CALDERÓN ROMPE LEY DE ORO
Durante
un foro de la Universidad Harvard, el ex presidente Felipe Calderón
violó una de las leyes de oro de los ex mandatarios: la del silencio.
Y
es que, como todos saben, el de presidente es uno de los trabajos con
mayor renombre en cualquier parte del mundo. Sin embargo, algunos
parecen olvidar que la ex presidencia se encuentra el rostro opuesto.
Es
decir, que mientras el presidente es –en sí mismo– origen y destino de
buena parte de la información; el ex presidente debiera mantener un
perfil bajo, sea para dejar que su sucesor haga lo que tenga que hacer o
para evitar el –de suyo complicado– juicio de la historia.
Quizá
el mejor ejemplo de esta virtud está en el ex mandatario Ernesto
Zedillo quien, lejos del destierro en el que terminaron algunos de sus
iguales, apostó en todo momento por una inexistente vida pública.
Zedillo
no sólo se mantuvo al margen de la presidencia de Vicente Fox –quien lo
sucedió en el cargo–, sino que se alejó de los procesos de su partido
y, en general, de la vida política nacional.
Caso
contrario, el de Vicente Fox quien durante todo el sexenio de Felipe
Calderón se tomó atribuciones que no le correspondían. Fox trató de
influir en el desarrollo de la vida nacional e incluso traicionó al
partido que lo llevó al poder –el PAN–, cuando exhibió sus simpatías
para con Enrique Peña Nieto, el entonces candidato presidencial del PRI.
En
más de una ocasión, el presidente Calderón se dijo molesto con el de
Guanajuato por su frecuente intromisión en asuntos que no le
correspondían.
Por
ello, es cuestionable que el segundo presidente panista accediera a
opinar al respecto de Peña Nieto y sobre las acciones que emprendió
cuando él –Calderón– estuvo al frente del país.
Grosso
modo, el ex presidente aseguró que no había declarado la guerra al
narco sino aplicado la ley; calificó de una ventaja sin precedente el
hecho de que Enrique Peña contara con el apoyo "fiel y real" de los
partidos de oposición y finalmente, aseguró que su peor error fue
haberse alejado del Congreso tras la muerte de su primer secretario de
Gobernación, Juan Camilo Mouriño.
En
el primer caso, las reglas no escritas de la política dictan que el
presidente que sale debe dejar en manos de la historia y de la opinión
pública el juicio de sus acciones. Todo intento por defender o
justificar su trabajo, termina por operar contra el político.
Sobre
el Pacto por México, Calderón parece olvidar que los acuerdos políticos
surgen de la astucia política. Luego entonces, si el panorama de Peña
es, según él, más favorecedor que el de hace seis años, se debe a la
capacidad de maniobra y negociación de Peña Nieto y a las deficiencias
del equipo que acompañó a Felipe Calderón.
Finalmente,
al respecto de lo que el ex presidente llamó "su peor error", parece
que más allá de reconocer una falla, el panista lastima de forma
innecesaria –y excesiva– a Fernando Gómez Mont, el hombre que sustituyó a
Juan Camilo Mouriño luego del accidente aéreo que acabó con su vida.
Y
es que, entre líneas, Calderón envuelve a Gómez Mont en un tufo de
culpa, al respecto del alejamiento con el Congreso y eso, por donde se
vea, no sólo rompe los acuerdos tácitos de la política sino que es una
canallada.
Es
probable que el ex presidente se dejara llevar por el momento –después
de todo, sus escuderos han tratado, sin éxito y hasta el cansancio,
tumbar el Pacto por México–, no obstante, valdría la pena que Felipe
Calderón rectifique sus dichos; después de todo, el silencio de un ex
presidente es, al final del día, una herramienta que opera a favor del
político... y de nadie más.
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