Estamos a las puertas de una crisis política. Hay signos de que se
torció la voluntad popular. El régimen está contra las cuerdas, que no
es lo mismo que en el piso. Cuidado con el diagnóstico.El conteo del 100 % de las papeletas electorales es la única garantía
de evitar el desmadre político del país. El rector Vicente Díaz se puso
los pantalones de primero y lo exigió; a Maduro no le quedó otra cosa
que aceptarlo, necesita legitimarse; y más tarde, Capriles lo exigió por
el medio de la calle (exactamente en ese orden) exigiendo la revisión
detallada del proceso electoral, considerando las denuncias acumuladas.
Capriles ha dicho que no reconoce los resultados. Los venezolanos
opositores tampoco. Muchos oficialistas, sotto voce, dudan de su
veracidad. Diosdado amaneció con una sonrisa y dando un puntillazo a
Maduro hablando de “autocrítica”, dice que se deben revisar los
resultados. Sin duda, la crisis está en curso. El ministro de la
Defensa, aunque cuenta poco, mostró una postura rarona que confundió.
Sin embargo el tono áspero y amenazante del general Barrientos, jefe del
Plan República, acentúa la crisis; su bravuconada de que “harán
respetar” el resultado anunciado por Tibisay le puede salir por la
culata.
No fuera nada si se tratara solamente de una crisis política, pero la
vaina es que coincide con la más grave crisis económica de los últimos
años de la que no se sale fácilmente con un aumento del precio del
barril de petróleo que por cierto no se vislumbra y con una crisis
social de prolongada duración trocada en anomia social, en caos. He ahí
el detalle, diría el filósofo Mario Moreno. Todas las aguas se juntan y
aumentan el caudal.
El reto no es fácil. Aparecen los pescadores en aguas revueltas. Nos
toca reconocer la conducción política de la MUD y el liderazgo de
Henrique Capriles, y a éstos no apendejearse. No hay que inventar.
¡Mucho cuidado! No estamos en tiempo de dibujo libre.
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