Habemus Papam, escuchó el mundo
cuando Francisco emergía al balcón para dar su primera bendición al gran
rebaño de católicos. Si hay algún sector de ese rebaño que con ansias
esperábamos ese momento, éramos los católicos liberales. Yo esperaba un
Papa más joven, de mente más abierta, dispuesto a reformar la iglesia
milenaria. Un Papa que rompiera con los esquemas que han identificado a
la Iglesia católica como enemiga de los mercados libres y del
capitalismo, el único antídoto contra la pobreza que tanto les preocupa.
Antecedentes
Hace 2 mil años apareció sobre la faz de la tierra el primer libertario
de la historia, Jesús de Nazaret. La tradición nos dice que Jesucristo
vino al mundo para la redención del hombre. Lo que omiten decirnos es
que su cruzada fue para liberar al hombre de las cadenas impuestas por
reyes, déspotas y tiranos. La Biblia es la referencia más clara de la
moralidad de los gobiernos. El libro de Samuel relata cómo el pueblo de
Israel acudió a Dios exigiéndole un Rey, y Dios le describe el escenario
que tendría ese pueblo con un monarca:
"Y el Señor le dice a Samuel; tu gente me ha rechazado y ya no reinaré
sobre ellos. Les daré un Rey y él reclutará a sus hijos para hacerlos
soldados de su caballería, otros montarán sus carruajes de guerra. Los
hará Capitanes con autoridad sobre miles, pero para cuidar sus tierras,
recoger sus cosechas y los hará instrumentos de guerra".
"Tomará a tus hijas como sus sirvientas. Les arrebatará sus campos, sus
viñedos, sus animales para dárselos a sus amigos y sirvientes. Tomará
una tercera parte de sus cosechas para dárselo a sus oficiales.
Reclutará a los jóvenes, dispondrá de sus animales, sus herramientas
para que trabajen para él. Tomará una tercera parte de sus ovejas. Al
final todos serán sus esclavos. Luego llegará el día en que llorarán
ante la opresión, pero yo no los escucharé".
Pero el pueblo de Israel ignoró el mensaje y escogieron un Rey para que
los juzgara, los representara, los protegiera y peleara sus batallas.
Nacía así la autoridad tiránica de los reyes. La advertencia del Señor
se convirtió en dolorosa realidad por lo cual Jesucristo apareció sobre
la faz de la tierra en medio de un mundo de opresión y esclavitud.
Jesucristo fue el primer insurgente retando la autoridad de los tiranos.
Sin embargo, la iglesia fundada por Jesús, establecía una sociedad con
los monarcas que dominaría el mundo durante 16 siglos. Los conceptos de
libertad por los que Jesucristo murió, fueron olvidados para establecer
la tiranía de la iglesia, hasta que fuera cimbrada por la rebelión de
Martín Lutero. El movimiento de reforma aceptaba las ideas de libertad
económica y política que florecerían en las mentes de hombres como Adam
Smith y John Locke, afirmando los derechos naturales del hombre
provienen de Dios, no del Rey. Estas ideas daban vida a dos eventos que
cambiarían el destino de la humanidad: El nacimiento de los EU y la
Revolución Industrial.
América Latina
Pero España las rechazaría prohibiendo, inclusive, la lectura de "La
Riqueza de las Naciones" bajo pena de muerte luego de comparecer ante la
sagrada inquisición y, de esa forma, daba vida a un nuevo estilo de
gobierno que plantaba en sus colonias; la sociedad cerrada. Una sociedad
no en busca de utilidades, sino rentas, subsidios y privilegios de
parte del gobierno. Siendo los regalos del gobierno más atractivos que
el riesgo de las utilidades, la sociedad se organizó alrededor de los
beneficios políticos y no la eficiencia económica. Ese ha sido nuestro
esquema durante siglos y el cual se trató de modificar Juan Pablo II,
provocando el fiero contraataque del establishment.
¿Tenemos esperanza los católicos de América Latina? Tal vez; España,
como la borriquita, da dos pasos pa´ delante y 24 para atrás. Tenemos ya
el ejemplo de Chile. Pero durante siglos hemos esperado que la Iglesia
católica, la gran influencia en nuestro estado mental y cultural,
abrazara esas ideas de libertad que tanto han beneficiado a los países
desarrollados. Juan Pablo II fue el hombre que iniciara un gran
movimiento de reforma pero, cuando los años lo cansaban, su obra fue
detenida.
Ahora tenemos un Papa latinoamericano y tal vez podamos pensar en que la
Iglesia finalmente asuma su papel de moldeadora de las conciencias
regionales, tan oxidadas y domesticadas que no reclaman su libertad más
que por las vías equivocadas, como el Peje, Venezuela y el resto de
mulas guaquilarianas espantadas.
Sin embargo, hace poco más de un año Alberto Benegas Lynch, gran
pensador argentino, escribió un artículo en el cual describía la visión
económica del entonces Arzobispo de Buenos Aires. Vale la pena destacar
este revelador fragmento, donde se detectan en el pensamiento del nuevo
Papa algunas populares confusiones en cuanto a conceptos de economía y
derecho:
"La crisis económico-social y el consiguiente aumento de la pobreza
tiene sus causas en políticas inspiradas en formas de neoliberalismo que
consideran las ganancias y las leyes de mercado como parámetros
absolutos en detrimento de la dignidad de las personas y de los pueblos.
Reiteramos la convicción de que la pérdida del sentido de la justicia y
la falta de respeto hacia los demás se han agudizado y nos han llevado a
una situación de inequidad".
Más adelante subrayó la importancia de la "justicia social", la
"igualdad de oportunidades", el daño de las "transferencias de capitales
al extranjero", debe exigirse la "distribución de la riqueza", señaló
los perjuicios de las desigualdades patrimoniales y la necesidad de
"evitar que el empleo de recursos financieros esté moldeado por la
especulación", todo en el contexto de que la "deuda social" -que a su
juicio reviste carácter eminentemente "moral"- consiste en reformar "las
estructuras económicas" en el sentido antes expresado.
El resto del artículo de Benegas Lynch despeja varias de estas
confusiones. Él reconoce que "No hay duda de las buenas intenciones del
Arzobispo y de su genuino interés por resolver el tema de la pobreza, lo
cual es compartido por toda persona de bien. Desafortunadamente, lo que
propone, lejos de mitigar el problema, lo agravan en grado sumo. En
estas materias y en muchas otras, las intenciones más puras resultan
irrelevantes, lo que importa son los resultados".
Si Francisco llega a entender que, como afirma Lorenzo Meyer, la mejor
arma contra la pobreza es un buen sueldo y, sobre todo, que eso sólo lo
pueden crear los empresarios libres en una economía desburocratizada,
bajo el estado de derecho, tendremos un aliado.
Pero el nuevo Papa es jesuita y me viene a la mente la nefasta
influencia jesuita en toda América Latina, en donde se les concede la
autoría de gran parte de las guerrillas marxistas. Sin embargo,
Francisco ha sido gran crítico de la Teología de la Liberación, el
marxismo religioso. Entonces, tenemos señales confusas pero cuando menos
yo, estoy dispuesto a darle el beneficio de la duda.
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