Argentina: No aprendimos la lección de la historia
Estamos perdiendo la república a pasos agigantados,
puesto que se les da la espalda a sus tres ejes centrales: el respeto
al derecho, habitualmente referido como igualdad ante la ley; la
transparencia y responsabilidad por los actos de gobierno, y la
alternancia en el poder. Por su parte, la democracia está mutando en
cleptocracia. Ahora se apunta a la demolición de marcos institucionales
que por lo menos quedaban en pie en la letra. Se pretende aniquilar la
"matriz liberal" de nuestra Constitución. Después de años, reaparece la
visión autoritaria del proyecto constitucional del rosista Pedro De
Ángelis y la también fracasada propuesta de Mariano Fragueiro, en
oposición al criterio que afortunadamente prevaleció, de Pellegrino
Rossi y Juan Bautista Alberdi. Se recurre a las ideas de Arturo Sampay,
estampadas en su libro La crisis del Estado liberal-burgués, que condujo
al engendro de 1949.
Nos deslizamos hacia la destrucción de los pilares del
Código Civil. De por sí, Alberdi había subrayado que no debió
promulgarse, en atención al debido respeto al federalismo, en cuyo
contexto destacó el caso de Estados Unidos, que no promulgó Código Civil
a nivel federal.
Las libertades están siendo estranguladas. Tocqueville
ha escrito que "el hombre que le pide a la libertad más que ella misma
ha nacido para ser esclavo". Y no se trata de que alguien de la llamada
oposición el día de mañana sustituya al actual elenco gobernante,
repruebe los modales, pero mantenga el modelo, léase el manotazo al
fruto del trabajo ajeno. No se trata tampoco de esperar que otros sean
los que resuelvan los problemas, en lugar de asumir cada uno la
responsabilidad por el estudio y la difusión de los fundamentos de la
sociedad abierta. Por último, no es cuestión de elucubrar frívolamente
sobre los precios de las commodities, sino calar hondo en la decadencia
moral e intelectual a la que asistimos. Está en juego la libertad, lo
cual equivale a decir que está en juego nuestra condición humana, tan
degradada hoy por los aplaudidores del discurso oficial.
Resulta tragicómico observar la petulancia de la
pretendida regimentación de la economía desde el aparato estatal, con la
que se concentra ignorancia, ya que el conocimiento es, por su
naturaleza, fraccionado y disperso. Hace falta cierta dosis de
biblioteca para incorporar la modestia suficiente y comprender la
imposibilidad de dirigir y coordinar millones de arreglos contractuales
desde el vértice del poder. El Gobierno ataca la propiedad a través del
manejo del flujo de fondos de empresarios acobardados por el aluvión
estatista en sus negocios "privados", que en verdad están cada vez más
privados de independencia.
Recientemente, en la celebración por el Día de la
Industria (otra vez por cadena nacional), se reiteró que el proyecto
político de la actual gestión adopta el esquema anacrónico y xenófobo de
la "sustitución de importaciones"; es decir, lo que puede comprarse a
10 se pagará 20, con lo que se dilapidarán factores productivos y,
consecuentemente, los salarios, en términos reales, serán aún menores
(recordemos la ironía del decimonónico Bastiat, que propuso tapiar todas
las ventanas "para promover la industria de las velas y así protegerse
de la competencia desleal del sol").
A la tan deteriorada educación estatal (mal llamada
"pública", puesto que la privada es también para el público) se suma el
engreído adoctrinamiento por parte de la "militancia", una palabra nunca
mejor empleada, puesto que proviene del acatamiento vertical y la ciega
obediencia. Tampoco ayuda la declaración del ministro de Educación en
apoyo a las tomas de colegios, ni ayuda a preservar la concordia la
aceptación de la conducta de "barrabravas" (un subterfugio para ocultar
su naturaleza criminal) ni permitir que encarcelados asistan a actos
políticos gubernamentales.
En nombre de los "derechos humanos" (un pleonasmo,
puesto que no hay derechos vegetales, minerales o animales) se condena
la repugnante metodología de la guerra contra los terroristas que dio
lugar a la inaceptable figura del "desaparecido". En nombre de aquello
se aplica una justicia tuerta y una llamativa hemiplejia moral, puesto
que no se procesa a los forajidos que dieron inicio a las trifulcas con
sus matanzas, torturas y secuestros, a pesar de las claras definiciones y
precisiones del Estatuto de Roma.
La inflación responde a un incremento anual del 32% en
la base monetaria, que distorsiona los precios relativos y, a su vez,
induce a los operadores económicos al derroche del siempre escaso
capital. En el sector financiero, también el Gobierno impone el manejo
arbitrario del 5% de la cartera de préstamos de bancos privados al 15%
de interés.
Esto se lleva a cabo en el marco de un gasto público
descontrolado del 33% anual y un déficit del 5% del producto financiado
con las antes mencionadas emisiones de la banca central a través de
adelantos al Tesoro que se toman como un roll-over indefinido, sin
declarar los correspondientes quebrantos de la autoridad monetaria. Esa
situación se vincula con una falsa contabilización de reservas, puesto
que, además, no se computa la deuda con Bruselas, la deuda en default,
los pasivos contingentes con el Ciadi. La fuga de dólares representa el
40% del total de las existencias de octubre del año pasado.
Hay medulosos estudios que estiman que la presión
fiscal promedio es del 60% del producto, voracidad que tiene lugar a
pesar de que el Gobierno se apoderó de los fondos de la jubilación
privada, que se destinan a encarar aventuras de diversa naturaleza, como
otorgar créditos hipotecarios a tasas que no cubren ni remotamente la
depreciación monetaria, al tiempo que no se atienden los cientos de
miles de juicios de los pensionados por haberes impagos.
Los medios de transporte y la energía han sido
abundantemente subsidiados en las tarifas y los respectivos precios, con
lo que las inversiones en esos rubros se han paralizado. A eso se
agregan la confiscación de YPF y el insólito decreto 1277, a través del
cual el aparato estatal pretende manejar a su arbitrio toda el área
petrolera en medio de acuciantes problemas. Eso, entre otras cosas,
augura para la mencionada empresa la suerte de Aerolíneas Argentinas,
que pierde dos millones de dólares diarios, puesto que no se puede
"jugar al empresario" si no se arriesgan recursos propios fuera de la
órbita del privilegio estatal.
Los conflictos sindicales se acentúan en una despiadada
disputa por ver quién es más favorecido por la ley de asociaciones
profesionales y convenios colectivos. Los despidos y los cierres de
fábricas están a la orden del día. Sirvan como ejemplo los 150
frigoríficos cerrados debido a una política que liquidó doce millones de
cabezas de ganado. El sector agropecuario se queja de las retenciones
(en verdad, impuestos) y la obligación de liquidar en el mercado
oficial, denominado libre y único, pero que no es lo uno ni lo otro.
Las operaciones inmobiliarias descienden, según los
registros de las escrituras, junto con una merma abrupta en la
construcción y ventas menores de electrodomésticos, automóviles y otras
áreas sensibles, por lo que la inversión de bienes de capital decreció
un 42% desde principios del corriente año. La deuda pública externa se
ha sustituido por la interna, elevada sólo en los tres últimos años en
31.500 millones de dólares (similar a la cancelación con el FMI).
Este racconto pone en evidencia el estado de
descomposición de la Argentina, que antes de que se volviera fascista en
los años 30 y del advenimiento del peronismo era la admiración del
mundo en cuanto a sus niveles culturales y materiales, por lo que la
población se duplicaba cada diez años a raíz de las formidables oleadas
de inmigrantes que venían a "hacerse la América", en vista de que los
salarios del peón rural y los obreros de la incipiente industria eran
muy superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España.
Hace décadas y décadas que venimos a los tumbos. Es de
esperar que no tenga razón Aldous Huxley cuando escribió que "la gran
lección de la historia es que no se ha aprendido la lección de la
historia".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario