10 octubre, 2012

La espina y el espejo de Venezuela



La espina y el espejo de Venezuela

Marco Rascón

¿Por qué Venezuela se ha convertido en una espina del corazón oligárquico de México?
 
Las causas de la obsesión por Venezuela y su proceso tiene, entre muchas razones, una: nos parecemos mucho. Venezuela es peligro, advertencia, pesadilla, odio, xenofobia y espejo.
 
Haciendo comparaciones inexactas, Venezuela se hizo símbolo maligno, crónico, de nuestra vida interna. Ayudó que la izquierda comparada fue incapaz de responder y retar al debate sobre América Latina, pues en México no solo se recorre el fantasma de Hugo Chávez, sino camina aquí el de Fujimori, Trujillo, Duvalier y Pinochet, que se asoman en nuestra cultura política.


Por eso existe un odio explicable, ante el espejo de la oligarquía mexicana, que no desea cambiar y reformarse.


Por ejemplo, en Venezuela Hugo Chávez surge ante el hartazgo de la partidocracia y los monopolios, que hoy aquí padecemos. Por eso en Venezuela, al igual que en Estados Unidos, los partidos no tienen prerrogativas del presupuesto y tienen un aparato electoral más moderno. En Venezuela le quitaron a la oligarquía el control de la renta petrolera y el control absoluto de la televisión.


Venezuela le competía a México en basura televisiva. En noticiarios y telenovelas Venezuela era aún peor y se usaban no solo contra opositores a sus intereses, sino para conspirar contra la estabilidad política y el gobierno.


El surgimiento de Hugo Chávez arrollando a través del voto en 1998, se debe a su oposición como militar a la represión en el Caracazo en 1989 tras el ajuste ordenado por el FMI en Venezuela y que padecimos en México. Fue un golpe de memoria.


En esta última elección, Henrique Capriles, el opositor a Hugo Chávez, fue sin duda el rostro joven que buscó dar una imagen distinta de aquellos golpistas empresariales de la Fedecámaras en 2002 que, mediante un golpe de Estado, trataron de imponer en la presidencia al empresario Pedro Carmona sin éxito.


El golpe falló, pues si lo comparamos con México, es como si la opción “democrática” estuviera dirigida por Ricardo Salinas Pliego, Romero Deschamps, Elba Esther Gordillo, Vicente Fox, Emilio Azcárraga, Joaquín Gamboa Pascoe y Claudio X. González por mencionar algunos.


Este episodio tiene gran fuerza en la memoria y ha polarizado Venezuela entre la alianza del ejército y el poder popular del chavismo contra la alianza mediático-financiera, refugio hasta entonces de la oligarquía venezolana. El pueblo venezolano se ha alineado en torno a una y otra.


Las dificultades para revertir el chavismo radican en que la mayoría de los venezolanos prefieren a Hugo Chávez, contra el peligro de regreso de la vieja oligarquía, y esto asusta y desconcierta a los poderes fácticos mexicanos.


En Venezuela, los excesos oligárquicos los llevaron a perder la renta petrolera de PDVSA (su Pemex) y el control sobre los medios. De lo que se quejan allá de Chávez y su sobreexposición en la televisión es de lo que aquí nos hemos quejado de los políticos que los representan hasta la saciedad, y sin que haya existido más respuesta que la continuación del monopolio y la mala calidad de los servicios que prestan.


Se puede decir que Hugo Chávez ha logrado permanecer en el poder realizando cambios profundos en la vida venezolana, como mejorando la distribución del ingreso del Estado y reconstruyendo la política social, y modernizando su política petrolera, como lo reclaman aquí los que demandan participación privada en la industria.


Chávez y el chavismo en cierto sentido es un resultado de los grandes y sistemáticos errores de la oligarquía venezolana, que falló en su golpe y no ha sabido luchar en el terreno democrático.


Una buena noticia es que pareciera que Capriles ha roto el ciclo de pensamiento oligárquico anterior y que el pasado domingo, los venezolanos le demostraron al mundo un ejercicio democrático de gran contundencia para ellos mismos y que los integra.


Medido por la participación de más de 80 por ciento y sin incidentes, con un conteo impecable y un comportamiento ejemplar; el resultado es una Venezuela muy distinta, a la que se quiere descalificar.


Como mensaje a la izquierda mexicana, la respuesta de Capriles no es una traición al pueblo; esa respuesta en Venezuela tendrá resultados en el mediano y largo plazo y contribuye a la siembra de una cultura democrática que será recompensada, como lo fue Hugo Chávez ante el Caracazo.


La satanizada Venezuela paradójicamente hoy nos ha enseñado que no debemos continuar bajo el concepto del golpe mediático, el fraude crónico y el de todo o nada. Por la alta participación, visto según México, Capriles debió haber derrotado una posible estructura corporativa con alta votación ciudadana, como hubiese sido en México, y no fue así.


Esto significa que la mayoría de los venezolanos salió a defender su proceso bolivariano y que Capriles hizo avanzar su fuerza opositora, deslindándose con su respuesta, de aquella oligarquía golpista, que aún por empatía, se defiende en México.

 

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