24 abril, 2013

CONVERSACIONES CON EL TIO GILBERTO VI


REFLEXIONES LIBERTARIAS
CONVERSACIONES CON EL TIO GILBERTO VI
Ricardo Valenzuela


Desde Agua Prieta parte el ejército del norte hacia la toma de la capital del país y Carranza, al ver que su gobierno se desintegraba, abandona la capital el 7 de Mayo para que en su huida fuera asesinado en la sierra de Puebla. Don Adolfo, ya como Presidente interino, me distinguió invitándome a ocupar la Secretaría de Gobernación, pero por contar con solo 29 años de edad siendo 35 la requerida, pasaba a ocupar la cartera con nombramiento de Sub secretario. Después de 10 años del inicio de la lucha armada, la situación de México era dramática; la economía estaba en ruinas, se habían perdido un millón de vidas y la reputación del país, a nivel internacional, era el de una zona de barbarie.

Como responsable de la política interna del país, me tocaba enfrentar una situación también caótica en la cual, todos los revolucionarios querían parte del poder tantos años concentrado en la figura de don Porfirio, pero ahora desparramado y sin instituciones para darle cauce. El país estaba ahora bajo el control de hombres del norte y nuestra cultura, estructura de valores políticos y objetivos revolucionarios, eran muy diferentes a los del resto de los mexicanos. Yo como abogado y amante del estado de derecho, basaba mi actuación en ello, la aplicación de la ley. Pero en un país en el cual el estado de derecho era producto desconocido, mi estilo desde luego causaba descontento.


En 1917 se había elaborado la nueva Constitución que, de forma radical anulaba el sentido liberal individualista de la de 1857 creando un entorno para el desarrollo del corporativismo. Lo interrumpo en ese momento. No entiendo, si todos los líderes de la revolución eran liberales; ¿Por qué es que se elaboró una Constitución que nada tenía de liberal? Buena pregunta, me revira. Como ya te había explicado, a principios del siglo se inició algo que vino a generar una capirotada de ideologías, es decir, una revoltura en la cual ya nada era claro. Los hermanos Flores Magón, que fueran los más fieros opositores del régimen de Díaz, supuestamente eran liberales e inclusive, formaron organizaciones liberales por todo el país. Sin embargo, cuando estaban en el destierro en los EU, su tónica y mensaje cambió de forma radical con ciertos matices comunistas, pero se seguían identificando como liberales cuando ya no lo eran.

Jefferson tenía una frase genial que más o menos decía: “El camino de la historia siempre transitado, es aquel donde la libertad del hombre se encoge  mientras el poder del estado crece.” Desde el inicio del siglo XX, el liberalismo era ya atacado por todos los frentes y en todo el mundo. El origen de la primera guerra mundial fue eso, y cuando los cañones callaban, las sociedades eran menos libres que al inicio del conflicto. El comunismo avanzaba apoderándose de Rusia, gran parte de Europa y como tal, era música para la infinidad de gente miserable que habitaba todos los países del mundo. Marx había elaborado una nueva teoría del valor que confundía a todos los economistas tradicionales, y la basaba en el trabajo del explotado obrero, como él lo describía, no en la oferta y demanda del mercado. Por otra parte, el capitalismo era un concepto nuevo que había aparecido, ya en forma, a principios del siglo XIX por lo que no estaba consolidado.

En México, y debo insistir, el empaquetado que se le daba al liberalismo era muy desagradable aunque no fuera el verdadero. Para iniciar, desde la era de Juárez lo habían identificado como anticatólico, luego pro negociante que, en mi opinión, era la etiqueta más dañina. El verdadero liberalismo era pro consumidor, es decir, el consumidor, en un mercado libre, debería tener las diferentes opciones para adquirir los mejores productos, a los precios más bajos—eso es competencia. En México, el liberalismo de don Porfirio aun que toleraba a la iglesia católica, no había logrado una reconciliación y los esfuerzos de su gobierno eran más para proteger a los inversionistas, a los empresarios, al capital, y si para ello debía ir en contra de algunos principios liberales como la libre competencia, lo hacía protegiéndolos a costillas del consumidor.

En la reunión del Constituyente de 1917, cuando menos de parte de Carranza, no había la intención de darle vida a una carta magna de esa naturaleza. Sin embargo, en esa confusión general reinante, sin que nadie lo anticipara, surgió un grupo legislativo con el pincel y la brocha para darle esa avenida estatista. Ahora el estado era el rector de la economía; surgía el ejido a través del cual, el estado se reservaba la propiedad de la tierra y no los campesinos de Zapata. Prácticamente, de forma velada, se abolía el concepto de propiedad al establecer que solamente se respetaba si no era sujeta del bien común, pues entonces podía ser expropiada por el estado. Era tal esa nueva influencia que en el texto se incluía el que la educación pública debería de ser socialista, lo que luego se modificaría.

Una de las semillas que fecundara en la rebelión de quienes luego seriamos conocidos como los “hegemonía sonorense,” era precisamente el que, en especial el Gral. Obregón, no estaba de acuerdo en el contenido de la nueva Constitución puesto que él permanecía como liberal puro. Pero ese era el entorno en el que ahora yo me desarrollaba como encargado del despacho en la Secretaría de Gobernación. Lo interrumpo de nuevo. Pero tío, ¿como alguien de sólo 29 años de edad, se le daba esa grave responsabilidad en una época tan difícil? Pues mira hijo, me revira, en aquellos años difíciles, los hombres debíamos madurar a gran velocidad pues los tiempos lo exigían. El propio Obregón, al ocupar la presidencia, solo tenía 40 años de edad y ya cargaba un expediente que pesaba toneladas.

Unos meses después, el Presidente de los EU, Wilson, convoca a la primera asamblea para constituir la Liga de las Naciones, lo que luego se convertiría en las Naciones Unidas. Aun cuando no se invitó a México argumentando lo caótico de su situación, yo fui comisionado para asistir como observador en la ciudad de Ginebra en Suiza. Para tal cometido se me dio el título de Enviado Extraordinario y Plenipotenciario en misión especial. Fue para mí una gran experiencia y el inicio de mi gran romance con la diplomacia y las relaciones internacionales.

El Presidente de la Huerta, me permitió después trasladarme a la ciudad de Paris en la cual permanecí casi un año. Ahí me inscribí en el Instituto de Derecho Internacional y en la Escuela de Ciencias Económicas y Políticas, lo cual fue para mí un gran despertar. Europa no había sido contaminada con las ideas de Keynes quien, en esos momentos, era sólo un economista totalmente desconocido y el viejo continente, a pesar de los estragos de la primera guerra mundial, mantenía una vigorosa corriente liberal. La Escuela de Ciencias Económicas y Políticas en Paris, era el gran centro intelectual de Europa junto con el London School of Economics and Political Science. Ello cambiaría mi vida de forma radical puesto que, me daba la oportunidad de explorar un campo que en México no se le daba importancia; economía.

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