"Cuando el sol aparece inicio mi trabajo. Cuando desaparece me retiro.
Para agua perforo un pozo. Para comida cultivo el campo.
¿Para qué necesito el poder del Emperador?
Entre más prohibiciones se establezcan. Más pobre será la gente".
Lao-tzu
Hace unas semanas mi consuegro, Roby Bennen, de Nogales, me preguntaba
donde se había inventado el liberalismo; "en Inglaterra por supuesto",
le respondo. No, me revira; "se inventó en China". Me descontroló su
respuesta pero luego llegó a mi mente la figura del más antiguo de los
liberales; Lao-tzu, quien fuera el creador del Tao durante el Siglo 6
antes de Cristo.
Si el Siglo 19 fue el de las guerras de independencia para los países de
América, el Siglo 20 fue el de las revoluciones a nivel mundial en
busca de los románticos y anhelados cambios. Pero si las pudiéramos
clasificar, sobresaldrían la de Rusia, la mexicana, la cubana y una en
especial; la China.
En 1929 después de casi 20 años de sangrientas luchas, Calles iniciaba
el tejido de la telaraña que subyugara las fieras incontrolables
emanadas de esa Revolución, para darle cauce a la avalancha de barbarie
que azotaba a la nación entera. Luego del encalado crucigrama, Calles
emergía con su magistral instrumento; el Partido Nacional Revolucionario
y, de esa forma, afinaba las reglas para el reparto de los dulces en la
desorganizada piñata.
Veinte años después, en el país más poblado del mundo; China, finalizaba
una cruzada similar cuando el legendario Chiang Kai-shek, era arrojado
al enorme mar de China por las oleadas de soldados comunistas comandados
por quien ahora sería el nuevo padre de la patria; Mao Zedong. La
madeja tejida ahora por Mao, quien pareciera haberse inspirado en la
obra de Calles, era la del partido único de la nueva China, El Partido
Comunista, que al igual que el PNR de México, controlaría los destinos
de su porvenir.
Ambos países apostaron a la dictadura de partidos y, mediante la
selección de una pasarela de líderes de todos colores, con la misma
fineza con la que se había tejido su telaraña, dibujaban la destrucción
de sus economías en donde el plato fuerte de la estrategia, era la
castración de la sociedad civil. El resultado de los experimentos fue
devastador y al inicio de la década de los 80, la tragedia emergía como
corolario de sus galantes revoluciones. En México el despertar de una
enclenque sociedad civil, ya había provocado la carnicería de Tlatelolco
y, en China unos años después, les explotaba con su Tianagmen.
Los destrozos eran incuantificables pero ante el devastador panorama,
surgen casi al mismo tiempo dos líderes que no sólo se identificaran por
su corta estatura física, sino también por sus agresivos programas de
reformas para ahora desmantelar la revolucionaria red, que ahora los
aprisionaba con mortales intenciones. En el coloso de oriente surgía una
figura caricaturesca de nombre Den Xiaoping, portando como escudero a
su propio arquitecto reformista; Zhu Rongji. Mientras que en México
conocíamos a otra similar en la persona de Carlos Salinas de Gortari,
escoltado también por su escudero; Pedro Aspe Armella.
Sin embargo y para nuestra desgracia, hasta ahí llegan las
comparaciones. Cuando en México Salinas iniciaba una serie de agresivas
reformas acompañadas de multimillonarios planes de relaciones públicas a
nivel mundial, en China nuestro curioso personaje, con el sigilo de un
tigre se daba a transformar el país como nadie lo hubiera imaginado. La
tarea no era fácil, erradicar tantos años de pérdida de la identidad
individual, de colectivismo, de terror ante un Estado convertido en el
gran inquisidor—y lo más grave, no había recetas. Pero dicen los
expertos el que, en ese tortuoso camino para que una democracia pueda
operar, primero deban ya estar operando los mercados libres.
El plan de China era sencillo, sin concertaciones y, sobre todo, a largo
plazo. El de México iniciaba como un compulsivo curso de inmersión de
lucha contra el tiempo. En China la democracia se apuntaba al final de
la lista de pendientes, mientras que en México abríamos una compuerta
suficiente para pintarnos de legitimidad. En China Den Xiaoping
establecía antes del inicio de las reformas, un fuerte candado para
neutralizar a sus detractores dentro del mismo partido. Salinas hacía lo
mismo al inicio pero, ante el inesperado éxito de sus gestiones, de la
victoria pasaba a la complacencia y de ahí, a la apatía. Dentro del
mismo partido surgirían sus ansiosos enemigos para descuartizarlo.
Los herederos de Calles ante un Salinas embriagado de logros y soltando
el timón de la nave, inician la activación de sus planes para inmolarlo
sin importarles que, en ella incluían al país. El año de 1994 deberá
pasar a la historia como el de la verdadera destrucción del edificio
mexicano. En China al mismo tiempo el plan entraba ya en la etapa de
Shumpeter; la creativa destrucción de los mercados. Al arribo de la
mitad de la década de los 90, ambos países, pero por razones diferentes,
enfrentan una grave crisis; la destrucción de su sistema bancario y,
aquí llega la lección.
En México a nuestro estilo se baja el cero y no toca, inventamos el
fatal Fobaproa para cargarle la cuenta a esos aguantadores mexicanos
creados por la Revolución. Pero el día de ayer China da a conocer un
creativo plan para resolver su problema, de acuerdo a los dictados del
mercado. Después de acumular cantidades insanas de reservas
internacionales, deciden usar parte de ellas para primero capitalizar
sus moribundos bancos y, lo más interesante, luego de revivirlos,
ponerlos a la venta a través de listarlos en las bolsas de valores del
mundo.
Pero más interesante, los $50,000 millones de dólares de capital que se
estarán inyectando en esta etapa, no son para castigar la cartera de
préstamos que dichos bancos portan. La estrategia es el generar más
ingresos expandiendo el portafolio de préstamos y atraer así
inversionistas internacionales con talento. Mediante cirugía especial,
reactivar las empresas generadoras de los prestamos problemas,
transformar así los bancos en centros de utilidades... y a la venta en
el mercado internacional de capitales. Las proyecciones indican que
China a través de esta operación, no sólo recupera su inversión
original, pero además una jugosa utilidad y lo más importante, sanea su
banca.
Hace algunos años un grupo de mexicanos inquietos, le propusimos al
Presidente Zedillo un plan similar pero en lugar de reservas, utilizar
los valores de Pemex. Lo recibió, lo revisó, y nos envió un atento
mensaje: "Es uno de los planes más creativos y audaces que he visto,
pero me sería más fácil conseguir que el Congreso declarara a López de
Santa Anna el benefactor de la Patria, que la aprobación de este
interesante documento".
Tal vez Cuauhtémoc y Lao-Tzu nos heredaron fortunas diferentes.
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