24 septiembre, 2012

R I C A R D O   V A L E N Z U E L A 
Reflexiones libertarias
Desde China para Peña Nieto (Primera parte)

"Cuando el sol aparece inicio mi trabajo. Cuando desaparece me retiro.

Para agua perforo un pozo. Para comida cultivo el campo.

¿Para qué necesito el poder del Emperador?

Entre más prohibiciones se establezcan. Más pobre será la gente".

Lao-tzu

Hace unas semanas mi consuegro, Roby Bennen, de Nogales, me preguntaba donde se había inventado el liberalismo; "en Inglaterra por supuesto", le respondo. No, me revira; "se inventó en China". Me descontroló su respuesta pero luego llegó a mi mente la figura del más antiguo de los liberales; Lao-tzu, quien fuera el creador del Tao durante el Siglo 6 antes de Cristo.

Si el Siglo 19 fue el de las guerras de independencia para los países de América, el Siglo 20 fue el de las revoluciones a nivel mundial en busca de los románticos y anhelados cambios. Pero si las pudiéramos clasificar, sobresaldrían la de Rusia, la mexicana, la cubana y una en especial; la China.

En 1929 después de casi 20 años de sangrientas luchas, Calles iniciaba el tejido de la telaraña que subyugara las fieras incontrolables emanadas de esa Revolución, para darle cauce a la avalancha de barbarie que azotaba a la nación entera. Luego del encalado crucigrama, Calles emergía con su magistral instrumento; el Partido Nacional Revolucionario y, de esa forma, afinaba las reglas para el reparto de los dulces en la desorganizada piñata.

Veinte años después, en el país más poblado del mundo; China, finalizaba una cruzada similar cuando el legendario Chiang Kai-shek, era arrojado al enorme mar de China por las oleadas de soldados comunistas comandados por quien ahora sería el nuevo padre de la patria; Mao Zedong. La madeja tejida ahora por Mao, quien pareciera haberse inspirado en la obra de Calles, era la del partido único de la nueva China, El Partido Comunista, que al igual que el PNR de México, controlaría los destinos de su porvenir.

Ambos países apostaron a la dictadura de partidos y, mediante la selección de una pasarela de líderes de todos colores, con la misma fineza con la que se había tejido su telaraña, dibujaban la destrucción de sus economías en donde el plato fuerte de la estrategia, era la castración de la sociedad civil. El resultado de los experimentos fue devastador y al inicio de la década de los 80, la tragedia emergía como corolario de sus galantes revoluciones. En México el despertar de una enclenque sociedad civil, ya había provocado la carnicería de Tlatelolco y, en China unos años después, les explotaba con su Tianagmen.

Los destrozos eran incuantificables pero ante el devastador panorama, surgen casi al mismo tiempo dos líderes que no sólo se identificaran por su corta estatura física, sino también por sus agresivos programas de reformas para ahora desmantelar la revolucionaria red, que ahora los aprisionaba con mortales intenciones. En el coloso de oriente surgía una figura caricaturesca de nombre Den Xiaoping, portando como escudero a su propio arquitecto reformista; Zhu Rongji. Mientras que en México conocíamos a otra similar en la persona de Carlos Salinas de Gortari, escoltado también por su escudero; Pedro Aspe Armella.

Sin embargo y para nuestra desgracia, hasta ahí llegan las comparaciones. Cuando en México Salinas iniciaba una serie de agresivas reformas acompañadas de multimillonarios planes de relaciones públicas a nivel mundial, en China nuestro curioso personaje, con el sigilo de un tigre se daba a transformar el país como nadie lo hubiera imaginado. La tarea no era fácil, erradicar tantos años de pérdida de la identidad individual, de colectivismo, de terror ante un Estado convertido en el gran inquisidor—y lo más grave, no había recetas. Pero dicen los expertos el que, en ese tortuoso camino para que una democracia pueda operar, primero deban ya estar operando los mercados libres.

El plan de China era sencillo, sin concertaciones y, sobre todo, a largo plazo. El de México iniciaba como un compulsivo curso de inmersión de lucha contra el tiempo. En China la democracia se apuntaba al final de la lista de pendientes, mientras que en México abríamos una compuerta suficiente para pintarnos de legitimidad. En China Den Xiaoping establecía antes del inicio de las reformas, un fuerte candado para neutralizar a sus detractores dentro del mismo partido. Salinas hacía lo mismo al inicio pero, ante el inesperado éxito de sus gestiones, de la victoria pasaba a la complacencia y de ahí, a la apatía. Dentro del mismo partido surgirían sus ansiosos enemigos para descuartizarlo.

Los herederos de Calles ante un Salinas embriagado de logros y soltando el timón de la nave, inician la activación de sus planes para inmolarlo sin importarles que, en ella incluían al país. El año de 1994 deberá pasar a la historia como el de la verdadera destrucción del edificio mexicano. En China al mismo tiempo el plan entraba ya en la etapa de Shumpeter; la creativa destrucción de los mercados. Al arribo de la mitad de la década de los 90, ambos países, pero por razones diferentes, enfrentan una grave crisis; la destrucción de su sistema bancario y, aquí llega la lección.

En México a nuestro estilo se baja el cero y no toca, inventamos el fatal Fobaproa para cargarle la cuenta a esos aguantadores mexicanos creados por la Revolución. Pero el día de ayer China da a conocer un creativo plan para resolver su problema, de acuerdo a los dictados del mercado. Después de acumular cantidades insanas de reservas internacionales, deciden usar parte de ellas para primero capitalizar sus moribundos bancos y, lo más interesante, luego de revivirlos, ponerlos a la venta a través de listarlos en las bolsas de valores del mundo.

Pero más interesante, los $50,000 millones de dólares de capital que se estarán inyectando en esta etapa, no son para castigar la cartera de préstamos que dichos bancos portan. La estrategia es el generar más ingresos expandiendo el portafolio de préstamos y atraer así inversionistas internacionales con talento. Mediante cirugía especial, reactivar las empresas generadoras de los prestamos problemas, transformar así los bancos en centros de utilidades... y a la venta en el mercado internacional de capitales. Las proyecciones indican que China a través de esta operación, no sólo recupera su inversión original, pero además una jugosa utilidad y lo más importante, sanea su banca.

Hace algunos años un grupo de mexicanos inquietos, le propusimos al Presidente Zedillo un plan similar pero en lugar de reservas, utilizar los valores de Pemex. Lo recibió, lo revisó, y nos envió un atento mensaje: "Es uno de los planes más creativos y audaces que he visto, pero me sería más fácil conseguir que el Congreso declarara a López de Santa Anna el benefactor de la Patria, que la aprobación de este interesante documento".

Tal vez Cuauhtémoc y Lao-Tzu nos heredaron fortunas diferentes.

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