10 octubre, 2012

La muerte de El Lazca: epílogo perfecto del sexenio de Calderón



La muerte de El Lazca: epílogo perfecto del sexenio de Calderón

La caída de este narcotraficante denota la falta de profesionalismo y seriedad en el combate al crimen organizado.

Leo Zuckermann

Vaya historia con la que está cerrando el sexenio del presidente Calderón. De chiripazo, las Fuerzas Armadas encontraron y mataron a uno de los criminales más buscados del país. Cuando se dieron cuenta de que el cadáver era de Heriberto Lazcano, alias El Lazca, ya se lo habían robado.


Sin el cuerpo, las dudas y sospechas se multiplican. ¿De verdad mataron al Lazca? ¿Fue una casualidad, tanta que ni se dieron cuenta? ¿No habrá negociado el capo con el gobierno y, vivito y coleando, anda despepitando todo lo que sabe?


No lo sé. Lo que sí puedo afirmar es que la versión oficial de lo ocurrido es una vergüenza. El epílogo perfecto para un sexenio donde ha imperado la improvisación como estrategia en el combate al crimen organizado.


De acuerdo con Eduardo Guerrero, experto en seguridad, desde 2011 el gobierno federal comenzó a enfocar sus esfuerzos en atacar a Los Zetas, el grupo del crimen organizado más violento del país. Este cambio de estrategia al parecer rindió frutos.


En los últimos meses, mientras el gobierno ha detenido o abatido a seis miembros directivos del cártel de Sinaloa, la cifra es el triple para Los Zetas: 18, según cifras de Guerrero. El ataque y desarticulación de Los Zetas ha generado, en los últimos meses, un descenso en el número de homicidios a nivel nacional, también de acuerdo a los números que cotidianamente recopila Lantia, la consultora que dirige Guerrero.


En el verano, desde una serie de ejecuciones que ocurrieron en San Luis Potosí, y las respectivas mantas que aparecieron, se descubrió una división entre Los Zetas. Por un lado el grupo comandado por Heriberto Lazcano y, por el otro, el liderado por Miguel Treviño alias El Z-40.


Entre los ataques que recibía de las fuerzas de la ley, más los de sus otrora aliados, El Lazca se encontraba a salto de mata y cada vez más solo. El domingo pasado, extrañamente sin escoltas, se encontraba en el municipio de Progreso, Coahuila, en compañía de una persona más.


Cerca de un parque de beisbol, elementos de la Marina Armada les solicitaron que pararan el vehículo en el cual viajaban. No lo hicieron y se escaparon. Comenzó una persecución a balazos. Los dos civiles fueron abatidos por los marinos, quienes procedieron a darle parte al Ministerio Público de Sabinas.


Los cadáveres fueron trasladados a una funeraria. En este momento era claro que la Marina Armada no sabía a quién había matado. Posteriormente, las pruebas dactilares y fisonómicas demostraron que uno de esos individuos era nada menos que uno de los delincuentes más buscados del país. Cuando las autoridades regresaron por el cadáver, pues ya se lo habían robado. Un comando de criminales con el rostro cubierto, fuertemente armado, se había llevado los dos cuerpos de las personas abatidas por los marinos.


Todo parece, entonces, que el gobierno encontró y mató a El Lazca por un chiripazo. Y cuando se dio cuenta de que se habían sacado el premio mayor, pues ya les habían robado el billete. El hecho es que no hay cadáver que enseñar. Y sin él, pues comienza la suspicacia. Muchos dudan, con razón, de la veracidad de esta historia que ningún guionista de telenovela podría haber imaginado.


De esta forma, la muerte de Heriberto Lazcano es un perfecto epílogo para el gobierno de Calderón.


Denota la falta de profesionalismo y seriedad en el combate al crimen organizado. Soldados que, patrullando las calles en un pequeño municipio, matan a dos personas que se les escapan. Sin un protocolo de cómo resguardar los cadáveres en un lugar seguro mientras no sean identificados, los cuerpos sin vida son abandonados en una pequeña funeraria de la que misteriosamente desaparecen. Improvisación pura y dura, como ha sido el caso de muchos operativos en este sexenio.


Eduardo Guerrero argumenta que la muerte de Heriberto Lazcano es una de las más importantes de este sexenio, junto con las de Nazario Moreno, Arturo Beltrán Leyva y Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén. Podría considerarse como un éxito de la estrategia gubernamental si se toma en cuenta que la idea es atacar al cártel más violento de México, es decir, Los Zetas.


No obstante, este éxito siempre quedará ensombrecido por el chiripazo y posterior hurto del cadáver. El epílogo de un sexenio donde el gobierno nunca le encontró la cuadratura al círculo de cómo combatir al crimen organizado.
 

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