Todo
vale es una frase que acuñaron algunos políticos para criticar a otros
sobre la base de que las decisiones pragmáticas no son deseables. La
cuestión de fondo es si el fin justifica los medios. Cabe, por supuesto,
el análisis de cuáles medios y con qué fines.
El Presidente dice que el proceso de La Habana es para “pasar de las
balas a los votos”; dice que las víctimas quieren justicia, pero que los
que pueden ser víctimas piden una paz negociada para evitar ser
víctimas; es decir que la Paz se opone a la Justicia. A muchos les
parece bien, pues consideran que la Paz, como fin, es suficiente para
avalar todos los medios. Así mismo respaldan que el Fiscal diga que
mientras no haya condenas, podemos hacer de cuenta que no hubo delitos
de lesa humanidad.
Con ese mismo argumento, la Paz como fin, también algunos apoyan que
nuestro Presidente -elegido con los votos uribistas- se haya unido al
clan chavista, y con el club de la Unasur pose en la foto de posesión de
Maduro; que quedará como recuerdo para el futuro, del día en que
Latinoamérica fue cómplice de la caída de la democracia en Venezuela.
Las grandes cuestiones son siempre una buena ocasión para jerarquizar
los valores. ¿Paz vs. Justicia? ¿Paz nacional vs. daños en democracias
extranjeras?
Estas parejas pueden tener un fácil ganador, pero es posible
complejizarlas si se incluyen factores reales que disminuyen la
abstracción. ¿Reducción de la violencia con concesiones a los violentos
vs. Violencia con justicia inoperante? ¿La ilusión de la potencialidad
de justicia en medio de la violencia por delincuentes comunes y las Farc
vs. Acabar la franquicia de las Farc, y tener la violencia cometida
solo por delincuentes comunes, otorgándole representación política a los
terroristas de las Farc? ¿Venezuela con el chavismo imponiendo una pax
romana y sin democracia vs. Venezuela con el chavismo incendiando la
democracia?
Los escenarios posibles son mucho más complejos, ninguno ofrece
justicia, ninguno incluye la paz, ninguno el bienestar inmediato de
Venezuela, ninguno un final feliz. La cuestión primordial es que hay
valores por los que vale la pena luchar. Uno de ellos es la democracia,
es el sistema que permite el debate civilizado de las opiniones y la
elección del sistema más convincente; pero sobretodo la certeza de que
si este no funciona será posible cambiarlo.
El Chavismo le mostró al mundo que es posible acceder al poder por
vías democráticas y aferrarse a él por cualquier método. Una vez se
ganan las elecciones se hacen reformas para perpetuar una sólo doctrina y
se elimina la posibilidad de que alguna otra pueda derrocarlo. El
proceso ha sido lento, bien concebido, y hoy vemos cómo los escrutadores
de la democracia venezolana no sienten vergüenza en tomar partido por
uno de los contrincantes. Es evidente que todas las instituciones están
cooptadas, que no hay derechos ni garantías para la oposición. Con esta
manera de proceder la democracia está muerta.
La Unasur, siempre fiel a la ideología y no a la democracia, sancionó
a Honduras y a Paraguay por usar métodos constitucionales que afectaban
a la izquierda; y hoy avalan el exabrupto venezolano que la favorece.
¿Alguien no entiende por qué hay afán de que las Farc entren en la
política? ¿Alguien aún no ve la amenaza que ellos suponen para nuestra
democracia? ¿Aún consideran que una paz abstracta-inalcanzable justifica
una amenaza real y evidente a la democracia colombiana?
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