"Ninguna
crónica de la gloria de sus actos, sería tan convincente ante las
generaciones venideras como la minuciosa y verídica descripción del
cortejo que ponderó su poder a la hora de su muerte". Cada grito
quedaría registrado. Las iglesias dieron fin momentáneo a sus
discusiones y lanzaron la bendición al unísono. "Los Consejeros Supremos
cerraron la puerta de biselados cristales". El cortejo esperaba. "El
Canciller, embarazado en su rígida dalmática de vitela, dio la orden de
marcha con el eco de su bastonzuelo de plata". Las lágrimas llegaron en
ríos, los aplausos fueron atronadores. Todos eran testigos y cómplices
del entierro de El Gran Burundún Burundá. Era 1952, el poeta y novelista
colombiano Jorge Zalamea da un giro a la inacabada -¿inacabable?- serie
de los tiranos.
El cortejo de El Gran Burundún Burundá desfila entre las miradas que
desnudan las ambivalencias: la tristeza y el alivio. Desde los balcones
caen recuerdos de los horrores y lo que otros ven como hazañas, la mayor
de todas "...convencer a gran parte de sus gobernados de que en la
mudez residía la única posibilidad de vegetar perdurando". Sólo la
muerte sacó a Chávez del poder, porque él hizo todo lo imaginable para
perpetuarse hasta la tercera década del Siglo 21. En 1992, golpe fallido
contra el Presidente constitucional, Carlos Andrés Pérez; Caldera lo
indulta; ya consagrado como una amenaza de tal magnitud que incluso la
ley no se le aplica, anuncia su intención de crear una nueva república.
En 1998, triunfo electoral (58 por ciento del voto) que le permite
iniciar su estrategia para, desde el poder, desmontar las instituciones,
descabezamiento del Judicial, persecución a los medios, estigmatización
de los ricos y del imperio; férreo control de la información, nueva
constitución a su medida. Hitler había seguido un camino similar. Chávez
invoca la siempre presente amenaza contra los intereses populares,
habla de complots que acechan, por eso las medidas extraordinarias en
manos de un ser extraordinario; era él o la violencia como explosión
venidera por los excesos de la tiranía y la entrega de la riqueza al
imperio. El trasnochado discurso prende.
Ya convertido en caudillo Chávez sigue polarizando a los venezolanos. La
fuga de capitales y el pavor tienen un costo no valuado. Chávez mismo
se enfrenta a un levantamiento en el 2008, pero sólo está dos días sin
control total del poder. Las instituciones se tambalean. Chávez se
aferra al fantasma de la gran conspiración. Ya enfermo va a elecciones y
gana de nuevo con 11 puntos de ventaja. La gente lo aplaude, no todos
pero sí la mayoría que ve caer el desempleo, expandirse la cobertura
educativa y el crecimiento acelerado de los gastos en salud pública.
Cómo no reelegirlo si los altos precios del petróleo le permiten muchos
años de despilfarro. Se trata del mismo petróleo con el que abraza a sus
colegas ideológicos en Cuba, Nicaragua, Bolivia, entre otros. Pero no
todo es miel sobre hojuelas, la inflación galopa y como siempre le gana
el paso a los salarios, la corrupción se pavonea a sus anchas, la
violencia se sale de control, 69 homicidios dolosos por 100 mil
habitantes, (México oscila los 24).
Pero Chávez se fue sin pagar la mayor factura. Al arribar al poder
Venezuela era el tercer productor mundial de petróleo, una política
energética irresponsable lo sitúan hoy en el décimo segundo lugar. El
déficit crece y crece, las reservas se desploman, los controles de
precios provocan un brutal desabasto; en 15 años el tipo de cambio
nominal se multiplicó por 10. La historia suena conocida. En el
horizonte está inevitablemente un ajuste drástico de esa economía que
empobrecerá a los pobres. Será obligado revisar el gasto público del
insostenible paraíso bolivariano. Por supuesto que logró bajar la
pobreza, -se habla de 20 puntos porcentuales- pero lo hizo drogando con
petróleo a la economía. Por supuesto que Chávez ganaba elecciones, lo
hacía con un control dictatorial de los medios. Sin libertad de
expresión y regalando dinero, así convencer votantes es una misión muy
diferente.
¿A quién aplaudieron y rindieron homenaje decenas de jefes de estado? Al
coronel golpista, al extorsionador, al hombre que hizo lo necesario
para manejar al Tribunal Supremo, al perseguidor de opositores, al
responsable de la destrucción de la planta industrial, al mandatario que
terminó con la libertad de expresión. Cómo separar al caudillo
bolivariano del tirano. La lista no se acaba, Facundo de Sarmiento,
Tirano Banderas de Valle Inclán, El Señor Presidente de Asturias,
Paradiso de Lezama Lima, El Recurso del Método de Carpentier, Yo el
Supremo de Roa Bastos, La Fiesta del Chivo de Vargas Llosa. Personajes
sobran, falta la novela de Santa Ana, la de Castro. Los funerales de
Chávez muestran que los tiranos siguen gozando de buena salud. Incluso
pueden ser populares. La diplomacia impone, pero no nos equivoquemos, el
Doctor Francia, Trujillo y Chávez pertenecieron a la misma pandilla. |
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