Hummer, whisky y socialismo en la Venezuela del tirano
"¡Ni
un dólar para exportar Hummers! ¿Qué es eso? ¡No, señor! Somos unos de
los países que más whisky consume y eso? ¡debe darnos pena a los
venezolanos! No podemos gastar las reservas para importar whisky, ¿qué
revolución es ésta? ¿La del whisky? ¿La de las Hummers? ¡No, ésta es una
revolución de verdad, compadre!", bramó el presidente Chávez en una de
sus tantas arengas por la cadena nacional.
Opositores y chavistas creen que a los venezolanos les
gusta demasiado la buena vida y el lujo, y que eso no lo cambia ninguna
revolución. La prueba está en que a cinco años de esa sentencia
presidencial, ni las Hummers dejaron de circular, ni Venezuela dejó de
ser el mayor consumidor de whisky del mundo. En estos momentos, el
predilecto para los ágapes del poder es el Royal Salute de Chivas 38
años, cuya botella de porcelana negra con una placa de oro tallada a
mano y un tapón de oro, inspirado en la empuñadura de la antigua espada
de Escocia, cuesta 1000 dólares.
Según el periodista y escritor Juan Carlos Zapata, autor de Los ricos bobos
, y quien acuñó el termino "boliburguesía", los tiempos dorados de esta
nueva casta se dieron entre 2003 y 2008, y parte de 2009: "En ese lapso
se registraron los mayores ingresos petroleros y los bolifuncionarios
aún no sabían cómo hacer negocios, de modo que los boliburgueses se
aprovecharon del esquema completo".
El brillante escritor Leonardo Padrón dice: "La nueva
realidad nacional debió pedirle ayuda al idioma y sus cabriolas para
sintetizar a ese tipo de venezolano surgido del oportunismo político y
ese extraño caldo ideológico llamado ?socialismo del siglo XXI'. Y
surgió eso que llaman boliburgueses".
Para Marianella Salazar, una de las plumas más agudas
de Venezuela, un rasgo que retrata a los boliburgueses es su generosidad
con los desconocidos, sobre todo en el exterior, donde pueden pasarla
bien sin ser reconocidos. "La revista Revue du Vin de Francia, en abril
de 2009, reseñó la visita de una delegación de chavistas que recorrió
los más selectos restaurantes y de cómo vaciaron las cavas. En la reseña
sobresale el comentario sobre las botellas de vino Petrus 1982,
valoradas en 17.000 euros, que habrían degustado y obsequiado al tiempo
que gritaban: "¡Petrus para todo el mundo!".
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