El Imperio contraataca: embestida a las redes sociales
¿Se pueden controlar a las redes sociales en
materia de información y espacio crítico y de denuncia? No. ¿Se les puede
desprestigiar? Sí. Y justamente me parece que esa es la tarea silenciosa que
estamos presenciando de manera cada vez más intensa.
En las últimas semanas se aprecia una crítica
en crescendo de parte de algunos conductores de televisión y columnistas de
periódicos a la estridencia, falsedad y distorsión de la información que corre
en las redes sociales. Un argumento parcialmente correcto. Lo que no dicen es
que hay mucha información que solamente corre en el espacio digital, que no es
publicada en los medios de comunicación desde donde hablan y escriben estos
críticos de las redes.
Y es que la experiencia que han dejado las
últimas elecciones es categórica. Las maquinarias electorales fueron incapaces
de controlar los tuits y los blogs, con los mecanismos tradicionales con los
que solían manipular o acotar a los medios de comunicación.
Una y otra vez los tuiteros se convirtieron
en la peor pesadilla de los candidatos, desde el cuchi cuchi de Josefina
Vázquez Mota hasta los hábitos de lectura –inexistentes– de Enrique Peña Nieto.
Las viejas estrategias de control de daños que se aplicaban en noticieros y
periódicos, se estrellaron frente al enorme océano indiferenciado, caótico y
libre del universo digital.
La pregunta que se hacen los estrategas
cercanos a Peña Nieto es ¿cómo va a gobernar, difundir mensajes y construir una
imagen presidencial, cuando el interlocutor no es uno sino millones de
ciudadanos cada uno con voz propia?
Todo indica que la respuesta será en tres
frentes. Dos inmediatas y una a mediano plazo. Por un lado, establecer sus
propias plataformas para incidir en la “conversación” pública de las redes.
Durante las elecciones ya lo intentaron los partidos políticos de manera burda
y apresurada, con escaso éxito. En la mayoría de los casos los internautas
detectaron y exhibieron el trabajo de las brigadas priístas, panistas y
lopezobradoristas en sus esfuerzos por generar trending topics.
Pero podemos estar seguros que en el futuro
estos esfuerzos serán mucho más sofisticados y difíciles de detectar. La tarea
de influir y manipular a las redes por parte de las instituciones apenas
comienza.
Lo que está más avanzado es la segunda línea
de contraataque: el desprestigio de las redes como fuente de información.
Justamente a esa tarea se están aplicando algunos colegas periodistas y
analistas desde hace algunos días. La lógica es vieja aunque dirigida a una
nueva plataforma: si no puedes controlarla, destrúyela o, por lo menos,
deshónrala.
La tercera es, en el fondo, la más
peligrosa. Los intentos institucionales de acotar la libertad de los mensajes
publicados en las redes. Y no me refiero al hecho de que cada vez es más
difícil colocar comentarios “del lector” en los principales portales digitales
de los medios (lo cual, de por sí, ya es notorio).
Me refiero a los intentos de legislar e
introducir candados en la libertad para publicar y consultar mensajes en las
redes sociales. Los pretextos son varios: seguridad de datos en materia de
privacidad digital; impedir la circulación de información falsa capaz de
generar inestabilidad social; evitar la difamación.
Los políticos coquetean con diversas
fórmulas para introducir normas que acoten la libertad de expresión en las
redes sociales.
Como se recordará, en agosto del año pasado
autoridades de Veracruz fincaron auto de formal prisión a dos tuiteros,
Gilberto Martínez Vera y María de Jesús Bravo Pagola, por los delitos de
terrorismo y sabotaje, luego de que ambos habían advertido que el crimen
organizado podría atacar escuelas en aquella entidad.
Nunca se dieron tales ataques, pero el juez
consideró que el daño calificaba como un sabotaje terrorista, castigable hasta
con 30 años de cárcel. La repulsa nacional fue de tal magnitud frente a este
desproporcionado intento de represión, que el gobierno de Javier Duarte
prefirió darle carpetazo al asunto.
Meses más tarde el mismo gobierno estatal
intentó colar una ley electoral que impediría criticar a partidos políticos y
candidatos durante las campañas. Una vez más, las críticas (sobre todo en las
redes) obligaron a eliminar tales pretensiones.
Hoy algunos legisladores priístas exploran
maneras de establecer normas a la conversación en las redes. Obviamente
intentan pavimentarle el camino al gobierno peñanietista y su preocupación en esa zona minada
que es el ciberespacio. Ya veremos con que ocurrencia jurídica
nos salen al final de sus exploraciones.
Mientras tanto, la comentocracia ligada al
sistema ya comenzó a hacer un trabajo de zapa para desprestigiar la
conversación pública en las redes. ¿Lo has notado? Cuando detectes alguno, haz
patria: menciónalo en algún tuit.
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