A
la sombra de la tragedia que se abatió sobre la ciudad de La Plata y
sus suburbios se ha desatado otra crisis cuyas derivaciones sobre la
vida material del país todavía se desconocen. En el corazón de la
principal destilería de petróleo de la Argentina, la que YPF tiene en
Ensenada, se produjo anteanoche un incendio que obligó a suspender las operaciones .
Los bomberos de la zona y efectivos de la Prefectura Naval, junto con
empleados de la compañía, consiguieron sofocarlo al cabo de seis horas.
Las autoridades de la empresa atribuyeron el episodio a un problema
eléctrico derivado del dramático temporal. Los detalles de lo que
ocurrió se ignoran y, por lo tanto, no queda claro si el siniestro se
produjo por accidente o si, como sospechan varios expertos, fue el
resultado de que a la refinería se le exige producir naftas en el borde
de sus límites técnicos. Es decir: no se sabe si el incendio de Ensenada
ha sido una consecuencia indirecta del descalabro energético que
afecta, entre otras cosas, la provisión de combustibles.
Como no existe un informe preciso sobre los daños que se produjeron,
tampoco es posible conocer las consecuencias que tendrá el incendio
sobre esa crisis en el suministro de gas, naftas y gasoil. La refinería
La Plata procesa alrededor de 200.000 barriles de petróleo por día.
La mitad de esos barriles se destila en el Topping C, la columna
donde aparecieron las llamas. La demanda completa del país es de 500.000
barriles diarios. De modo que al incendiarse esa torre se puso en
riesgo la refinación del 20% de ese volumen total.
Los incendios en destilerías son muy esporádicos. El último que se
conoció fue el de la mayor planta de Pdvsa en Venezuela, que motivó un
debate escandaloso en torno de las deficiencias de mantenimiento. Por
suerte, la responsable del percance de Ensenada fue la YPF de Miguel Galuccio .
Si hubiera sido otra compañía, hoy habría que soportar a Julio De Vido
amenazando por TV al culpable con la confiscación de la empresa.
El caso de Ensenada es delicado por la incógnita que plantea respecto
de toda la ecuación energética nacional. El percance se produjo en un
ciclo en el que sigue aumentando la demanda de naftas. El año pasado la
suba fue del 12%, casi por completo destinada al consumo particular. Un
dato que contrasta con la caída en la demanda de gasoil, que cayó 5%,
sobre todo por el deterioro general de la economía y, en especial, por
lo pobre que fue la cosecha 2012.
En definitiva: ¿los perjuicios en la principal destilería del país
obligarán a importar más combustibles? La pregunta va a uno de los
núcleos del problema económico. Como informó ayer Javier Blanco en la
nacion, la política energética del kirchnerismo renunció al
autoabastecimiento.
En la actualidad, el 23% del gas se importa a precios exorbitantes:
hasta 17 dólares el millón de BTU. Ese comercio, del que se encargaba
Enarsa y que se encomendó a YPF desde su estatización, está lleno de
opacidades. Sin ir más lejos, el presidente de Repsol, Antonio Brufau,
denunció en abril de 2012 que una de las razones por la que le
confiscaron YPF podría haber sido su negativa a pagar sobornos por la
provisión de gas natural licuado. Ningún funcionario contestó hasta hoy
esa imputación.
Estas compras de combustibles están en la raíz del problema
cambiario: los dólares a los que se impide acceder con un cepo de la
AFIP son en gran medida los que necesita el Gobierno para comprar en el
exterior el gas que ya no se produce en el país.
Las previsiones más favorables hablan de que este año habrá que
importar combustibles por alrededor de 12.000 millones de dólares. Para
algunos banqueros la necesidad de adquirir esas divisas es la razón
poderosa de la negativa oficial a devaluar.
La desgracia de Ensenada es una complicación más en la accidentada
gestión de Galuccio, quien ha perdido el optimismo de sus primeras horas
al frente de la compañía. Aquellas en las que prometió que en 2012 la
producción de petróleo aumentaría un 3%, y este año, un 7%.
¿En qué medida las dificultades energéticas se extienden al campo
electoral? Muchos dirigentes comienzan a encontrar un nexo directo en la
Patagonia. Allí se está asistiendo a un fenómeno político relevante: el
kirchnerismo soporta sus peores mortificaciones en la región donde
nació y prosperó.
Algunos actores destacados de la política patagónica creen que las
presiones que ejerce el Gobierno sobre las autoridades locales en
desmedro de los intereses provinciales perjudican a los oficialismos.
La exigencia de otorgar ventajas a YPF respecto de otros
concesionarios opera, de hecho, como una nacionalización -en el sentido
de desprovincialización- de los hidrocarburos. Al mismo tiempo, la caída
de la producción disminuye los ingresos provenientes de las regalías
petroleras, que, además, se liquidan por el tipo de cambio oficial.
Los signos del malestar político se multiplican. El homenaje de
Cristina Kirchner a los ex combatientes de Malvinas, en Puerto Madryn,
se ensombreció por la ausencia de los homenajeados: los veteranos
faltaron al acto. En la provincia sospechan un boicot del intendente de
Comodoro Rivadavia, Néstor Di Pierro, enfrentado con el gobernador
Martín Buzzi. Una divergencia que hace crecer las chances de Mario Das
Neves, el antecesor de Buzzi, para las elecciones legislativas.
En Neuquén, Jorge Sapag, que está alineado con la Casa Rosada, está
amenazado desde dentro y fuera de su Movimiento Popular Neuquino (MPN).
Uno de los líderes de ese partido, el sindicalista petrolero Guillermo
Pereyra, que secunda a Hugo Moyano en la CGT opositora, aspira a ganar
una senaduría embanderado en reproches a la Casa Rosada.Mientras tanto,
el kirchnerista Oscar Parrilli arma una lista que resta adhesiones a
Sapag. Enfrente se levanta el intendente de Neuquén, el ex radical
Horacio “Pechi” Quiroga, que armó su propio partido y promete ganar los
comicios municipales, anteriores a los nacionales.
En el oficialismo de Río Negro se enfrentan el gobernador Alberto
Weretelnick, del Frente Grande, y el senador Miguel Pichetto, del PJ. La
primera medición del año fue a favor de la UCR, que retuvo la
intendencia de Viedma con José Luis Foulkes.
En esta “Patagonia rebelde” se destaca, por supuesto, Daniel Peralta,
el gobernador de Santa Cruz que arrebató a la señora de Kirchner el
control del Frente para la Victoria en su propio feudo. Sería
superficial atribuir esta derrota a Máximo Kirchner y La Cámpora, aun
cuando tengan un rol muy activo en la provincia.
Las elecciones santacruceñas pusieron en evidencia una crisis de
popularidad de todo el kirchnerismo. Tal vez su síntoma más llamativo
sea cierta pérdida de sensibilidad: según la agencia OPI Santa Cruz,
Cristina Kirchner se desplazó a las cinco de la tarde desde El Calafate
hasta Río Gallegos, llamada por su hijo, para festejar lo que iba a ser
un triunfo. Con Néstor no hubiera pasado, diría Alberto Fernández.
Las relaciones entre poder y petróleo se han vuelto escabrosas más
allá del ajedrez electoral. Unos días antes de las elecciones, Peralta
había insinuado que el empresario Cristóbal López podría estar detrás de
un atentado contra el avión de la provincia.
También aludieron a López muchos entendidos en el sector energético
el año pasado, cuando se produjo la toma del yacimiento Cerro Dragón, de
Panamerican Energy, la compañía que lidera Carlos Bulgheroni.
Siempre son versiones. Gravísimas. Pero la expansión de López está
afectando la imagen de la Presidenta acaso más de lo que ella había
previsto. La revista Epoca, de Brasil, publicó un informe resonante
sobre la inminente asociación de Petrobras con “un amigo de Cristina
Kirchner”: López. Confirma que el zar del juego estaría por comprar en
900 millones de dólares el 51% de Petrobras Participaciones, la firma
que controla del 67% de Petrobras Argentina.
Sobre esta operación existen algunas dudas interesantes. Por ejemplo:
¿habrá sido el documentado reporte de Epoca una filtración del gobierno
brasileño? ¿Mantiene Dilma Rousseff su vocación por vender esos activos
al amigo de su amiga? El encanto entre ambas presidentas, si alguna vez
existió, se deterioró con los insultos del Gobierno a las autoridades
de la minera Vale -muy ligadas a Rousseff- por su retirada de la
Argentina.
Otro interrogante: cómo hizo o cómo va a hacer López para conseguir
los 900 millones de dólares que pagaría a Petrobras. ¿Se los venderá el
Banco Central según la cotización oficial? Sería una espectacular
excepción al cepo cambiario. ¿O ya los tiene? En tal caso, estaríamos
ante una fuga considerable de recursos del país.
Nada ilegal. Ni siquiera incorrecto. Salvo la transgresión de uno de
los apotegmas del modelo nacional y popular: la pesificación impuesta al
común de los mortales. Tal vez a López esos dogmas no le llegan. Él
pertenece a una glaciación anterior. La de Néstor, que se hizo famoso
vapuleando a los empresarios españoles por la ingenuidad de dejar su
capital en la Argentina.
Fuente: La Nación (Argentina)
Ver imagenes de la tragedia en YPF:
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