24 septiembre, 2012

Milagro económico: ¿Islandia o Letonia?

Gerardo E. Martínez-Solanas

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El "milagro económico" islandés se asemeja al de la Argentina en estos tumultuosos años de crisis económica, porque se equipara a alguien que vive muy bien del crédito por muchos años y no paga lo que debe, pero tiene la suerte, como el Avivato de las tiras cómicas argentinas, de encontrar nuevos "amigos" que le sigan brindando crédito. Vive bien, no ha cumplido con sus obligaciones y sigue recibiendo préstamos.
No obstante, el milagro islandés oculta un trasfondo de grave inestabilidad económica. Pocos hablan de que la Corona islandesa ha perdido desde 2008 el 80% de su valor frente al €uro, pese a las dificultades que la moneda europea está enfrentando también. Además, las infusiones de nuevos préstamos y la falta de pago de préstamos antiguos ha provocado un 41% de inflación durante los últimos 4 años, más o menos al nivel de los países al borde de la quiebra en Europa, como España y Grecia, obligando al gobierno islandés a aumentar las tasas de interés cinco veces desde agosto de 2011. A su vez, el volumen de ahorros es el más bajo de su historia reciente, el poder adquisitivo se redujo más de un 20% y los valores de las propiedades se han derrumbado y no muestran señales de lograr un auge futuro.


Todo esto pese a que se negaron a aceptar las responsabilidades contraídas con sus acreedores y a que el Fondo Monetario Internacional (FMI) los "premió", sin embargo, con nuevos fondos de estímulo grandemente acrecentados por la generosidad de sus otros hermanos nórdicos, que acudieron con miles de millones de €uros y Coronas al rescate. No cabe duda de que si cualquier país puede renegar de la mayor parte de sus deudas (como también lo hizo Argentina), devaluar grandemente su moneda, mantener el nivel de gastos e imponer controles al capital, le será fácil mostrar cifras positivas de crecimiento económico mientras sale del abismo empujado por los demás.
El argumento por el que se intenta justificar la política islandesa, desconociendo sus obligaciones financieras, se basa en que los inversionistas extranjeros apostaron a inversiones de alto riesgo y deben pagar su irresponsabilidad, y en que el Estado no debe hacer un rescate o salvataje de la banca privada con dinero público (como se hizo en EEUU), a lo cual se opusieron los ciudadanos islandeses en referendo. Pero la realidad fue que la deuda de esos bancos se basó en préstamos hipotecarios (la gran mayoría nacionales) que los deudores no pagaron. A la mayoría de los inversionistas extranjeros les vendieron derivativos que se basaban en el valor de las garantías colaterales a esos préstamos y en el nivel de interés de las hipotecas. Gracias a estas inversiones, los bancos podían prestar casi sin "equity" y los compradores se convertían irresponsablemente en propietarios de bienes que no podrían pagar.
El resultado fue que mientras que la mayoría de los deudores morosos pudieron conservar sus casas, los inversionistas extranjeros que hicieron posible que las compraran prácticamente sin inversión inicial no recibieron compensación alguna o apenas unos centavos (o céntimos) por cada €uro invertido. Muchos piensan que los inversionistas perdedores son unos cuantos millonarios que lo seguirán siendo después de la mala inversión, pero la realidad es que los grandes perdedores han sido los fondos de pensiones y los fondos mutualistas, afectando a muchísimas personas cuyo sustento se basa en las utilidades y dividendos de esas inversiones. Ese fue el triste caso del desconocimiento de la deuda por parte de la Argentina. Decenas de miles de pensionados italianos (residentes en Italia) perdieron una enorme porción de su precario nivel de vida. En ese caso no hubo justicia social para los italianos, mientras que los argentinos vivieron bien a su costa y continúan ahora con la cultura del derroche porque nunca tuvieron que apretarse el cinturón.
Es notable que economistas como Krugman se sumen a las alabanzas por el "milagro islandés" y lo tomen como ejemplo justificador de los beneficios que se obtienen de mantener elevado el gasto público para fomentar el bienestar y la justicia social. Y que llegue al extremo de pontificar que: "La moraleja consiste en que si hemos de enfrentar una crisis, mejor que sea muy, pero muy, mala. De lo contrario, te ves tentado a escuchar los consejos de quienes te aseguran que aguantar un mayor nivel de sufrimientos [como la austeridad y la deflación] te va a curar del mal que te aqueja" (tomado de "The Icelandic Post-crisis Miracle") .
Para demostrar su defensa del derroche, Krugman confeccionó en ese artículo un cuadro gráfico comparativo de los porcentajes de cambio real del Producto Interno Bruto (PIB) de Estonia, Letonia, Lituania, Irlanda e Islandia a partir del cuarto trimestre de 2007 hasta el primer trimestre de 2010. Pero esta es una forma insidiosa de jugar con las estadísticas, porque el punto de partida es demasiado tarde y los cálculos terminan demasiado temprano.
Por el contrario, si empezamos con el primer trimestre de 2000 y terminamos con el primer trimestre de 2012, como pueden ver en el cuadro siguiente, confeccionado por el Council on Foreign Relations, los tres países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) donde se aplicó la austeridad administrativa y se siguieron políticas de reconstrucción orientadas a aumentar la producción, lo hicieron mejor que Islandia y también que Irlanda (la curva de ambos países a un nivel muy inferior en el gráfico, con Lituania, Letonia y Estonia en los primeros lugares en ese orden).
IcelandIrelandVsBalticGDP2001-2012
La crítica a esta otra forma de enfocar la comparación entre esos países se basa en que no es apropiado comparar a los tres países bálticos con Irlanda e Islandia desde el período inmediatamente posterior a 2000 porque los tres primeros estaban muy atrasados y los dos últimos muy adelantados a principios del milenio, como todos los antiguos países del bloque soviético de Europa oriental, incluyendo a Rusia, por lo cual su tasa de crecimiento fue más rápida una vez que superaron la recesión o depresión transformacional. Pero el hecho es que aunque la curva estadística puede dar razón a esta crítica para el crecimiento muy superior de los países bálticos entre 2000 y 2007, ya no se aplica al crecimiento, también muy superior, entre 2009 y 2012, a medida que salían del desplome de 2007/2008 (que Krugman interpola en su análisis y que fue naturalmente mayor para los tres países emergentes). Mientras que el PIB per cápita continuó contrayéndose en Irlanda e Islandia durante los últimos cinco años, experimentó un claro crecimiento en los países bálticos.
En realidad, podríamos hablar de un "milagro letón", para referirnos a lo conseguido con un régimen de austeridad complementado con un esfuerzo a favor de la productividad, por parte del más pobre de los tres países bálticos. Sobre todo porque Letonia se encontró ya al comienzo de la crisis que todavía perdura en Europa en una situación económica todavía más grave que la de Grecia, porque el boom de los primeros años del milenio desembocó en el súbito derrumbe que ilustra el gráfico, causado por años derrochadores que desembocaron en un enorme barranco presupuestario.
Pero los letones entendieron que la forma de resolver el problema no era con mayores gastos ni estímulos sino con un esfuerzo nacional concertado y orientado a una mayor industrialización y productividad. El período intermedio fue duro. Letonia perdió más de la quinta parte de su PIB en sólo dos años, el desempleo creció hasta casi el 20% e inicialmente bajó el nivel de productividad. Pero Letonia no devaluó su moneda ni se dejó tentar con las promesas de crecimiento de una política populista de mayor derroche. Letonia logró credibilidad para impulsar un crecimiento de sólidas bases económicas. Por supuesto que tuvo también ayuda del FMI y de otros países europeos para sostenerse en pie mientras enderezaban su presupuesto y facilitaban la creación de nuevas empresas y la creación de empleos, pero lo más importante fue que esta política de austeridad le dio a los bancos extranjeros una mayor confianza en sus tratos con ese país y abrió el crédito a industria innovadoras y PYMES.
Es cierto que Letonia no ha podido pagar sus deudas mientras sale de la crisis, pero bajo estas condiciones las ha reestructurado para acrecentar su calificación crediticia. Y, por supuesto, el país tuvo la ventaja de contar con los propios letones en el proceso de recuperación. Lejos de protestar y sublevarse, se dedicaron a trabajar con ahínco para edificar un país mejor.
En consecuencia, es comprensible que los letones resientan tanto los miles de millones que los países más afortunados (y trabajadores) de la Unión Europea han entregado y entregan a países como Irlanda, Grecia y España, donde sus pueblos optan por la protesta y la sublevación ante cualquier esfuerzo razonable de austeridad

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