La verdadera mayoría
Por Gabriel Boragina ©
El FPV (Frente para la Victoria) agrupación política que llevara al
gobierno argentino al matrimonio Kirchner en el año 2003, alega como pretendida
"justificación" a su creciente autoritarismo haber
"obtenido" en los últimos comicios un "54 %"de los votos.
Sin embargo, este resultado no se compadece con la realidad de lo sucedido.
Dejando de lado las numerosísimas denuncias de fraude que se sucedieron durante
y después del acto eleccionario (las que incluyeron adulteración de padrones,
persecución de fiscales e incendios de urnas incluido, entre muchas otras
irregularidades) hay que considerar que, el escrutinio del sistema electoral
argentino excluye de su cómputo los votos negativos, entendiendo por
tales los denominados votos en blanco, nulos, impugnados, y las abstenciones
o ausentismo al acto eleccionario. Ahora bien, esta última categoría de
votos (o no votos) representó en las últimas elecciones aproximadamente un
total del 25 % aproximadamente del padrón electoral que, de ser incluidos en el
recuento final de sufragios, da un resultado sustancialmente diferente al que
se obtiene haciendo desaparecer literalmente esa masa de votos. De tal suerte
que, los verdaderos resultados de las elecciones en las cuales el FPV
esgrime haber "obtenido" un ficticio "54 %" fueron
los siguientes: votos "negativos" 25 %, votos para otros
candidatos opositores 34,5 %, votos para el oficialismo 40,5 %.
En consecuencia, el partido gobernante obtuvo realmente el 40,5 % de los
votos y no el número inflado que recurrentemente esgrime. ¿Dónde está
pues la trampa? La trampa reside en la defectuosa y antojadiza interpretación
que se hace de la frase "votos afirmativos", obviando que todo voto
emitido tiene dos caras o facetas, ya que es afirmativo respecto de un
solo candidato pero -al mismo tiempo- negativo para todos los restantes.
Y viceversa, el voto negativo lo es respecto de uno, algunos o de todos los
candidatos y afirmativo en relación a otro. Este otro puede ser un
candidato no oficializado o directamente excluido por la burocracia
electoral (por ejemplo, quien aspira a formar un partido político o presentarse
como candidato independiente sin subordinarse a estructura partidaria alguna,
pero que no cuenta con el sinfín de requisitos burocráticos y pseudo legales que exige el
tribunal electoral y que -por tales barreras burocráticas- es excluido de la
contienda política).
De allí que hayamos sostenido reiteradamente que, el recuento final de los
sufragios debe hacerse computando en el cálculo todos los votos
(afirmativos -o "positivos"- y los negativos) ya que esta distinción
es ficticia, porque todo voto (o no voto) reúne ambas características
(afirmatividad y negatividad).
Por lo pronto, a los efectos de este tema, lo que interesa es que el FPV no
obtuvo el "54 %" de los votos, sino solamente un 40,5 % reales,
y que el rechazo a su fórmula no fue del "46 %" sino del 59,5
% real del total del padrón, lo que hace una diferencia
redonda de un 60 % opositor contra un escaso 40 % oficialista y que –a
su turno- demuestra que en aquella oportunidad, el FPV no tuvo la
mayoría que alega. Por supuesto, es aun más dudoso que con posterioridad a
dicha elección la haya tenido, resaltando que cosa similar sucedió en los
comicios presidenciales anteriores al que estamos considerando ahora.
Desde luego que, aunque la situación hubiera sido la inversa o fuera
"cierta" la falaz versión del oficialismo, ninguna
"mayoría" podría disculpar las políticas autoritarias encaradas
vigorosamente por el gobierno del FPV. Ninguna "mayoría" (real o
-como en el caso examinado- inventada) justifica el continuo y tenaz
avasallamiento de los Principios, Derechos y Garantías que consagra la Constitución
nacional, como tampoco la subversión de los valores institucionales en los
cuales se apoya el sistema político que la Carta Magna reconoce.
Por otra parte, nada indica que el resultado circunstancial de un acto
eleccionario se mantenga o se prolongue en el tiempo más allá de la fecha en el
cual el mismo fue registrado. Nada hay más variable y voluble que las
decisiones humanas, inestables por su propia naturaleza, y sujetas e influidas
diariamente por innúmeros factores, tanto políticos como extra políticos. Máxime
si se tiene en cuenta que, la mayor parte del electorado al votar lo hace
basado más en factores emocionales y menos en los racionales. La circunstancia
que, apenas minutos antes de emitir el sufragio exista -en toda elección- una
masa considerable de los llamados indecisos habla a las claras de lo que
venimos expresando. Un indeciso antes del comicio y que durante el sufragio
vota en un determinado sentido, luego de finalizado el acto eleccionario podría
haber votado en el sentido exactamente contrario. Ello no se revela, por la
sencilla razón de que no se vota todos los días sino en forma muy espaciada en
el tiempo; peor aún: varios años después. Sin embargo, nada autoriza a pensar
que la "decisión" adoptada en un día y hora determinada al
votar, se debe o se hubiera mantenido invariada en los
meses o años siguientes. Ni siquiera se puede decir que sea inmodificable en
los segundos posteriores al acto de introducir el sobre en la urna. De
allí que sea absurdo -por pueril y contrario a la lógica humana- el insistir de
las modernas demagogias disfrazadas de "populismo" que un resultado
manejado como favorable el día de la votación vaya a ser inmutable los
días, meses y años subsiguientes. Por el contrario, la lógica humana debería
conducirlas a pensar que, a un mayor paso del tiempo, menos sostenible en su
transcurso son las "decisiones" adoptadas en el pasado. La psicología
y la sociología han revelado que la mayoría de la gente cambia de opinión
acerca de un mismo tema sin darse cuenta de ello y mucho mas rápido de lo que
pudiera creerse en contrario. Y ello naturalmente es perfectamente extensible a
las decisiones políticas.
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