CALDERÓN ROMPE LEY DE ORO
Por Ricardo Alemán.
Durante un foro de la
Universidad Harvard, el ex presidente Felipe Calderón violó una de las leyes de
oro de los ex mandatarios: la del silencio.
Y es que, como todos saben, el
de presidente es uno de los trabajos con mayor renombre en cualquier parte del
mundo. Sin embargo, algunos parecen olvidar que la ex presidencia se encuentra
el rostro opuesto.
Es decir, que mientras el
presidente es –en sí mismo– origen y destino de buena parte de la información;
el ex presidente debiera mantener un perfil bajo, sea para dejar que su sucesor
haga lo que tenga que hacer o para evitar el –de suyo complicado– juicio de la
historia.
Quizá el mejor ejemplo de esta
virtud está en el ex mandatario Ernesto Zedillo quien, lejos del destierro en
el que terminaron algunos de sus iguales, apostó en todo momento por una
inexistente vida pública.
Zedillo no sólo se mantuvo al
margen de la presidencia de Vicente Fox –quien lo sucedió en el cargo–, sino
que se alejó de los procesos de su partido y, en general, de la vida política
nacional.
Caso contrario, el de Vicente
Fox quien durante todo el sexenio de Felipe Calderón se tomó atribuciones que
no le correspondían. Fox trató de influir en el desarrollo de la vida nacional e
incluso traicionó al partido que lo llevó al poder –el PAN–, cuando exhibió sus
simpatías para con Enrique Peña Nieto, el entonces candidato presidencial del
PRI.
En más de una ocasión, el
presidente Calderón se dijo molesto con el de Guanajuato por su frecuente
intromisión en asuntos que no le correspondían.
Por ello, es cuestionable que
el segundo presidente panista accediera a opinar al respecto de Peña Nieto y
sobre las acciones que emprendió cuando él –Calderón– estuvo al frente del país.
Grosso modo, el ex presidente
aseguró que no había declarado la guerra al narco sino aplicado la ley;
calificó de una ventaja sin precedente el hecho de que Enrique Peña contara con
el apoyo "fiel y real" de los partidos de oposición y finalmente,
aseguró que su peor error fue haberse alejado del Congreso tras la muerte de su
primer secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño.
En el primer caso, las reglas
no escritas de la política dictan que el presidente que sale debe dejar en
manos de la historia y de la opinión pública el juicio de sus acciones. Todo
intento por defender o justificar su trabajo, termina por operar contra el
político.
Sobre el Pacto por México, Calderón
parece olvidar que los acuerdos políticos surgen de la astucia política. Luego entonces, si el
panorama de Peña es, según él, más favorecedor que el de hace seis años, se
debe a la capacidad de maniobra y negociación de Peña Nieto y a las deficiencias
del equipo que acompañó a Felipe Calderón.
Finalmente, al respecto de lo
que el ex presidente llamó "su peor error", parece que más allá de
reconocer una falla, el panista lastima de forma innecesaria –y excesiva– a
Fernando Gómez Mont, el hombre que sustituyó a Juan Camilo Mouriño luego del
accidente aéreo que acabó con su vida.
Y es que, entre líneas,
Calderón envuelve a Gómez Mont en un tufo de culpa, al respecto del alejamiento
con el Congreso y eso, por donde se vea, no sólo rompe los acuerdos tácitos de la política sino que es
una canallada.
Es probable que el ex
presidente se dejara llevar por el momento –después de todo, sus escuderos han
tratado, sin éxito y hasta el cansancio, tumbar el Pacto por México–, no
obstante, valdría la pena que Felipe Calderón rectifique sus dichos; después de
todo,
el silencio de un ex presidente es, al final del día, una herramienta que opera a favor del
político... y de nadie más.
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