Burbuja mexicana
Gregorio Ortega Molina I
Las
consecuencias negativas de la economía política obedecen a los caprichos de los
gobernantes; también son una respuesta a las necesidades de liquidez de los
poderes fácticos, y resultado del diseño de seguridad nacional del Imperio para
subordinar a sus aliados.
La burbuja que ahora estalla en México es similar a la de las hipotecas basura
de EEUU de 2008, al pelotazo español iniciado el mismo año, pero con
características específicas diseñadas para satisfacer la vanidad de Felipe
Calderón Hinojosa, y convertir la política económica panista en la peor
impostura desde la administración de la riqueza de José López Portillo.
Todo se hizo público hace 14 días, cuando el último 15 de abril, fecha del
atentado terrorista en Boston, la Bolsa Mexicana de Valores cerró operaciones
con la peor baja en dos años, arrastrada por el hundimiento en el precio
de las acciones de compañías constructoras de vivienda, cuyo índice Habita RT
se desplomó 14.74 por ciento.
Ese lunes las acciones B de Sare cayeron 18 por ciento, las de la
Desarrolladora Homex 16.22 por ciento, las del Consorcio Ara 12.96 por ciento,
las de la Corporación Geo 11.67 y las de Urbi Desarrollos Urbanos cayeron 10.04
por ciento; pero los problemas del sector pueden responder a causas de otro
origen económico. Informes inmobiliarios del BBVA Bancomer indican que en la república Mexicana hay alrededor de 5 millones
300 mil casas deshabitadas o abandonadas, que representan 15 por
ciento del parque habitacional del país.
Ese fenómeno es complejo, porque si bien muchos hogares fueron abandonados por
desplazados debido a la violencia, o por personas que huyeron por temor a
perderlo todo, otras casas quedaron vacías sin
siquiera haber sido estrenadas. Nuevas, y ya echadas a perder por falta
de uso. Algo similar al esquema con el cual fueron beneficiados los hermanos
Bribiesca Sahagún, para comprar barato y vender caro.
Complejo también, porque es parte de la condición humana el arraigo, el sentido
de propiedad y de pertenencia, y quien es dueño de su vivienda difícilmente la
abandona, lo que significa que muchas hipotecas
se quedaron sin saldarse y muchas rentas dejan de ser cobradas, lo
que crea un agujero negro en la economía, una burbuja, un pelotazo en el que la
corrupción desempeñó un papel fundamental.
Los especialistas en asuntos de economía coinciden en reconocer que
los informes y anuncios hechos por las compañías constructoras de vivienda, son
incapaces de contener la caída de sus acciones, iniciada, curiosamente, el
último 11 de febrero, cuando el presidente Enrique Peña Nieto presentó la nueva
Política Nacional de Vivienda.
Lo que se muestra, entonces, es una reacción económica visceral a una nueva
propuesta para el desarrollo de vivienda, con el propósito de reactivar la
industria de la construcción, y en la idea de servir, antes que mantener la
impostura de Acción Nacional.
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