Actuar ya o que el país se atenga a las consecuencias, es
el dilema de los gobiernos estatales y federal ante la proliferación de
grupos de “autodefensa”.
Hace una semana presenté, en el noticiero de Cadena Tres, a civiles
armados que le dan el paso a un convoy del Ejército: “rápido, pásenle,
rápido, rápido”.
¿Qué locura es ésa? ¿Civiles con el rostro cubierto, metralletas y
fusiles en las manos, son los que dan el paso (y lo pueden negar) a
nuestros soldados?
El gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, explicó que las
policías comunitarias existen desde siempre como coadyuvantes en la
seguridad de regiones indígenas.
Así es: son legales, usan uniformes, pero no están autorizadas a portar armas.
Los “grupos de autodefensa” son otra cosa: asociaciones armadas de guerrilleros y comerciantes de drogas.
Así nació La Familia Michoacana. Porque no se le frenó a tiempo, hoy es lo que es.
¿Vamos a tener, también, La Familia Guerrerense de la costa? ¿La de
la montaña? Y La Familia Tabasqueña, la de Tierra Caliente, La Familia
Oaxaqueña, la de Morelos…
En Guerrero el promotor de estas organizaciones armadas es Plácido
Valerio, líder de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de
Guerrero, quien está vinculado al ERPI.
Plácido Valerio buscó ser candidato a diputado por el PRD, no lo
logró, y ahora está dedicado a promover organizaciones armadas con el
cobijo de un grupo guerrillero.
Es una locura. A esos grupos los debe desarmar el Ejército. ¿Suena duro? Sí, pero hay que hacerlo cuanto antes.
Más duro va a ser cuando el problema de los grupos armados se haya multiplicado en medio país.
O cuando en municipios con alto poder económico, se contraten a
pistoleros privados para darles la seguridad que el ayuntamiento no les
puede brindar.
¿Eso queremos? Así, vamos directo a una confrontación entre grupos civiles de autodefensa, narcos y guerrilleros.
Sí, el Ejército debe desarmar a esas bandas, porque con metralletas no se juega. Punto. Ésa es una parte de la solución.
Otra es que los ayuntamientos necesitan recursos para depurar a sus
policías.
Acapulco tiene mil 800 policías, de los cuales 500 reprobaron los
exámenes de confianza… pero ahí siguen pues no hay dinero para
liquidarlos.
Y otra es darle opciones de empleo remunerado a los jóvenes, pues no
lo tienen, y de algún lado tiene que salir para comer, para vestir y
para dormir.
Guerrero es un caso de descomposición social: el delito con más
denuncias en Acapulco no es el robo, sino la violencia intrafamiliar.
Y el 33 por ciento de los hogares de Guerrero es encabezado por mujeres, madres solteras en su mayoría.
Síntesis: el Ejército tiene que desarmar cuanto antes a los grupos de
autodefensa. Y el gobierno debe impulsar proyectos productivos, grandes
y pequeños, para dar empleo e ingreso, que no hay. |
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