por Alberto Mingardi
Alberto Mingardi es Director General del Instituto Bruno Leoni, Milán.
Los observadores internacionales han visto las elecciones italianas como el último síntoma de la enfermedad de la austeridad: los votantes van a las urnas para rebelarse en contra de la contracción fiscal impuesta por la élite de la Unión Europea
sobre las poblaciones que no lo desean. Mientras que seguramente algo
de cierto hay en eso, la película que estamos viendo en Italia no es
simplemente la continuación de la que vimos en Grecia. Hay una lección
para Europa en general —pero esta es una lección distinta.
La elección italiana presenció el importante surgimiento del Movimiento Cinco Estrellas que, liderado por el histriónico comediante Beppe Grillo,
se convirtió en el principal partido del país en el parlamento siendo
esta su primera participación en una elección nacional. Esto ocurrió en
medio de la ignorancia acerca de prácticamente todos los candidatos y
propuestas del movimiento. Habrán 108 miembros del parlamento del
Movimiento Cinco Estrellas en la cámara baja y 54 senadores del mismo
movimiento. La prensa nacional italiana no les prestó atención, hasta
que fueron electos. Una fuerza parlamentaria de más de 150 (de un total
de 945 miembros del parlamento) se ha fusionado —y los principales
pensadores e intelectuales italianos influyentes en la opinión pública
apenas se dieron cuenta.
La coalición del Sr. Grillo es una coalición de críticos del estatus
quo. Esta incluye críticos de los impuestos altos, pero también profetas
del llamado movimiento del “de-crecimiento” —una profecía que la Italia
contemporánea ya más o menos ha cumplido— y los críticos del
capitalismo industrial en general. Entre ellos se encuentran miembros
del Movimiento Cinco Estrellas que son partidarios de que las mujeres
usen copas menstruales como una alternativa “natural” a las toallas
sanitarias. Usted podría fascinarse o sentirse asqueado por estas ideas,
pero usted esperaría que estas sean discutidas —dado que el Sr. Grillo
obtuvo tanto respaldo. Aún así, no fueron discutidas.
El caso de Italia es un ejemplo de las consecuencias no intencionadas.
Tantos candidatos desconocidos aunque exitosos solo se explican en
virtud del mismo sistema electoral: un sistema proporcional basado
en las listas de los partidos que hace que las campañas electorales de
los candidatos individuales sean virtualmente inútiles. Los italianos
pueden votar solamente por un partido y su líder. Los principales
partidos prefieren este sistema porque creían que podían consolidar su
poder. Pero fue precisamente este mecanismo el que le permitió al Sr.
Grillo obtener un cuarto de los votos.
Tal sistema restringe seriamente la libertad para elegir de los
votantes. El jefe de estado de Italia, Giorgio Napolitano, hizo un
llamado a los partidos, durante el gobierno de Mario Monti, a
reformarlo. En 1994, 1996 y 2001, Italia votó con un sistema mixto que
asignó 75% de los escaños utilizando un mecanismo de mayoría simple.
Dicha regla anclaba la política a sus raíces locales, mientras que el
sistema actual hace que este sea un juego a favor de los líderes
nacionales y de nadie más.
Los políticos hasta ahora se han salvado de los efectos de la
austeridad. El sentido común sugiere que una reestructuración de la
maquinaria del gobierno italiano podría ahorrar dinero y fomentar el
crecimiento (facilitando así la vida de las personas). El gobierno de
Monti intentó abolir las provincias italianas sin éxito, una capa
administrativa entre los municipios y los gobiernos regionales. Aunque
las responsabilidades de las provincias podrían dividirse entre los
gobiernos de las ciudades y de las regiones, los partidos al final las
mantuvieron intactas, para no ver disminuidas sus oportunidades de
clientelismo. Los cálculos conservadores sugieren que alrededor de 2.000
millones de euros al año podrían ahorrase con la eliminación de las
provincias y esto sin despedir a un solo empleado público.
Los privilegios crean privilegios y entonces Italia —como muchas otras
democracias, para ser justos— ve una proliferación de entidades
inútiles: organismos, agencias e “institutos” estatales que viven del
dinero de los contribuyentes sin producir cualquier cosa que se parezca
siquiera remotamente a un bien público. Algunos de estos organismos
usualmente son señalados como potenciales candidatos a ser clausurados,
pero la acción usualmente no procede luego de la intención. La burocracia es resistente.
Pero los tiempos extraordinarios requieren medidas extraordinarias. Los
italianos han vivido dolorosas alzas de impuestos durante los últimos
años. Necesitaban ver a sus representantes dando un buen ejemplo. Pero
no lo hicieron. El gasto de las instituciones representativas no fue
reducido dramáticamente; las diferentes capas del Estado no fueron
consolidadas; los organismos en los que los políticos nombran a sus
amigos como miembros de juntas fueron mantenidos. Agréguele a esto la
concientización de que usted no puede precisamente elegir a sus
representantes, sino simplemente al símbolo de un partido y encontramos
una receta fácil para el populismo.
Los italianos que invalidaron sus papeletas o votaron por el Sr.
Grillo estaban, en gran medida, indignados por lo que ellos consideran
una traición política por parte de sus propios líderes electos. Los
partidos establecidos podrían detectar en estas elecciones una
advertencia y trabajar juntos para permitirle a los italianos elegir a
sus representantes de manera más efectiva y reducir el costo para los
votantes de respaldar los estilos de vida de sus políticos. Si no lo
hacen, pronto podría llegar el día en que los italianos consideren el
uso obligatorio de copas menstruales como un precio que pagarían
felizmente para desalojar a su propia élite egoísta.
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