la izquierda siguió atentando contra el sistema democrático, cuando en abril de 2008 por la fuerza impidió que el congreso aprobara una tímida reforma al sector energético.
Ahora, de nuevo, como hace seis años, la izquierda vuelve a jugar con fuego: quiere que se le entregue el poder o de lo contrario -insinúa- incendiará el país. No es el candidato presidencial de la izquierda ni los líderes partidistas quienes lo dicen directamente, sino quienes, por ejemplo, marcharon contra el candidato presidencial priista el 19 de mayo en distintas ciudades bajo la consigna: “Si hay imposición habrá revolución”.
En México no hay forma de imponer un presidente. De modo que por “imposición” debe entenderse el que el 1 de julio – como indican las encuestas- la mayoría de los electores en el país desaire otra vez a Andrés Manuel López Obrador y opte por Enrique Peña Nieto.
Entonces, para echar abajo la decisión democrática del pueblo mexicano, las acciones de fuerza como el bloqueo de Paseo de la Reforma en 2006, podrían ser -en comparación- un juego de niños. O como lo ha dicho López Obrador: a diferencia de 2006, ahora sí estamos organizados ¡Ahora sí ya le entendimos!
Pero si alguien duda del alcance de este peligroso juego, pues que considere como de una fiesta democrática se pretende hacer una campal con barricadas y hasta con políticos extranjeros invitados. El 15 de junio se celebrará en la capital del país un mitin, en el que la comunista chilena Camila Vallejo arengará a los “indignados” de López para que hagan en México “una primavera árabe”.
Vallejo es una experta en el tema. Ella encabezó el movimiento estudiantil del año pasado en Chile, artificialmente creado para desestabilizar al gobierno de Sebastián Piñera, según los designios de Hugo Chávez y Fidel Castro.
Quizás los nuevos partidarios de López no sepan que cuando se juega con fuego se puede provocar un incendio. Pero él, definitivamente, sí lo sabe.
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