10 abril, 2013

Atenco, APPO, ahora Guerrero

Jorge Fernández Menéndez

Atenco, APPO, ahora Guerrero
Hay profecías que se cumplen. Hace ya algunos meses cuando comenzaban a aparecer los grupos de autodefensa en Guerrero, mostramos en el programa Todo Personal de Proyecto 40, cómo esos grupos en realidad eran parte de la estrategia de las organizaciones armadas que operan en Guerrero (y también de los grupos del narcotráfico que lo hacen en Michoacán) y advertíamos del evidente peligro que representaban para la estabilidad del estado. En esa ocasión el gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, me llamó para decirme que estaba equivocado, que eran buenos muchachos de la comunidad que no tenían otros intereses más que defenderse de los delincuentes. Me invitó a visitarlos en Tlapa. A los pocos días se puso de manifiesto que los buenos muchachos (que no dudo que en lo personal pudieran serlo) tenían una agenda y que, como dijeron las autoridades federales, estaban violando la ley.


Antes en el libro La élite y la raza, que publicamos con Bibiana Belsasso, explicábamos cómo las distintas tendencias que confluían en la Coordinadora estaban ligadas con esos mismos grupos que ahora formaban las organizaciones de autodefensa y cómo el propio núcleo duro de la Coordinadora tenía una agenda que nada tenía que ver con la educación y sí con la lógica y la estrategia de esas organizaciones radicales. Dijimos también, y seguimos creyendo en ello, que el mayor obstáculo para la reforma educativa no sería Elba Esther Gordillo (cuyos conflictos con el poder eran de otro origen y por otras razones) y muchos menos el SNTE, que debía ser un instrumento para sacarla adelante, sino la propia Coordinadora, con la que no habría margen alguno para negociar.
Hoy las autodefensas marchan armadas por Chilpancingo reclamando la libertad de sus dirigentes, que son también los de la Coordinadora y custodiando a unos dos mil activistas de esa organización que reclaman a su vez la liberación de otro de sus líderes, originario de la Montaña y que tendría, según fuentes oficiales, relación con los mismos grupos armados y radicales de los que hablábamos. Lo cierto es que, la agenda ya nada tiene que ver con la educación y lo que se pide es la desaparición de poderes en el estado, la caída de Aguirre Rivero, como hace siete años en un movimiento prácticamente idéntico en sus intereses y participantes se pedía la cabeza de Ulises Ruiz en Oaxaca. Que Aguirre haya llegado al poder vía el PRD les importa poco, al contrario: lo que se quiere romper es con la línea dialoguista de ese partido y por ende con los gobernadores que pudieran representarla. A estos grupos de Guerrero, además, no se les olvida que Aguirre Rivero llegó por primera vez al poder como interino del PRI, después de que Rubén Figueroa fuera obligado a renunciar acusado de haber ordenado la masacre de Aguas Blancas. La línea que llevan es clara: el país no se debe reformar, se debe radicalizar o si se quiere revolucionar. Y para eso los reformistas, buenos o malos, eficientes o no, de derecha o de izquierda, son un obstáculo. La demostración fue el ataque a las instalaciones del PRD en Chilpancingo.
La estrategia ya es suficientemente clara y los datos evidentes. Si hace siete años estos grupos confluyeron en la APPO, poco antes habían creado, supuestamente para oponerse a la construcción de un aeropuerto, el movimiento de Atenco. Lo que hicieron fue exhibir la debilidad del gobierno de Fox.
Las autoridades, sobre todo las federales, han sido muy prudentes, quizás hasta la exageración, ante esta situación. La administración de Peña ha querido dar una imagen dialoguista, basando buena parte de su accionar en torno al Pacto por México, al mismo tiempo que ha respetado escrupulosamente sus tiempos políticos, para que le permitan llegar al último trimestre concentrados en sus dos puntos estratégicos: la reforma fiscal y la energética. Estos movimientos lo que buscan es desestabilizarla y romper con esa estrategia y esos tiempos. La prudencia no debe ser confundida por la opinión pública con debilidad.
Zacatecas y Monreal
Hablé ayer con el diputado Ricardo Monreal. Me reiteró lo que ya había dicho en una conferencia de prensa: está viviendo los peores días de su vida, ante todo lo relacionado con el atentado frustrado que se descubrió el pasado viernes. Lo creo, como creo que con pequeñas o grandes diferencias, Monreal es un político serio y valioso, al que, además, le tengo aprecio personal. Pero también creo que Zacatecas vive desde hace años un desastre en términos de seguridad y de enfrentamientos de todos contra todos, donde las lealtades hace mucho que se perdieron. Por eso es tan importante esclarecer realmente lo ocurrido. Por cierto, ayer confundimos en este espacio, involuntariamente, el nombre del gobernador Miguel Alonso Reyes con el del diputado Miguel Alonso Raya. Una disculpa para ambos.

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